Después de dos años de investigación, un reciente informe cifra en al menos 25 mujeres aquellas que fueron abusadas durante años por el fundador de la conocida comunidad El Arca, Jean Vanier, una organización mundial centrada en personas con discapacidad intelectual (conviene no confundirla con la Comunidad del Arca / Lanza del Vasto). El próximo lunes se hará público el mencionado informe, en donde se detallan los episodios de violencia sexual por parte del fundador contra las religiosas de la comunidad, así como contra otras mujeres que trabajaron también en la comunidad, durante el período comprendido entre 1952 y el pasado 2019.

Los directivos de la comunidad El Arca Canadá -la segunda comunidad que se fundó desde su creación- ya han subrayado, en su descargo, y a raíz de la próxima presentación pública de este informe de casi 600 páginas, que los abusos nunca se produjeron sobre personas con discapacidad y que nunca fue presentado ningún cargo por las mujeres que fueron abusadas. En cuanto a la tarea realizada durante estos dos años por aquellos encargados de redactar el informe, no ha estado exenta de críticas por el secretismo que ha rodeado el caso y la opacidad de la misma iglesia católica. Los encargados de analizar toda al información fueron dos historiadores, un sociólogo, un teólogo, un psiquiatra y un psicoanalista, que tuvieron acceso a documentos reservados, a los mismos archivos de la comunidad El Arca y a documentos de los dominicos católicos, así como a todos aquellos otros documentos escritos por el mismo fundador (incluyendo más de mil cartas escritas); al mismo tiempo, este trabajo de revisión documental se acompañó también de diversas entrevistas en profundidad con casi noventa personas y un buen número de víctimas.

La investigación arrancó a mediados del pasado año 2020, después de que seis mujeres en Francia revelaran que habían sido abusadas por Jean Vanier, su «Padre espiritual» de toda la vida y por el cofundador de la comunidad El Arca, el padre Thomas Philippe. Sus víctimas no eran discapacitadas intelectuales, sino mujeres adultas que, cuando se produjeron las primeras agresiones sexuales, tenían entre 20 y 35 años. Entre ellas había monjas, pero también mujeres casadas y solteras que trabajaban en El Arca. La mayoría eran católicas, con «altos recursos culturales»; la mitad procedía de entornos sociales privilegiados. Al parecer, el padre Thomas se cebaba en chicas más piadosas y psicológicamente vulnerables. En cuanto al fundador, Jean Vanier, no parece haberse cuestionado lo que hacía, salvo años después, en algunos de sus escritos. Los autores del informe indican que «la desnudez parcial y la ausencia de coito, así como la justificación espiritual de los abusos sexuales, llevaron a Jean Vanier a considerar que se trataba de prácticas no sexuales». Tanto el psiquiatra como el psicoanalista al cargo de la evaluación psicopatológica, concluyeron con la presencia aspectos delirantes en el funcionamiento de Vanier.  Algunas relaciones duraron semanas; otras muchas, años o incluso décadas.

El informe abarca 90 años de historia, desde el nacimiento del Jean Vanier en Ginebra en 1928 hasta su muerte en 2019 en Trosly-Breuil, el pueblo donde fundó El Arca. Jean Vanier -el otrora venerado fundador de las comunidades más progresistas del mundo para adultos con discapacidad y candidato al Premio Nobel por el modo en que cambió la forma en que el mundo entendía a los discapacitados intelectuales- se revela como el líder de una secta -término que por cierto mencionan los mismos firmantes del informe- que llevaba a cabo extraños rituales sexuales de motivación pretendidamente religiosa. El informe examina el empleo de El Arca como una cortina de humo para disimular la auténtica naturaleza abusiva de sus fundadores, pero incluye también algunas aportaciones psicoanalíticas a propósito del funcionamiento sexual del fundador de la comunidad.

Jean Vanier tuvo una educación católica privilegiada, pero fría, como hijo del ex gobernador general canadiense Georges Vanier y su devota esposa, Pauline. Fue Pauline quien presentó por primera vez a su hijo a su consejero espiritual en Francia, el padre Thomas Philippe, un fraile dominico francés bien relacionado, veinte años mayor que Jean Vanier. El padre Thomas se convirtió en su obsesión de toda la vida y en su líder espiritual, iniciándole en su culto de abusos y seducción, y en una rebelión de por vida contra el liderazgo de la Iglesia católica – una rebelión que, irónicamente, fue en parte responsable de la fundación de El Arca.

A juicio de los autores del informe, Jean Vanier -solitario y casi sin amigos de niño, criado en una familia siempre ocupada que valoraba el servicio público y la fe religiosa por encima de las emociones- fue un blanco fácil para un depredador como el padre Thomas. En 1952, a la edad de 22 años, después de asistir a una escuela militar inglesa y servir en la marina, Jean Vanier empezó a considerar el sacerdocio. En 1945, ingresó en “L’Eau Vive”, un centro internacional de formación financiado por el padre Thomas. L’Eau Vive estaba «a medio camino entre la comunidad religiosa, el albergue juvenil cristiano y el campus universitario al estilo americano», centrándose en la teología y la vida contemplativa. Estaba situado cerca de varios conventos, uno de ellos dirigido por la hermana del Padre Thomas, Marie-Dominique Philippe, una madre superiora dominica.

El padre Thomas utilizó L’Eau Vive y un total de cinco conventos para procurarse parejas para saciar sus apetitos sexuales poco ortodoxos a partir del pasado 1938. Según cuenta, se encontraba delante de un fresco de la Virgen María y experimentó una «unión mística» con ella y sus «gracias», que incluían sus genitales. Según el informe, su hermana fue otra de sus proxenetas: «empujó a varias de sus monjas a los brazos de su hermano mientras mantenía relaciones homosexuales con varias de ellas e incestuosas con su hermano». El padre Thomas justificaba estos actos con teorías teológicas de su propia invención. Por su parte, Jean Vanier se convirtió en acólito espiritual del padre Thomas y, con el tiempo, en copartícipe de sus actividades sexuales.

En 1952, una investigación sobre el comportamiento del padre Thomas llevó a Jean Vanier a asumir la dirección de L’Eau Vive. Defendió enérgicamente al padre Thomas cuatro años más tarde, cuando el sacerdote fue declarado culpable de graves abusos sexuales, expulsado de la orden dominica y despojado de sus derechos como sacerdote. Incluso en 2012, cuando se le preguntó por el padre Thomas, Jean Vanier describió el altercado como poco más que un “desacuerdo doctrinal”.

Vanier pasó los siguientes ocho años en un camino errante que describió a sus padres como un período de búsqueda y soledad «para poder saber lo que Jesús me pedirá.» Una buena fachada, ya que, de hecho, mantuvo un contacto estrecho, aunque secreto, con el padre Thomas y su grupo principal de «iniciadas», mujeres a las que él y el padre Thomas «acompañaban» en sus prácticas místico-sexuales-religiosas. Jacqueline d’Halluin, compañera sexual del padre Thomas, inició entonces al Jean Vanier en los rituales, bajo la dirección del mismo padre Thomas. Cuando, sesenta años más tarde, se le confrontó por primera vez con estos detalles, Vanier afirmó tener un conocimiento vago de lo que había sucedido. Según el informe, el Vaticano nunca reveló públicamente los resultados de su investigación sobre el padre Thomas, una de las principales razones por las que los abusos continuaron durante décadas. Pero varias autoridades, incluido el Papa Juan XXIII, intentaron persuadir a Jean Vanier para que rompiera sus vínculos con el padre Thomas. Por su parte, el mencionado Padre Thomas fue diagnosticado como «loco», «pervertido sutil» y “esquizofrénico delirante”. Pero, como Vanier reconoció más tarde, no pudo abandonar a su mentor. Y es que, según más tarde admitiría él mismo, esa relación fue la más profunda y a la vez la más problemática de su vida.

Tanto Jean Vanier como su maestro el padre Thomas, se convirtieron en expertos en el arte del secreto y del disimulo, un comportamiento sorprendentemente (y convenientemente) opuesto a la reputación de Jean Vanier como líder compasivo y dotado. Con la ayuda del mismo Vanier, el deshonrado y exiliado padre Thomas continuó sus relaciones místico-sexuales con mujeres, “las pequeñas”, como él y Jean Vanier las llamaban. De hecho, Jean Vanier proporcionó al clérigo un mono y un pasamontañas de motociclista para que el famoso apóstata pudiera moverse sin ser detectado de cara a continuar perpetrando los abusos. También se aseguró que “las pequeñas” estuvieran «bien descansadas» para sus encuentros con el padre Thomas. A cambio, Thomas organizaba «el acceso inmediato a gracias místicas excepcionales», es decir, experiencias sexuales. Los encuentros sexuales eran excéntricos y a menudo no coitales. Normalmente comenzaban con Jean Vanier de rodillas rezando, con la cabeza apoyada en el pecho desnudo de la mujer -la oración desnuda era habitual-, seguido de besos y caricias e incluso eyaculación.

En las numerosas cartas que intercambiaron Vanier y sus víctimas, toda esta actividad perversa se expresaba en un lenguaje espiritual hiperbólico autojustificativo: comparten «una inmersión en el Amor divino» mientras «se unen en la oración» y «penetran en los misterios» de la búsqueda de un «buen placer» a través de Dios. Se refiere a sí mismo como «el Cristo» o «el novio». Cuando una mujer le pregunta qué está pasando, él tiene una respuesta de libro en un contexto sectario: «No somos nosotros, somos María y Jesús».

Muchas de las mujeres confesaron sentirse confusas y perdidas, en parte por la creciente reputación de Jean Vanier como líder compasivo y carismático de una causa justa y respetada. «Me tranquilizaba la conciencia», recuerda una de las víctimas. Su comportamiento sorprendía a menudo a sus víctimas. Una vez, cuando una mujer reveló que mantenía una relación (prohibida) con un jesuita, Jean Vanier se rió. Los investigadores comentan con frecuencia la ingenuidad de Jean Vanier. «No sabía si era bueno o malo», dijo una de sus víctimas. «Después de la primera vez, estaba totalmente perdida… Al mismo tiempo, también me hacía sentir bien». Dijo otra: «No quería decepcionarle».

Junto a todo este despliegue perverso dentro de una estructura religiosa, el informe incide también sobre la propia historia fundacional de El Arca. Jean Vanier se instaló en una casa con dos discapacitados intelectuales que no podían hablar, en la localidad de Trosly-Breuil, a las afueras de París, en 1964. Pero las pruebas revelan ahora que lo hizo, principalmente, para estar lo más cerca posible del padre Thomas, que vivía cerca de ese domicilio en un semiexilio religioso. Incluso el nombre de El Arca fue idea de la señora d’Halluin, la compañera del padre Thomas, quien inició a Jean Vanier en el culto sexual.

Si bien todo este malfuncionamiento de sus fundadores se alargó durante décadas, el informe indica que «hay pocas pruebas de que la toxicidad [de la secta] se infiltrara profundamente en El Arca». Una de las posibles razones de que no calara más hondo toda esta cultura de abusos sexuales (y el informe cita varias) fue que, a medida que El Arca se expandía como refugio, estaba sometida a más normas y escrutinio externo a nivel sanitario. En estos momentos, la única rama de El Arca que ha reaccionado ha sido la canadiense, mientras que en los espacios web de la Comunidad El Arca de España u otros países, no hay referencia alguna a las conclusiones del informe realizado.