Con cierta regularidad, aparecen en diversos medios de comunicación noticias relacionadas con supuestos abusos satánicos sobre los adultos y los niños, provenientes en su gran mayoría de fuentes religiosas. Hace ya unos meses, apareció en Inglaterra un video escalofriante en donde dos menores describían pretendidos rituales satánicos realizados por una «secta satánica».

En el video que fue colgado en Internet y que llegó a recibir 4 millones de visitas, los niños hablaban de «un grupo conformado por gente poderosa y rica que habrían conformado una secta orgiástica para torturar a los niños, asesinar bebés, degollarles para beber su sangre y bailes en torno a tales supuestos sacrificios rituales».

El video levantó la alarma de la comunidad eductiva en un suburbio de Londres. Los responsables del centro citaron a los padres y algunos maestros, como supuestos integrantes de tal «culto satánico», al mismo tiempo que una oleada de activistas alzaron su voz para pedir detenciones.

Sin embargo, tras unas horas de interrogatorio en la comisaría de policía, los dos menores acabaron reconociendo que habían grabado ese vídeo por las presiones de su madre y su nueva pareja. De este modo, el Tribunal dictaminó el pasado mes de marzo que nunca exitió tal «secta satánica», señalando más bien la importancia de la presión sobre los menores de sus propios padres para realizar el video.

En la sentencia definitiva se remarca, igualmente, el enorme daño emocional que ha podido causarse sobre los menores, «ya que su inocencia fue invadida, su contacto con la realidad empezó a quedar en entredicho y sus mentes estaban intoxicadas».

Este tipo de historias no son infrecuentes. En un libro que coordiné el pasado 2007, Estudios clínicos sobre sectas, ya recogíamos un trabajo de un especialista en que describía tal epidemia de supuestos abusos satánicos rituales recuperados mediante procedimientos hipnóticos.

Todas estas historias oscuras y ficticias, recuerdan al fenómeno de los ochenta del «pánico satánico». En 1973, Flora Schreiber escribió un libro llamado «Sybil», un texto novelesco que recogía la vida de una la paciente Shirley Mason y su terapeuta Cornelia Wilbur, quien aseguraba que «había llegado a estar poseída por 16 personalidades diferentes» y que terminó convirtiéndose en una adaptación televisiva de mucha audiencia en los EE.UU. en 1976. Según su autora, durante sus sesiones, Shirley reveló lo que al parecer fueron «recuerdos reprimidos de abusos infantiles»: describía cómo su madre la agredió sexualmente con antorchas y botellas, realizó orgías góticas en el bosque con las adolescentes o la enterró viva. La paciente, asegura el libro, tuvo hasta 16 personalidades diferentes y fue un trampolín para reforzar el diagnóstico del controvertido «trastorno de personalidad múltiple», ahora conocido como trastorno de identidad disociativo.

Sin embargo, otros psicólogos, entre ellos Herbert Spiegel, que de vez en cuando atendió a Shirley, ponen en duda las conclusiones de Wilbur. La acusaron de manipular a su paciente mediante sugestión y gracias a la ayuda de una «droga de la verdad» (pentotal sódico), cuya eficacia para inducir falsos recuerdos ha sido demostrada.

Tras este libro, aparecieron numerosos casos de supuestos abusos satánicos rituales recuperados en «terapia» mediante hipnosis o visualizaciones guiadas.

En 1980, el psiquiatra Lawrence Pazder y su paciente (y más tarde, su esposa) la Sra. Michelle Smith, escribieron el libro «Michelle Remebers», un relato de cómo tras 600 horas de terapia mediante hipnosis con su marido, llegaron a extraer sus supuestas experiencias de ser torturada, encerrada en jaulas, asaltada y obligada a tomar parte en rituales sexuales satánicos. El libro fue desacreditado por investigaciones posteriores, que apuntaban importantes inconsistencias en su narrativa y plantearon serias dudas sobre la fiabilidad de recuerdos hipnóticamente recuperados.

En 1983, Judy Johnson, de California, acusó a un maestro de preescolar de haber abusado sexualmente de su hijo, añadiendo que diversos profesores habían mantenido relaciones sexuales con animales o incluso aseguró haber visto a algún profesor volar. Johnson fue hospitalizado con esquizofrenia paranoide y murió antes del final de la audiencia preliminar, por problemas derivados de su alcoholismo. No obstante, se entrevistaron a numerosos niños por el supuesto incidente y resultó que los estudiantes se vieron obligados a hacer afirmaciones extravagantes debido al alto componente sugestivo de las entrevistas: túneles secretos bajo la escuela en donde supuestamente se habrían perpetrado tales abusos; orgías supuestamente realizadas en túneles de lavado y aeropuertos; juegos inquietantes en el que los niños habrían sido fotografiados desnudos; la mutilación de cadáveres; beber sangre; sacrificios de bebés; o que un profesor era capaz de volar.

Lo más grave del caso si cabe, es que Pazder fue llamado por los Tribunales en calidad de «experto en abuso satánico ritual», y que corroboró todas las historias fabricadas por los niños bajo sugestión. En 1990, todos los cargos fueron retirados al comprobarse la inexistencia de ningún abuso, mucho menos ritual o satánico.

Existen evidencias a partir de los estudios de Richard Ofshe o Elisabeth Loftus, de cómo la visualización guiada y la coerción en una relación profesional pueden llegar a instaurar falsos recuerdos o inclusive fantasías morbosas.

Por su parte, un representante del FBI, el agente especial Ken Lanning, indica que si bien existe un número creciente de denuncias por supuestos abusos satánicos rituales, lo cierto es que hasta el momento no existe evidencia que apoye tales denuncias.

Y es que el satanismo sigue siendo, en su mayor parte, el resultado bizarro de mentes distorsionadas, sin que se requiera gota de sangre derramada.