En una reciente entrevista concedida a un medio rumano, el abogado Mihai Rapcea, miembro durante 22 años del Movimiento para la Integración Espiritual en lo Absoluto (MISA) -más conocido como Yoga Esotérico- ha revelado que el fundador Gregorian Bivolaru se encuentra residiendo actualmente en París, desde donde sigue controlando el movimiento, aunque en la práctica sólo disponga de asilo político en Suecia.
Acusado de corrupción de menores y de intento de cruzar ilegalmente la frontera, Bivolaru, se encuentra en estos momentos en busca y captura internacional desde el pasado julio de 2004, aunque consiguiera el asilo político de Suecia e interpusiera dos recursos en contra. Sin embargo, por las declaraciones de Rapcea, el gurú vive en las afueras de París, donde sigue a la cabeza de la red MISA y sus «centros de espiritualidad» a la vez que a la búsqueda de mujeres dispuestas a las prácticas del porno-yoga.
Rapcea, que entró en contacto a sus 15 años de edad, recuerda haber conocido a Bivolaru «en una conferencia a la que asistí, a partir de entonces ya no pude separarme del mundo del yoga […] igual en algún momento quise salir de la habitación, pero ya no pude […] nos enseñó un proceso de meditación y luego me enamoré del yoga […] experimenté una sensación de luz […] una experiencia cumbre que me fascinó».
Este miembro de MISA fue expulsado del grupo el pasado noviembre de 2011, después que publicara en su blog algunos artículos muy críticos con el funcionamiento del grupo, especialmente la deriva hacia la que se deslizó Bivolaru «en donde él dá órdenes y el resto, obedece […] expresé mi opinión, y en consecuencia, fui castigado […] aunque todavía lo quiero como si fuera mi padre, el yoga debe tener siempre un equilibrio […] los psiquiátricos están llenos de personas que enloquecieron por el yoga […] creo que Bivolaru ha traspasado una línea prohibida y ahora ya no tiene marcha atrás […]».
Aunque Rapcea reconoce en esta misma entrevista que «no siempre fue así […] ha ido a peor en estos últimos años […] cuando era joven, me sentía atraído por este mundo […] tenía un montón de buen sexo […] ellas venían por su propia cuenta […] una vez traté de contarlas […] son probablemente más de lo que un hombre en diez vidas».
En sus declaraciones, afirmó haberse visto por última vez con Bivolaru hace escasamente cuatro meses en París, en los suburbios, moviéndose por el área de la Place Pigalle, un lugar lleno de tiendas de sexo; trató de convencerle que estaba yendo por un camino equivocado, Bivolaru le expulsó definitivamente.
Añadió que la relación de Bivolaru con Rumanía se articula a través de numerosos subordinados que son los encargados de enviarle las fotos de las chicas mejor dispuestas, a las que se les invita a París a conocer «la espiritualidad a través del sexo» con el gurú, para después enviarlas a otros países como la India o Japón para dedicarse al striptease o al videochat porno.
Afirmó también que entre sus miembros, se encuentran profesionales del mundo de la judicatura y del gobierno forman parte de la organización. Dijo que la idea vino de «alguno de los miembros más cercanos y destacados […] le propusieron esta manera de hacer dinero […] y desde entonces, cientos de niñas se han convertido en máquinas de hacer dinero. El gurú es muy persuasivo, fascinante […] los jóvenes llegan rápidamente a la conclusión que todo esto es para un propósito más elevado y espiritual […] MISA tiene decenas de miles de miembros en todo el país y su número está creciendo. Más del 80% de los miembros son intelectuales, algunos en puestos clave, incluso cercanos al gobierno. También fiscales, jueces, médicos […] está el caso de la jueza y actriz porno de MSIA Simona Lungu Florina […]».
Para Rapcea, MISA se convirtió en su «segunda familia», asistiendo regularmente a ciertos encuentros, pero su independencia laboral y económica le permitió siempre estar fuera al mismo tiempo, «aunque hay muchos que han vendido sus casas, abandonaron su formación, donaron todo al movimiento o se trasladaron al ashram […] para ellos, la vida después de MISA es terrible porque no tienen nada y es difícil de recuperar su lugar en la sociedad».