Un reciente artículo de una conocida periodista del Japón, Mutsuko Murakami, abordaba recientemente esta pregunta. De hecho, el arresto en Tokio de Katuya Takahashi, antiguo miembro de Aum de 54 años, en un café de manga a mediados del mes pasado, marcó el final de la búsqueda para el último de los tres fugitivos sospechosos de crímenes de la secta Aum Shinrikyo.
El 31 de diciembre de 2011, Makoto Hirata, de 46 años, se entregó voluntariamente en una comisaría en el centro de Tokio, lo cual fue una gran sorpresa. Y a principios de junio de este año, Naoko Kikuchi, fue capturada en un suburbio de Tokio, seguido por la reciente detención de Takahashi.
Decenas de responsables del grupo y sus seguidores han sido arrestados y condenados a diversas penas en estos 17 años, junto con la pena capital para su fundador Shoko Asahara. El grupo había caído en el olvido en las mentes de la mayoría de japoneses, pero la investigación continuó hasta conseguir la captura de los últimos tres fugitivos.
Según los informes oficiales del Japón, Aum Shinrikyo llegó a tener más de 10.000 seguidores en su mejor momento. Pero después que sus crímenes terroristas salieran a la luz y sus líderes detenidos, el grupo se escindió en dos grupos disidentes.
Su grupo principal, rebautizado Aleph desde el año 2000, logró ganar más adeptos en los últimos años. En la actualidad cuenta con unos 1.100 seguidores, de los cuales más de 200 se unieron el año pasado según ha informado la policía de Tokio. Disponen de diversas empresas informáticas y buena expansión en la antigua Unión Soviética.
Los analistas del Japón señalan que los nuevos seguidores son jóvenes que no saben mucho acerca de Aum Shinrikyo. Los reclutadores del grupo tienen gran habilidad para atraer a los jóvenes vulnerables en eventos divertidos, actividades de meditación o yoga, incluso a menudo a través de las redes sociales.
Pese al atentado, el mismo Takahashi le dijo a la policía cuando era arrestado que le gustaría continuar la meditación y la «formación religiosa» en el centro de detención. En el juicio a Asahara, numerosos asistentes profirieron gritos de apoyo hacia el gurú.
Murakami tuvo ocasión de entrevistarse con alguno de estos seguidores en activo, constatando que seguían defendiendo a su guru -pese a haber orquestado el ataque con gas sarín en el metro de Tokio con más de 6000 heridos y 13 fallecidos-.
Aun no sólo no desapareció, sino que se diversificó y camufló bajo nuevas propuestas para atraer a miembros más jóvenes al movimiento, que continúa bajo vigilancia por la Agencia Europea de Seguridad Pública a la par que por otros organismos contra el terrorismo.