La Oficina de Cultura de Cluny (OCC) es un asociación católica fundada en 1963 en París por Olivier Fenoy, un comediante que propuso mostrar a través de su profesión y la creación artística, las profundas aspiraciones del hombre recogidas por el Papa Pío XII entre 1948 y 1953. Desde su fundación, la asociación Cluny ha apoyado a numerosas asociaciones y a otras organizaciones con vocación cultural, artística o educativa, realizando numerosas actuaciones en Francia, Quebec, Chile, pero también en Bélgica, Inglaterra, Italia, Hungría, en Portugal, Lituania, Argelia, Angola, Líbano y Estados Unidos.

La Oficina de Cultura de Cluny se especializó desde sus inicios en la animación cultural y la creación artística a través de la producción de obras de teatro. Como recoge el sitio chileno de Cluny, «el ejercicio de las artes en Cluny es una operación mayéutica por la que se busca dar a luz la mejor humanidad que hay en cada persona. Buscan devolverle la capacidad instalada para ver en lo visible lo invisible, para oír en lo audible las voces del silencio y del misterio». Para Fenoy, la autenticidad surgirá del compromiso en escena, a través del vínculo con la persona. Bajo la inspiración del enfoque personalista de Emmanuel Mounier y de la espiritualidad benedictina, el fundador propuso dar un paso más allá, un paso como comunidad al comprometerse como cristianos laicos en una forma de compromiso interpersonal con el proyecto de Cluny. Sin embargo, eso no era todo. Su fundador estableció en torno a su persona una comunidad de trabajo y de vida impregnada fuertemente por un mensaje religioso.

Pero antes de llegar a este punto de vida en comunidad y con un fuerte compromiso con el proyecto Cluny, hubo todo un desarrollo previo del movimiento. Así, entre mediados de los sesenta y hasta inicios de los setenta, la actividad de Cluny se centró básicamente en la creación de una red de voluntarios, que se estabilizan y desarrollan actividades centradas en lo teatral, lo artístico, así como conferencias o cine fórums. Durante esos años, se fundan los primeros centros de reunión y de reflexión en círculos estudiantiles de París y en las catorce principales ciudades francesas que fueron dando cabida a estas actuaciones culturales.

Ya entrados en los setenta, la Oficina de Cultura de Cluny fue aprobada como una organización de educación y nombran a su fundador, Caballero por la Orden Nacional del Mérito, al tiempo que obtiene un nombramiento para el Alto Comisionado de la Juventud, Deportes y Ocio. Durante los setenta, la OCC experimenta un crecimiento sorprendente, abriendo numerosos centros a los que enviaba a sus voluntarios para «trabajar en el campo de la animación sociocultural», al mismo tiempo que en esos mismos años el movimiento se hace con un patrimonio importante en bienes inmobiliarios.

En los noventa, Fenoy puso en marcha también el congreso «¿Y si la belleza pudiera cambiar el mundo?», un evento que «reúne a personas venidas de varios países y continentes, hombres y mujeres de todos los ámbitos profesionales que … comparten una misma convicción, lo bello actúa en profundidad, le devuelve al hombre dignidad y esperanza. En este encuentro, tiempo de fiesta y de trabajo cada uno comparte su búsqueda y su esperanza formando así un mosaico abierto, que abre espacio a nuevas prácticas que pueden participar a la renovación de la actividad artística, social, cultural, económica».

Y es también en los noventa, cuando aparece la mención a este movimiento en un informe parlamentario sobre sectas. Fue en este momento cuando Fenoy, -cuyo nombre fue citado ampliamente en el mencionado informe- «oficialmente» deja la dirección general de la OCC, evitando aparecer en primera línea, pero continúa ejerciendo su autoridad de facto sobre todos los miembros permanentes y las diversas actividades que se realizaban.

La asociación Patrimonio y Desarrollo (antiguamente conocida como «Asociación Santa Esperanza») se constituye entonces para reunir todo el patrimonio de la OCC (casas, castillos, propiedades, embarcaciones, legados …). Desde finales de los noventa, y teniendo en cuenta las primeras denuncias de posible sectarismo, Fenoy se esfuerza en separar su actividad artística del patrimonio obtenido.

Recientemente, se celebró el juicio contra la OCC y su líder por parte de veintiún antiguos trabajadores. La OCC estaba al cargo de la explotación del Castillo de Machy desde el pasado 1993, junto con la compañía de teatro L’Arc-en-Ciel, y disponía de numerosos colaboradores que durante años no percibieron contraprestación económica alguna, ni tan siquiera cotizaron a la seguridad social, y eso que para la mayoría de ellos el único trabajo que realizaron durante años fue el que llevaron a cabo en el castillo de Cluny. La sentencia en contra de Fenoy ha sido firme y le obliga a indemnizar a sus antiguos colaboradores. Como resultado, Oliver Fenoy ha cesado en la dirección del grupo de teatro (si bien ya había renunciado «oficialmente» también a la dirección de la OCC el pasado 1996).

Esta semana, Fenoy tuvo que enfrentar otra audiencia judicial por la demanda que él mismo interpuso contra Martine Poirson, una antigua miembro de la OCC que refirió «maniobras de naturaleza sexual por parte de Fenoy», al mismo tiempo que «manipulación por su posición de autoridad sobre el conjunto de la comunidad». Se trataba de hechos antiguos que no llegaron a entrar como denuncia, pero ante los cuales Fenoy interpuso demanda legal por supuestas difamaciones para desacreditarlo. Y es que la Sra. Poirson introdujo su testimonio en el proceso judicial de los veintiún demandantes contra la OCC. La Sra. Poirson, que fue miembro de la comunidad entre 1981 y 1991, describió el rol de Fenoy en la OCC como «un guía espiritual y temporal a quien se debía obediencia, incluso sexual, porque la obediencia es el camino de la salvación». Y nadie podía contradecir las decisiones de Fenoy. Finalmente, el Tribunal desestimó el recurso presentado por Fenoy y lo condenó igualmente a indemnizar con 2.000€ a esta antigua colaboradora de Cluny.

De hecho, muchos ex miembros de esta organización pseudo-católica (nunca reconocida por la iglesia católica) no habían hablado antes, pero al saber que la Sra. Poirson podía ser procesada penalmente por decir la verdad, decidieron empezar a hablar de lo que ellos habían vivido. De este modo, lo que era inicialmente una demanda por explotación laboral, acabó abriéndose a otros delitos. Así, uno de los denunciantes testificó que se dieron «demandas sexuales ocultas», «besos forzados» o «graduación de los servicios sexuales de acuerdo con el avance en el compromiso monástico». Este denunciante explicó en el juicio cómo el rechazo de la gratificación sexual a Fenoy comportaba exclusión y apartamiento de tareas importantes, al mismo tiempo que reconoció cómo su vida entera pasó a estar regida por el dictado de Fenoy. Los denunciantes hablaron también de pérdida de voluntad, presiones emocionales, la depresión y la indefensión, la marginación, la subyugación, … Y eso sin contar el importante acumulo patrimonial que según las cifras ofrecidas en el juicio pueden rondar los aproximadamente siete millones de euros.

Otros denunciantes aportaron igualmente su experiencia, como el caso de un hombre que entró en la comunidad OCC a sus 16 años, admirando la tarea que realizaban y pasando en poco tiempo a convertirse en postulante para luego convertirse en miembro regular, debiendo obediencia incondicional a Fenoy, «sentía una gran admiración por este Padre Espiritual…recuerdo las primeras reuniones y el sentimiento que tenía de ser un privilegiado…me dedicaba mucho tiempo…hasta que llegó el primer beso, que acepté con mucho malestar…con el argumento de que en el Evangelio de Marcos, Jesús toca la lengua de un hombre con su propia saliva para darle la palabra…luego ya vinieron los masajes, porque me decía que yo tenía mucho talento para los masajes…luego ya las caricias, las masturbaciones…todo aquello parecía una relación incestuosa».

Las indemnizaciones por daños e intereses acumulados ascienden a cifras que oscilan entre los 25.000 y los 100.00€ según el caso. El total de la indemnización que deberá pagar a los denunciantes asciende al millón de euros.