En los últimos meses, hemos tenido ocasión de atender algunas solicitudes de información en relación a la Escuela de Solidaridad, una entidad orientada inicialmente a niños y adolescentes en riesgo de exclusión social. Esta Escuela empezaría su actividad de manera informal en torno a 1985, mediante un convenio con el Servicio de Atención a la Infancia de Granada. Desde hace más de 20 años, su misión ha sido «crear una familia»: proporcionar lazos afectivos, un entorno estable, formación y ayuda a la reinserción social a personas que viven en situación de exclusión social.

La Fundación Escuela Solidaridad como tal nació en Granada en el año 1997, bajo la denominación “Fundación Hogar el Bosque” de la mano de tres personas: Ignacio Pereda Pérez, Ángel Zafra Plaza y Santiago Benítez Pérez. Las casas-hogar de la FES se encuentran en Sierra Elvira, un municipio a 10 km de Granada, una pedanía de apenas 300 habitantes situada junto al mayor nclave de población marginal y de etnia gitana al norte de la región (Pinos Puente). A lo largo de más de dos décadas de historia, la fundación ha contado con diversos hogares dispersos por la geografía andaluza: Valverde del Camino, Brácana, La Resinera, Villa Candela y La Zubia.

En 1998 los socios cambiaron la denominación de la Fundación por la actual “Fundación Escuela Solidaridad”, a la par que empezaron a ampliar su ámbito de actuación, extendiéndose al resto de regiones españolas y otros países. Además, ampliaron su ámbito de intervención a madres con hijos en situación de emergencia, a personas con distintos tipos de minusvalías y con dificultades de integración, inmigrantes sin recursos y colectivos de otros países, adultos que se encuentran en situación de exclusión social, familias desestructuradas y, en general, cualquier persona carente de recursos que precise ayuda humanitaria.

En enero de 2004 la fundación adquirió la finca de 3.300 m2 en Sierra Elvira, Municipio de Atarfe, a 11 km de Granada, con 8 casas adosadas y una nave industrial donde se ubican los talleres ocupacionales. La Fundación se define actualmente como un proyecto que pretende recuperar «el sentido familiar de personas» que, por diversas circunstancias, no han podido ni pueden experimentarlo. En la actualidad, se estima que pueden haber unas 65 personas acogidas en la Fundación, repartidas en 8 casas (5,8 ó 10 personas por casa).

Pero más allá de estos loables objetivos, lo cierto es que esta Escuela tuvo ya problemas a inicio del pasado 1999 y la misma Junta de Andalucía expresó sus dudas con respecto a esta organización; de hecho, la misma delegada de Asuntos Sociales se refería entonces a que la organización había tenido decenas de denuncias ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía debido a la desatención de sus internos y la no homologación de sus casas de ayuda.

Mirando de cerca el discurso de su principal impulsor Ignacio Pereda, se observa que tiende a presentarse como “padre de todos”, siendo «fiel a su proyecto de seguir a Jesús de Nazaret, haciendo familia con aquellos que no la tienen. Sólo ese género de personas que todo lo dan, sin guardar nada para sí, pueden operar milagros”. Lo que no sido óbice para que alguna de las personas que pasaron por allí los describa como una secta, como se puede observar en uno de sus mismos foros, en donde además se les acusa de haber abusado de algún menor, que ellos mismos niegan alegando que se trata de meras difamaciones.

Otro hecho muy llamativo de esta Fundación es que muchas de las actividades que se promocionan -tanto para las personas que viven allí, como para las personas invitadas- coinciden con las actividades que se proponen en otras «comunidades espirituales» con las que se relaciona, entre ellas: la Red Iberoamericana de Luz, Lucis Trust, Portal Dorado, Amigos de Findhorn, Fundación Ananta, Gran Hermandad Blanca, Hermanos del Águila u otras. Efectivamente, alguno de los grupos con los que comparten sinergias han sido descritos como derivas sectarias. En este sentido, la Fundación se ofrece como un “punto de luz”, creando «redes» con otras comunidades que asisten a diferentes encuentros por todo el territorio nacional, ofreciendo “puntos de luz” que deben ir extendiéndose hasta hacer llegar su mensaje al mundo para llegar a ser «una gran familia».

Otro elemento muy llamativo de esta organización es que de acuerdo con el mismo Ignacio Pereda, «F.E.S. es una alternativa al sistema, no depende de ninguna subvención lo que le hace libre a la hora de marcar sus objetivos y a la vez vulnerable porque depende de la solidaridad de sus socios, esperemos que cada día sean más”. Es decir, que la Fundación de forma expresa reitera en su discurso no obtener fondos públicos y vivir solamente de la caridad. Ahora bien, lo cierto es que ha recibido fondos públicos para apoyar algunos de los proyectos en los que trabaja o dice trabajar, además de la colaboración de distintas organizaciones y algunas empresas de Economía Solidaria en las que se venden los artículos confeccionados por las personas vulnerables a las que acoge, mediante la creación de talleres ocupacionales de cobre, cerámica, velas, marquetería o el reciclado de cartuchos de tinta y tóner, siempre con la pretensión de generar oportunidades para estas personas.

Más concretamente, el pasado año 2011 la Fundación recibía la ayuda por un total de 66.450 € para financiar actividades en el marco del programa de acción comunitaria de la Comisión Europea “Juventud en Acción”, del Instituto de la Juventud. Pero también la Fundación recibe financiación y ayuda por parte de entidades privadas. Por ejemplo, el pasado año 2008 la Obra Social de La Caixa destinaba 200.000 € para apoyar la puesta en marcha de la iniciativa solidaria llevadas a cabo por la Fundación Escuela de Solidaridad. Pero también escuelas como St. George ́s Schools Group -una empresa que se define como socialmente responsable- colabora con la FES a través de donaciones para materiales para la construcción y colectas de alimentos. En paralelo, la Fundación ha creado un conjunto de tiendas solidarias, a través de las cuales se pueden adquirir los productos artesanales elaborados por las personas acogidas en la Fundación. Y, a través del «Movimiento FES”, la Fundación cuenta con un directorio de empresas que ceden una parte de los beneficios que obtienen por la venta de sus productos, de forma que comprando en dichas entidades a nivel particular se colabora de forma indirecta, apoyando los proyectos de FES (aunque el directorio de empresas fue retirado de la web, alguna de ellas son la Correduría de Seguros Hiperpólizas, el Centro para Mayores Seadis, S.L., la empresa de organización de eventos y gestiones Eventares o la escuela de formación para directivos Ptencia-t). Además cuenta con el apoyo de algunas entidades privadas como una cofradía y algunos movimientos espirituales como la “Familia Albertina”, así como el apoyo comunitario a través de encuentros, mercadillos, etc.

Por lo general -y pese a estas ayudas que según ellos no reciben-, el agua, la luz, la calefacción y todos los gastos generales que generan las casas de acogida son sustentadas con las aportaciones de los socios; ser socio de la Fundación Escuela de Solidaridad no tiene un coste fijo (normalmente los socios aportan en torno a 50 € mensuales, pero siempre queda a la voluntad y situación personal de cada uno de ellos).

A nivel de organización, la Fundación se sustenta en las propias personas acogidas y de los voluntarios/as, pero sin ningún tipo de control o supervisión instucional. Por lo general, son las personas más capacitadas las que se encargan de la formación del resto de compañeros con los que conviven, eximiéndose la FES de la responsabilidad de ofrecer apoyo profesional a los residentes. Por contra, lo que parece ofrecer la Fundación es un «intercambio» con las personas a las que acoge para que realicen los trabajos comunitarios en la entidad (así como la participación en los talleres y actividades) a cambio de alojamiento y comida, sin que en ningún caso reciban retribuciones económicas por estas labores, amparándose en que «sobreviven de la caridad». No parece que tampoco dispongan de un programa de reinserción específico. Y aunque afirman atender a personas con discapacidad física, tampoco sus instalaciones se encuentran adaptadas para darles la acogida y los servicios profesionales necesarios, por otro lado inexistentes.

El objetivo, por tanto, es dar un «hogar» y sentimiento de «familia» de manera que toda la reinserción radica en eso, lo que se traduce en vivir en comunidad y colaborar en todas las tareas asignadas para el sustento de la Escuela, con un importante énfasis en la vida en comunidad, vida comunal muy impregnada de una pseudoespiritualidad difusa encuadrable mayoritariamente dentro de la nebulosa de la new age y ya no tanto la reintegración de estas personas en situación de exclusión social bajo los parámetros de programas específicos y adecuadamente supervisados. Es posible que por estos motivos la delegada de Asuntos Sociales de Andalucía afirmara hace unos años que «esta fundación actúa en realidad como una secta y está engañando a los granadinos».