El Rehabilitation Project Force (RPF) es uno de los centros nucleares de Scientology con sede en Sydney (Australia), en suburbio de la misma ciudad llamado Dundas. Progresivamente, han aparecido testimonios de personas que estuvieron allí dentro y que fueron enviados allí como «corrección» a algún comportamiento que de desviaba de los estándares de Scientology.
En los últimos años, han aparecido testimonios de personas que estuvieron allí y que describen situaciones «degradantes e inhumanas», ante faltas que a ojos externos a la organización consideraríamos absolutamente intrascendentes. Alguna de estas acusaciones de personas que abandonaron este «campo de trabajos forzados» apuntan a abusos flagrantes sobre los menores de edad (recluidos, obligados a trabajar a tiempo completo sin remuneración alguna o en condiciones de vida miserables).
Alguno de los ex miembros que lograron abandonar Scientology, indican que lo que allí acontece es un mero «lavado de cerebro» incluso mucho continúan argumentando que los castigos que recibieron fueron merecidos, pese a la arbitrariedad de los mismos.
Según recogía un reciente medio australiano, Shane Kelsey, una joven de 21 años, vivió unos dos años en un garaje de las instalaciones del RFP. Además, esta chica no podía emplear ni la televisión ni mucho menos Internet, «nos decían que no estábamos autorizados a leer los periódicos, ni a escuchar la radio, ni ir al cine, ni nada de nada». La joven refirió también que «éramos preparados para ver a las personas externas a la organización como patéticas, inútiles o simplemente estúpidas».
Kelsey, a propósito de su estancia en el RFP de la mano de sus padres que la introdujeron a la edad de 6 años, dijo que «vivía en un garaje hasta que se inundó por una tormenta […] entonces mi madre se enfadó y dijo ¡qué diablos! […] y pasamos a vivir en una zona que quedaba dejado de unas escaleras, como un armario empotrado bajo las escaleras […] tal vez tenía unos dos metros de largo y unió de anchura».
Aunque numerosos periodistas se han acercado a hablar con representantes de Scientology, éstos se han negado sistemáticamente a realizar cualquier declaración de los abusos que últimamente están saliendo a la luz en el RFP.
A la edad de 6 años, Shane Kelsey fue introducida en Scientology de la mano de sus padres, que eran scientólogos desde hacía unos años. Al poco tiempo de vivir allí, fue trasladada a otra habitación con otros once chicos más que también estaban en Scientology. A la edad de 7 años, «teníamos que ir por la calles […] quizá unos ocho o diez de nosotros […] teníamos que ir preguntando a la gente si quería una vida libre de drogas».
Un año más tarde, «firmaría el contrato de un billón de años con Scientology […] lo que significa a la práctica que te comprometes a realizar un servicio voluntario a la Iglesia por el siguiente billón de años»
A la edad de siete Shane dice que «íbamos por las calles y no habría ocho, diez de nosotros, los jóvenes, como, y nos volveríamos a ir hacia abajo y las personas se comprometen a la vida de los libres de drogas». Además, «se nos acostumbraba a desfilar, a realizar marchas conjuntas […] como una manera de disciplinarnos».
Mientras estuvo allí dentro, tan sólo podía ver a sus padres una vez por semana.Pocos años más tarde, sus padres se separarían y el padre de la chica se trasladó de ciudad, abandonando poco tiempo después la Org. A partir de ese momento, Shane se queda sola en Scientology con su madre, a la vez que las tareas y las responsabilidades fueron en aumento «debíamos trabajar prácticamente a tiempo completo […] cuando yo tenía tan sólo 8 años de edad, era obligada a trabajar un promedio de 35 horas semanales […] cuando cumplí los 14 años, mis tareas pasaron a quedar centradas en la cocina».
Junto a estas horas de trabajo continuado «por la organización», la rutina diaria contemplaba numerosas obligaciones cuasi militares: realizar una marcha conjunta por las mañanas, saludar por la causa de salvar a la Humanidad de los estragos intergalácticos descritos por Hubbard en los niveles OT, la obligación que los niños fueran con uniforme negro, la exigencia de ir corriendo y nunca caminando, etc.
Los niños no son escolarizados, cino que dentro del RFP reciben una «educación en casa», que según las personas que estuvieron allí se centraba en una repetición machacona de los principios de Scientology.
Los miembros residentes en el RFP deben pagar su propia comida a un precio de unos 30 centavos de dólar, un precio que incluye la posibilidad de comer los platos preparados fundamentalmente a base de arroz y frijoles. Por lo general, los adultos deben comer primero, en un segundo turno los niños. Shane recuerda que «la comida era francamente insuficiente, y aunque te decían que podías comer todo lo que quisieras, cuando luego igual ibas a buscar más o no quedaba o algo pasaba […] al final, te quedabas con hambre».
Esta mujer recuerda que cuestionar algo de las normas de funcionamiento de Scientology, era castigado rápidamente y de un modo severo «de forma que debían dormir en una pista de squash, que era un lugar lleno de humedad y bastante sucio […] también quedaban obligados a seguir los estudios de Scientology en ese lugar, a modo de castigo por un mal comportamiento […] la idea era que como eras «mala persona» lo único que cabía era ser separado y dormir en esa pista de squash».
Shane recuerda que «tan pronto cumplí los 15 años, estaba trabajando siete días a la semana, unas 14 horas diarias […] y nos decían que si nos esforzábamos podíamos llegar a ganar entre 4-35 dólares a la semana […] teníamos que estar todo el día cocinando para todo el mundo, luego a estudiar las lecciones de Scientology y sin prácticamente tiempo libre para nada».
A finales del pasado año 2010, el padre de Shane decidió sacar a su hija del RFP de Scientology, lo que les ha causado no pocos problemas. El padre se puso en contacto con diversos medios de comunicación para transmitir su intención de sacar a su hija del grupo y al ir a buscarla, se encontró con la sorpresa de la presencia de varios miembros del grupo que se opusieron a que la chica abandonara el grupo. Finalmente, el padre consiguió sacar a su hija del RPF.
La historia del padre de Shane encuentra correspondencia con otras de diversas personas que también vivieron dentro del RPF, como es el caso de Peta Obrien, que vivió en la base del RPF entre 1997 y el pasado año 2000 y que en su experiencia «las jornadas eran interminables […] dos horas de trabajo, más otras dos horas de estudio de los principios de Scientology, para después volver a trabajar con el pico y la pala o arrastrando piedras para erosionarlas».
El abogado Grainne O’Donovan ha dedicado su tiempo y experiencia para ayudar a las personas que salieron del grupo y que buscan que se haga justicia de los abusos sufridos. Este abogado indica que no existe legislación específica en Gales que determine que es ilegal obligar a los menores a trabajar tantas horas. De acuerdo con este abogado, «a cierto nivel, entiendo que Scientology debe estar convencida de la bondad de sus prácticas […] de tal modo que al final el grupo es más importante que la persona».
Existen otros centros ligados a Scientology con el mismo proceder que el RPF de Canadá. Alrededor del mundo existen otros centros similares, a la vez que han aparecido testimonios en diversos países de personas que vivieron dentro de estos centros y que refieren haber sido gritados, o que se les echó agua fría por encima a modo de castigo o que terminaron lesionados por seguir las órdenes del grupo.
Por su parte, el senador independiente Nick Xenophon ha puesto en marcha una campaña para mostrar el funcionamiento de este grupo. Para el senador Xenophon, «lo que apuntan estas historias son situaciones de esclavitud». A la vez, el senador remarca «que la situación es más preocupante en tanto en cuento el funcionamiento de este centro y otros similares, es financiado con fondos públicos, al estar Scientology exenta de impuestos».
Portavoces de Scientology niegan sistemáticamente las historias referidas por personas que abandonaron la Org, que son tildadas rápidamente de «supresivas». Además, insisten en que la estancia en este centro es «voluntaria» y que la gente es libre de abandonarlo cuando quiera.