Después del reciente escándalo en torno al sacerdote francés Bernard Preynat, que conmocionó a la diócesis de Lyon, se ha abierto recientemente otro caso de abuso de menores en contexto religioso en Francia. En esta ocasión, los abusos han sido denunciados dentro del Movimiento de los Focolares, un movimiento presente en España desde los sesenta. La historia del Movimiento de los Focolares (también conocidos como la Obra de María), pivota en torno al mito fundacional de la italiana Chiara Lubich, de quien se asegura que ya a sus 19 años de edad, y coincidiendo con una peregrinación al santuario de Loreto promovida por Acción Católica, tuvo su primera revelación, viendo la Casa de Nazaret y a sí misma ante una procesión junto con la Virgen y San José, quedando convencida de poder abrir un nuevo camino en el que vírgenes y casados pudiera formar una comunidad entregada a Dios, núcleo de lo que posteriormente cristalizaría como el Movimiento de los Focolares.

Unos años más tarde, cuando tiene 23 años, va a salir a hacer unas compras y en su camino experimenta una llamada de Dios, quien le pide una entrega completa; cuenta la historia que Lubich levantó la mirada al cielo y no pudo responder más que con un “sí”. Será un año más tarde, en medio de un bombardeo en pleno contexto de la Segunda Guerra Mundial, cuando protegiéndose en la “casita” -domicilio que será el embrión del primer núcleo focolar-, se compromete junto a otras chicas a una unión en la que se dicen que «estarán dispuestas a morir una por la otra”. Esta “unidad” entre estas primeras chicas, esta “espiritualidad de la comunión” como más tarde se llamará, se traduce también en un mimetismo llamativo, de modo que todas ellas visten, se cortan el pelo y se comportan por igual, aspecto éste que abordé justamente en De l’emprise à la liberté: Dérives sectaires au sein de l’Eglise y que, en otros lugares, he descrito como el funcionamiento clónico característico de las derivas sectarias.

Tendrán que pasar todavía unos años para que la fundadora experimente una serie de visiones celestiales durante varios días, lo que se conoce como “Paraíso 49”, momento en el que Chiara entra en el Paraíso en el contexto de un retiro en los Dolomitas llevado a cabo en 1949. Esta experiencia queda recogida en un documento que sería objeto interesante de análisis no sólo teológico, sino también psicológico. Fruto de esas visiones, en donde se sostiene que la fundadora «penetra en los secretos del Cielo», queda claro que el miembro focolar tan sólo podrá acceder a una serie de revelaciones ascendiendo por una serie de pasos internos, en donde el conocimiento de los misterios está reservado tan sólo a unos pocos. En ese conjunto de visiones, la fundadora tiene conocimiento de los planes de Dios para el futuro de ella, del movimiento y de algunas de sus figuras principales.

Todo pasará a girar en torno a la experiencia de su fundadora, conformándose progresivamente un culto a su persona, ya que es la única que “ha experimentado a Dios” o que “tiene por esposo a Jesús Abandonado”. La literatura esencial es aquella que gira en torno a Chiara. Ese culto a su persona queda condensado en las siguientes palabras, dichas por la misma fundadora en 1950: “cada alma de los Focolares tiene que ser mi expresión y no otra. Mi Palabra contiene todas las de los Focolares. Yo sintetizo a todos. Cuando aparezco así entonces deben dejarse generar por mí y comunicarse por mí. También yo, como Jesús, debo decirles: ‘Quien coma mi carne…’”.

El movimiento se expansiona y fundan su primera Ciudadela: Loppiano, “un laboratorio de fraternidad”. Un entorno en donde se ofrece un ambiente paradisíaco, ya que esta Ciudadela “es una gota misma del Paraíso que se ha deslizado entre las nubes”, en donde los focolares hacen gala de su principal moneda: la sonrisa. De modo que bailan, cantan, llevan a cabo espectáculos coloridos, en una mezcla de razas, en un entorno con música, películas, tiendas y testimonios en directo, en un auténtico bombardeo de amor que deja al visitante cuanto menos aturdido a su salida. Estas Ciudadelas se expanden aún más, formándose otras 20 más alrededor del mundo, porque quieren ser «pequeños Edenes que reproduzcan un entono previo al Pecado Original». Los focolares intentan mostrar a través de estas Ciudadelas cómo será el mundo una vez que sea transformado por el ideal de Lubich, ya que están convencidos de ser “la presencia de María”. Las Ciudadelas se enmarcan dentro de los aproximadamente 60 centros «Mariápolis», ubicados en 49 países diferentes. Estas Ciudadelas son “revolucionarias”, lugares para la «utopía del mundo unido». En España disponen de dos Mariápolis, pero solo una es Ciudadela (el “Centro Mariápolis Luminosa”, inaugurado por la misma Chiara Lubich en su último viaje a España en 2002).

Si bien el movimiento predica la entrega y la humildad, no deja de ser llamativo que en sus festivales que celebran para las familias focolares -“semillas de comunión para la humanidad del Tercer Milenio”, conocidos como FamilyFest-, tiendan a hacer gala de unos impresionantes recursos. El récord de medios desplegados se alcanzó con el FamilyFest de 1993 celebrado en Roma, en donde se pusieron en marcha 13 satélites, 200 estaciones de televisión cubriendo a 150 países en los cinco continentes y con una cuota de pantalla que superó varios millones de espectadores.

El movimiento se organiza en pequeñas comunidades que se gestionan según el modelo de la familia de Nazareth, compuesta por laicos, vírgenes (separadamente, hombres o mujeres), y también casados que, aun viviendo en la propia familia, están totalmente entregados a Dios. El movimiento exige un primer compromiso de vivir con radicalidad el amor hacia el prójimo. Para ello, hay que despojarse de las riquezas, desprenderse de todo aquello superfluo, en el convencimiento de que la entrega y la comunión espiritual devolverá con creces. Más tarde, la fundadora desarrolla “la economía de la comunión”. La idea es la siguiente: un tercio de las ganancias van a la empresa, otro tercio se entrega a los pobres y el otro tercio va íntegro a la Obra de María. Lo que ha llevado que en la práctica más de 700 empresas vinculadas a miembros focolares se dediquen amorosamente a esta economía de la entrega, ya que según Chiara “para amar al prójimo hay que vaciarse por completo”, y tan sólo a través de esta renuncia a uno mismo se alcanzará la comunión con los demás. Sin perder de vista el horizonte prometido: tan sólo aquellos que crean en la unidad alcanzarán la plenitud de la alegría. Se trata de un elevado compromiso al que no todos podrán llegar, y “los que nos dejan lo hacen porque no querían morir: no querían negarse a sí mismos y cargar con la Cruz. O porque son psicológicamente incapaces de la vida en el Movimiento. O porque se han visto abrumados por las tentaciones”.

Antiguos focolarinos refieren un empleo de “la hora de la verdad», con sus correspondientes “correcciones fraternas”, como un encuentro en donde si la respuesta del focolar está de acuerdo con lo que espera Jesús -según el responsable de la comunidad-, entonces es que se camina hacia el Paraíso, mientras que si la respuesta contraria a lo esperado, se va más bien hacia el Purgatorio. La idea en ese tránsito hacia el Paraíso “es pasar por el hielo del dolor para alcanzar el incendio del amor”, lo que según la experiencia de antiguos miembros se traduce en una forma de entrega sumisa y obediente sostenida por el ideario de una espiritualidad de la unidad, ya no con la figura de Cristo a través de la comunión, sino como absorción de la propia personalidad por la comunidad, de forma que se espera del focolar una fusión completa con el grupo; y por otro lado, en la idea de Jesús abandonado, el Cristo sufriente que grita en la Cruz, debe ser siempre amado. La combinación de estos dos aspectos da lugar a la expectativa de una obediencia pasiva por parte del miembro focolar, lo que puede ir erosionando progresivamente la capacidad de pensamiento autónomo, porque el focolar deberá vaciarse por completo para alcanzar esa entrega completa a la comunidad. Más gráfico es todavía el relato de alguna antigua focolarina, que indica que se les explicó que el significado de crear «unidad» como que «no debemos pensar, sino cortarnos la cabeza y cumplir plenamente la voluntad de Dios expresada por la cabeza del focolar de zona».

Los Focolares pueden ser ubicados dentro de ese conjunto de movimientos que un antiguo director focolar, Gordon Urquhart, dio en llamar «los nuevos ejércitos del Papa». Como también en su momento indicara el cardenal Le Grende, poco después de la designación del papa Benedicto XVI, cuatro son los movimientos principales que han sido señalados desde adentro incluso de la Iglesia católica como derivas sectarias y que forman parte de ese ejército: Focolares, Opus Dei, Legionarios de Cristo y Camino Neocatecumenal. Y es que, en palabras de Le Grende, “estos movimientos exigen mucho a sus miembros: obediencia, disponibilidad, exclusividad, contribución financiera importante, reverencia al fundador y a sus directivos”. Y sigue razonando lo siguiente: “frente a tales exigencias, se pueden tener dos impresiones. Se puede pensar qué maravilla y qué generosidad la de esos cristianos que quieren vivir una fe tan comprometida y que para ello no escatimen esfuerzos. La segunda, lleva a preguntarse si tales exigencias no van algo lejos, si no habrán sido presentadas con demasiada insistencia o si no se habrán impuesto a través de presiones mentales anormales y excesivas”.

Cuando un grupo religioso hace del secreto, el dinero y la veneración sus valores esenciales, existe riesgo de una deriva sectaria. Pero también si el grupo institucionaliza tales presiones anormales y excesivas. Tapar o disimular el problema con una capa de silencio es peligroso porque perpetúa el abuso de poder y deja a la víctima atrapada en una culpa sin salida y en el miedo de no ser aceptada por la comunidad o ser perdonado, como he podido comprobar en el trabajo terapéutico con personas que abandonaron alguno de estos movimientos.

El actual papa jesuita Bergoglio tiene dos cardenales focolares cerca: el italiano Becciu y el brasileño João Braz de Aviz, a cargo de los dicasterios de las Causas de los Santos y de los Institutos de Vida Consagrada, respectivamente. Los Focolares tienen un perfil bajo dentro de la estructura Vaticana, aunque ocupan según algunos analistas un 36% del total de los colegios cardenalicios. Actualmente, los focolarinos intentan consolidar todavía su posición a través de la beatificación de su fundadora Chiara Lubich. Para ese proceso de beatificación, el profesor de la Facultad de Teología de la Compañía de Jesús en Bruselas, Jean-Marie Hennaux, elaboró un documento de análisis sobre el Movimiento de los Focolares que entregó al obispo Raffaello Martinelli, quien se lo había pedido poco antes de abrir oficialmente la causa de beatificación de la fundadora del Movimiento Focolar. Este análisis detallado del funcionamiento y la teología focolar se encuentra incluido en el volumen publicado el pasado 2017, en el que tuve el placer de poder participar: “Del abuso a la libertad. Derivas sectarias en el interior de la Iglesia. Testimonios y reflexiones”, un texto que reúne trabajos en torno no sólo de los focolares sino también de otras derivas sectarias encuadradas dentro de la iglesia católica.

Precisamente, y en relación a uno de los cardenales focolares antes mencionados, uno de ellos, el italiano Angelo Becciu, se ha visto involucrado en un escándalo por malversación en septiembre de este mismo año. Recientemente, se le han retirado todos sus derechos cardenalicios. Y es que Papa Francisco le obligó a renunciar como prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, entre otras cosas porque en torno a 2009 compró un inmueble en Londres por parte de la Secretaría de Estado por valor de unos 200 millones de euros; a lo que se sumaba que también había desviado 100.000 € del Óbolo de San Pedro a favor de una cooperativa -cuyo propietario y representante legal es su hermano-, así como por haber facilitado unos 300.000 € de la Conferencia Episcopal italiana para el mismo propósito; pero también por nepotismo, al haber empleado los servicios de otro hermano, que tiene un negocio de carpintería, para renovar su casa en Angola. Hace unas semanas, además, la policía detenía a una mujer cercana a Becciu, «la dama del cardenal», una supuesta experta en relaciones diplomáticas que también habría embolsado una cantidad importante de dinero a la sombra del cardenal focolar.

Ahora, y tras la sacudida generada por la destitución del cardenal focolarino, emergieron denuncias por abusos sexuales dentro del Movimiento de los Focolares. El denunciante que ha abierto la caja de truenos es Christophe Renaudin , un músico y payaso de profesión que en la actualidad tiene 54 años. Se trata de la primera vez que se denuncian casos de abusos sexuales dentro de los Focolares. Según ha recogido el diario francés Les Jours, quien ha ido dando cobertura a estos abusos, Renaudin fue abusado por un laico consagrado. El abusador es Jean-Michel Merlin, que hoy tiene 80 años. Pasó su vida en el Movimiento de los Focolares, desde la década de 1960 hasta 2016, momento en el que fue expulsado.

Todos los escándalos en torno a los abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica en Francia llevaron a que el pasado 7 de noviembre de 2018, durante su asamblea plenaria en Lourdes, los obispos de Francia decidieran, además de las medidas ya vigentes, crear una comisión independiente destinada de manera más general a «arrojar luz sobre el pasado, sobre las consecuencias y restaurar la confianza». Para ello establecieron una comisión independiente responsable de arrojar luz sobre el abuso sexual sobre los menores en la Iglesia Católica desde 1950, para comprender las razones que favorecieron la forma en que se manejaron estos casos y hacer recomendaciones, en particular evaluando las medidas tomadas desde la década de 2000”. De este modo, se constituyó la Comisión Independiente sobre Abuso Sexual en la Iglesia (CIASE), encargada por la Conferencia Episcopal francesa, cuya misión es «establecer los hechos, comprender lo sucedido y prevenir la repetición de tales tragedias». El pasado 3 de junio de 2019, esta misma Comisión hizo un llamamiento para recibir testimonios. Hasta la fecha de cierre el pasado octubre de 2020, se llevaron a cabo 3.652 entrevistas telefónicas, atendieron unos 2.459 correos electrónicos y 360 cartas. Del total recibido, 1.628 víctimas completaron el cuestionario que se les ofreció. Pese al estado derivado de la COVID-19, la Comisión ha podido realizar 190 entrevistas con las víctimas (incluidas 68 entrevistas de investigación) y se han mantenido unas 55 audiencias de expertos y testigos clave, habiéndose realizado otras adaptándose a las circunstancias actuales de pandemia.

Renaudin fue una de las víctimas escuchada por esta Comisión. Siendo un preadolescente, estudiaba en un internado cuando, a finales de la década de 1970, el director propone a su familia llevarlo a las reuniones de los Focolares, activas en Francia. Christophe y sus dos hermanos pasarán los fines de semana en la comunidad focolarina, donde tiene lugar el encuentro con Merlin, entonces un laico consagrado cuarentón, un antiguo ingeniero que había hecho sus votos y dirigía la editorial del movimiento, a la vez que también era el responsable de los adultos jóvenes. La familia de Renaudin, de condición social humilde, quedó hechizada por el carisma de Merlin, hasta lo recibieron en su propia casa.

Merlin enseña a los chicos su oficio de editor y les introduce en el cine de autor. Pero la verdad sobre los fines de semana en la comunidad de los Focolares no fue conocida por su familia hasta principios de los años 90. Cuando tenía entre 14 y 16 años, Merlin habría entrado en su habitación, obligándolo a entregarse a dar besos, la masturbación, intentos de felación y luego, al final, rezando por el perdón. Resulta que sus hermanos y un amigo también estaban sujetos a la misma violencia espiritual y sexual. Como recuerda Renaudin, «no podía pedir ayuda. Merlin supo hacerlo para que no pudiéramos actuar. Se había preocupado de antemano de ganarse la confianza y la simpatía de mi familia».

En 1993, a sus 27 años de edad, Renaudin le pide a Merlin un encuentro personal, que tiene lugar en un café de París. Según relata Renaudin, el hombre guarda silencio y le pide perdón. No solo a él, sino también a sus padres mediante una carta: «Me gustaría que la paz de la Navidad entrara y cambiara cada uno de nuestros corazones», escribe. «Sé que el crucifijo puede darnos a cada uno su paz». Pero es en 1994, después de ver un programa de televisión en el que una víctima de incesto ofrecía su testimonio y en el que se hablaba de la prescripción de tales delitos, cuando el joven se decide a presentar una denuncia por agresión sexual e intento de violación a un menor. Por su parte, los hermanos y su amigo testifican bajo juramento ante los investigadores de la brigada de protección de menores en París. El depredador, en custodia, llega a confesar sus actos, aunque niega en aquél entonces la tentativa de felación (considerada violación y, por tanto, un delito de mayor gravedad). El período de prescripción, en aquellos momentos, para tales abusos sexuales, era de solo tres años, por lo que el caso se dio por cerrado al haber prescrito el tiempo reglamentario. El tema de la felación quedaría como que el agresor se detuvo después de que el niño se negó. Fruto de ese proceso judicial, se condenó a Merlin a pagar a su víctima unos 10 mil euros el pasado 1998.

Renaudin trató de reconstruir su vida, superando los episodios depresivos, las dificultades para completar sus estudios, y luego trabajando e intentando construir relaciones personales, con la ayuda de un largo seguimiento psicoterapéutico. «Tengo 54 años y esta historia sigue muy presente en mi vida. No hay muchos días en los que no piense en ello. Cuando eres una víctima, se come tu capital, tus deseos. Quiero desentrañar la mecánica que hay detrás de todo esto: la del depredador y su víctima».

En 2015, diecisiete años después de la resolución judicial de su denuncia, el caso volvió a atraparlo y lo dejó completamente fuera de juego: otro miembro de los Focolares le advirtió que su abusador, Jean-Michel Merlin, seguía formando parte del Movimiento. De hecho, no será excluido de los Focolares hasta el pasado 2016. Y es que Merlin continuó viajando por el mundo en representación del movimiento, especialmente a principios de la década de 2000, sin ser supervisado por nadie. La cuestión todavía es más grave si se tiene en cuenta que durante todos esos años no se vigiló a la exigencia legal conforme no debía estar cerca de jóvenes o niños en su trabajo de pastoral.

En los últimos meses, después de que Christophe Renaudin contara su historia en una reunión de la Comisión Independiente sobre Abuso Sexual en la Iglesia (CIASE), otros hombres han referido más episodios de abusos en los Focolares y la lista ha ido creciendo. El 25 de septiembre de 2020, bajo la presión de Christophe Renaudin y otros antiguos miembros, los dos co-líderes en Francia de los Focolares se vieron obligados a dirigirse a sus fieles. En un correo electrónico enviado a varios centenares de miembros, el movimiento afirma así que tiene conocimiento de prácticamente unas 30 víctimas identificadas. Es un verdadero terremoto en el movimiento Focolar en Francia, y más allá. En palabras del mismo Ranaudin, “había algo malo, algo que percibimos pero que no pudimos identificar. Y eso provocó una hemorragia de jóvenes que nos dejaron después de unos años. Un desorden difuso al que ahora le puedo dar un nuevo significado. Todos somos responsables de no ver nada, de no prestar atención. No pensamos lo suficiente en las víctimas y preferimos no poner estas cosas en el dominio público”.

En una declaración publicada el pasado 22 de octubre de 2020, la presidenta mundial del movimiento, la señora María Voce, en referencia a la investigación del periódico francés Les Jours y en respuesta a los avances de la Comisión Independiente CIASE, indicaba que “quiero reiterar la plena e incondicional cooperación del Movimiento, para que se pueda conocer la verdad sobre los hechos y se haga justicia a las víctimas.». Aunque, según la información recogida por Les Jours, en la práctica, la actual presidenta focolarina ya estaba al corriente de las acusaciones contra Jean-Michel Merlin desde finales de la década de 1970 y no hizo nada para prevenir que continuara abusando hasta el pasado año 2016. Posiblemente por ese silencio cómplice, y el mismo día en que enviaron tal circular, dimitían Bernard Bréchet y Claude Goffinet, co-líderes del movimiento en Francia, y Henri-Louis Roche, co-líder del movimiento para Europa Occidental.

El trabajo de la Comisión Independiente sobre Abuso Sexual en la Iglesia (CIASE) continuará ahora revisando el material disponible, del que se espera sus conclusiones en otoño de 2021.

 

English version here: The Secret Focolare Rooms

French version here: Les Chambres Secrètes des Focolari

Italian version here: La Stanze Segrete des Focolari