Quince años después de los atentados con gas sarín en el metro de Tokio, y como cada 20 de marzo, empleados, pasajeros y familiares de las víctimas guardaron silencio en cinco estaciones de metro a las 8.00 hora local, la misma hora y lugar donde en 1995 los seguidores de Shoko Asahara, líder de la secta Verdad Suprema, diseminaron el gas sarín y sembraron el caos entre la población.

«Estos quince años he vivido en la injusticia. Pero al final el esfuerzo ha dado fruto», dijo Efe Shizue Takahashi, representante de un grupo de 160 víctimas que, tras años de lucha, ha logrado que sus derechos sean reconocidos. El grupo de Takahashi consiguió que la Verdad Suprema fuera declarada en bancarrota en marzo de 1996. Ello impulsó una nueva ley que entró en vigor en diciembre de 2008, que permitió al Gobierno distribuir compensaciones procedentes del fondo de la secta. Hasta ahora se han otorgado 2.342 millones de yenes (19 millones de euros) a unas 5.000 víctimas, cerca del 76 por ciento del total.

Sin embargo, para los que vivieron el 20 de marzo de 1995, arrastran problemas de salud, como mareos y pérdida de visión, y otros no han sido capaces de volver a tomar el metro, lo que les ha obligado a dejar sus empleos.

La Verdad Suprema también estuvo detrás de otros ataques anteriores con sarín, como los que en 1994 acabaron con la vida de siete personas en la ciudad de Matsumoto (centro de Japón), donde dos jueces tramitaban denuncias contra la secta.

Según el último informe policial, dado a conocer este mes de marzo de 2010, las víctimas de la secta a lo largo de los años ascienden a 6.564, entre fallecidos y heridos.

«Desde entonces mi vida perdió la paz, ya que no me dejaron ni guardar luto tranquilamente. Después me enteré de que no había ningún sistema de asistencia a los familiares de víctimas, e incluso en los juicios no tuvimos asientos reservados, mientras los miembros de la secta sí», explicó Takahashi.

La Verdad Suprema está considerada una organización terrorista en EEUU y la Unión Europea, pero no en Japón, que no ordenó su disolución ni la prohibió a pesar de las denuncias de las víctimas del ataque.

La Justicia japonesa ha condenado a muerte a diez de sus antiguos miembros, entre ellos su líder Asahara, aunque ninguna de las penas ha sido aún ejecutada y el proceso por aquellos ataques sigue abierto.

En la actualidad subsiste bajo el nombre de «Aleph» y sus responsables aseguran que sus enseñanzas se basan en el budismo y el yoga. hace unos se observó la extensión del grupo hacia Rusia, donde llegaron a estimarse unos 3000 miembros. En la actualidad, las autoridades de Japón, que continúan vigilando al grupo, estiman en 1650 los miembros de Japón y unos 300 los de Rusia.