Hace unos días falleció el psiquiatra Bennett Braun, un especialista cuyos diagnósticos de supuestos recuerdos reprimidos de terribles abusos por parte de adoradores del diablo contribuyeron a alimentar lo que se conoció como el «pánico satánico» en los ochenta y noventa, dando lugar a toda una serie de publicaciones que empezaron a describir el «abuso ritual».
El psiquiatra en cuestión había adquirido renombre a principios de la década de los ochenta como experto en dos de las áreas más populares y controvertidas del tratamiento psiquiátrico: los recuerdos reprimidos y el trastorno de personalidad múltiple, ahora conocido como trastorno de identidad disociativo. El susodicho afirmaba que podía ayudar a los pacientes a descubrir recuerdos de traumas infantiles, cuya existencia, según él y otros, era responsable de la fragmentación del yo de una persona en muchas personalidades distintas.
En este sentido, creó una unidad dedicada a los trastornos disociativos en Chicago (ahora conocida como Rush University Medical Center), fue invitado con frecuencia en diversos medios de comunicación y participó en la fundación de la Sociedad Internacional para el Estudio del Trauma y la Disociación, una organización profesional que hoy cuenta con más de 2.000 miembros. De hecho, fue justamente desde esa importante plataforma desde donde el Dr. Braun hizo públicos sus hallazgos más sorprendentes, por no decir alucinantes: que en docenas de casos que él sostenía haber atendido, sus pacientes descubrieron recuerdos de haber sido torturados por sectas satánicas y, en algunos casos, había ayudado a sus pacientes a recordar cómo ellos mismos habrían participado de tales atrocidades como actores del abuso ritual.
Desde luego, y como recogí en el texto de Estudios clínicos sobre sectas (2007), no fue el único psiquiatra que hizo tales afirmaciones, si bien sus aseveraciones fueron la clave de un creciente pánico nacional. En este sentido, a lo largo de la década de los ochenta aumentaría vertiginosamente el número de personas, tanto niños como adultos, que afirmaron haber sufrido abusos por parte de satanistas. Toda esta oleada de pánico satánico arrancó con la publicación del conocido libro «Michelle Remembers«, en el cual una mujer canadiense sostenía haber recuperado recuerdos reprimidos de supuestos abusos rituales.
En aquellos años, los programas televisivos se deleitaron con estas historias que contribuyeron a expandir el bulo de tal actividad satánica, dando lugar a que se formaran incluso algunas sectas en torno a esta cuestión. En esos años, se cerraron numerosas guardería bajo la sospecha -avalada por psiquiatras- de que en aquellos lugares podrían estar traficando con los niños para llevarlos a supuestos rituales satánicos. La profesión psiquiátrica tuvo parte de responsabilidad en tal crecimiento del pánico satánico, ya que durante años no dijeron nada al respecto de las propuestas locas de este psiquiatra, lo que redundó en la supuesta autoridad científica del fallecido psiquiatra, organizándose cursos, seminarios, publicaciones y formaciones en torno al «SRA» (Satanic Ritual Abuse). En cuanto a la psiquiatría como profesión, se trata éste de un episodio de su historia que no quieren mencionar, como quedó en evidencia cuando un conocido historiador quiso recordar estos hechos fuera censurado su trabajo en una conocida revista psiquiátrica.
Al mismo tiempo, el mencionado psiquiatra formó también parte del comité asesor del DSM-III-R en cuestiones relacionadas con los trastornos disociativos. La unidad de hospitalización que fundó en Chicago terminó por convirtiese así en el lugar donde recayeron todas las derivaciones psiquiátricas relacionadas con trastornos de identidad, convirtiéndose en un almacén de historias dantescas. Como es el caso de la paciente Patricia Burgus, de quien el Dr. Braun y su colega Roberta Sachs, llegaron a afirmar que no sólo que fue víctima de abusos rituales satánicos, sino que también ella misma era la «suma sacerdotisa» de una secta que habría violado, torturado y canibalizado a miles de niños, incluidos sus dos hijos pequeños. Fruto de tal locura compartida, la misma Sra. Burgus, fuertemente medicada, había llegado a creer a los médicos, diciéndoles que recordaba antorchas, entierros en vivo y haber comido partes del cuerpo de hasta 2.000 personas al año. Después de establecer tal diagnóstico, ambos psiquiatras decidieron que lo mejor era ingresar a la paciente y a sus hijos en un centro de internamiento para mantenerles separados del mundo durante tres años.
El Dr. Braun mantuvo a otros pacientes en condiciones similares en otros lugares. Así, por ejemplo, llegó a persuadir a una mujer para que abortara porque la convenció de que era producto de un incesto ritual. También persuadió a otra para que se sometiera a una ligadura de trompas para evitar tener más hijos dentro de su supuesta secta satánica.
El pánico satánico empezó a remitir a principios de la década de 1990. Una investigación del F.B.I. de 1992 no encontró pruebas de actividad coordinada de sectas satánicas en los Estados Unidos, y un informe de 1994 del National Center on Child Abuse and Neglect analizó más de 12.000 acusaciones de abusos rituales satánicos, descubriendo que ni una sola se sostenía en pie tras ser investigadas. Lo cual no elijo por completo toda la rumorología en torno a una supuesta actividad satánica encubierta, ya que a finales de los noventa, el programa de la NBC «Dateline» emitió un episodio en el que afirmaba mostrar una actividad satánica generalizada en Mississippi. Y, más recientemente, con todo el impacto de la pandemia y la actividad de Q Anon volvió a hacer resurgir el fanatismo en torno a estas supuestas actividades satánicas.
La Sra. Burgus demandó a ambos psiquiatras, al hospital y a la compañía de seguros, alegando que le habían implantado falsos recuerdos supuestamente reprimidos en su mente. La demanda legal se resolvió con un acuerdo extrajudicial en 1997 cifrado en casi once millones de dólares. Un año después se cerraba la unidad del psiquiátrica que había puesto en marcha este psiquiatra y la junta de licencias médicas de Illinois abrió una investigación sobre sus prácticas. En 1999 se le suspendió la licencia durante dos años, aunque no admitió haber actuado mal. Un año más tarde, la Asociación Americana de Psiquiatría lo expulsaría. Tras perder temporalmente su licencia médica en Illinois, el Dr. Braun se trasladó a Montana, donde recibió una nueva licencia estatal y abrió una consulta privada.
En 2004, otra de sus pacientes lo demanda nuevamente junto a otro colega, quienes fueron acusados de haber convencido a la paciente de haber sido supuestamente adoctrinada durante su infancia para dar a luz a bebés que sería posteriormente introducidos en un culto satánico.
Si bien le fue retirada su habilitación psiquiátrica, continuó ejerciendo en Montana, hasta que en 2019, otra de sus pacientes lo demandó por recetarle medicamentos en exceso que la dejaron con un tic facial permanente. Ella también presentó una queja contra la Junta de Examinadores Médicos de Montana por permitirle una licencia, a pesar de conocer su pasado. El Dr. Braun perdería definitivamente su licencia para ejercer la medicina en Montana el pasado año 2020 por acusaciones, esta vez, de conducta poco profesional.
El legado del psiquiatra ha perdurado hasta nuestros días, a través de profesionales de la salud mental que han dado crédito al abuso satánico ritual, al igual que también ha calado entre algunos sectores religiosos que encontraron en tales propuestas elementos pretendidamente «científicos» como para sostener la idoneidad del exorcismo o de tratamientos hipnóticos para recuperar pretendidos traumas reprimidos de supuestos abusos satánicos durante la infancia o incluso entre algunas plataformas que se describen como feministas que abordan también el «supuesto abuso ritual». Asimismo, la idea del abuso satánico ritual se asocia frecuentemente a las de control mental en la cultura popular, creando una imaginería que se traslada a producciones televisivas (piénsese, por ejemplo, en Stranger Things) y a ideas equivocadas acerca del funcionamiento de las sectas en general. Finalmente, aquellos que siguen sosteniendo la existencia de una red de conspiración global de satanistas que llevarían a cabo sacrificios de niños en contextos pretendidamente satánicos, toman mucho del conocimiento existente del funcionamiento de las sectas como para continuar justificando la existencia de tales abusos.