La expansión de vídeos en el espacio de TikTok, en donde se habla de “trauma”, “gaslighting” o “acoso” cada vez son más comunes en muchos canales adolescentes, sin mencionar todos aquellos otros contenidos que difunden problemas personales en torno al TOC, el TDAH, la depresión, la ansiedad, la bipolaridad, los trastornos alimentarios, las autolesiones o tantos otros temas relacionados con la salud mental. Muchos de estos canales tienen que ver también con «relaciones tóxicas» y «traumas», canales en los que además empezó a extenderse la expresión de “love bombing”, de la que hoy quisiera hablarles. Y el impacto de la pandemia ha acelerado todavía más si cabe la viralización de contenidos en Internet en donde se habla de múltiples temas en términos psicológicos o psiquiátricos, después volveremos sobre esta cuestión. Es indudable el efecto transmisor e informativo de muchos de estos canales; aunque este fenómeno se ha acompañado también de la proliferación de “coaches”, “facilitadores”, “consejeros” o “terapeutas” que han empezado a inundar las redes con sus videos para “ayudar a reconocer a un narcisista encubierto” o “para ayudar a reconocer una relación tóxica” o incluso “identificar el love bombing”.

En esta línea, el hashtag #Traumatok sobrepasa los 600 millones de visitas, en donde se reúnen historias de lo más diverso. Pero, sobretodo, encontramos lo que se ha dado en llamar “volcados de traumas”, historias compartidas por los usuarios por muy diferentes motivos: desde los puramente exhibicionistas hasta aquellos otros relacionados con una comunicación sincera y necesitada de comprensión de sus experiencias.  El “volcado de traumas” implica compartir en exceso, por lo general experiencias angustiosas o muy dolorosas, con personas que no han aceptado o no están preparadas para tener esa conversación. Ese volcado de traumas se inserta dentro de un contexto cultural en donde todo se comparte públicamente y en donde cuanto más se comparte de la propia intimidad -y más si es dolorosa- más likes se reciben o más público se consigue convocar. De este modo, si bien por un lado el ventilar públicamente algunas cuestiones puede tener un efecto benéfico como visibilización de un problema ocultado y para dar voz a las víctimas, la contraparte tiene que ver con este efecto exhibicionista tan característico en las redes sociales. El movimiento viral del #MeToo es un buen ejemplo de ello: por un lado, ha tenido un efecto muy significativo a la hora de dar voz a ciertos abusos de manera muy clara, aunque al mismo tiempo ha dado lugar a la aparición de testimonios de los temas más variados de centenares de personas que bajo ese hashtag buscan en las comunidades virtuales un público para su malestar o la descarga en busca de notoriedad.

Desde un cierto punto de vista, el auge de estos temas en las redes sociales no deja de ser un indicador acerca de cómo está la salud mental de la población en general -así como, más específicamente, la de la generación Z en particular-, aunque, al mismo tiempo, estas expresiones digitales son síntoma del avance en la sensibilización ante situaciones vitales muy complicadas y que tienden a vivirse con estigma. No cabe duda que contenidos bien organizados y accesibles pueden ser de gran ayuda, especialmente, si vienen desde la experiencia vivida por aquellos que padecieron tales situaciones. Sin embargo, la otra cara de este fenómeno emergente, tiene que ver más con el riesgo de un empleo inadecuado, superficial e incluso exhibicionista de estas situaciones, que de este modo pueden terminar desdibujándose o perdiendo por completo su sentido. Y es que, en el contexto cultural en el que vivimos, de una evidente fragilidad y licuefacción de las relaciones de intimidad, los comportamientos tienden a describirse cada vez más en términos clínicos. Debido a la poca tolerancia para poder contener el dolor mental, el sufrimiento emocional pasa a ser descrito como “daño”. O el engaño pasa a ser descrito como «un trauma». Y todo “daño” deriva de un “trauma”. Las relaciones que tienen problemas son descritas como “tóxicas” y pasan a describirse “red flags” para detectar el “love bombing” (“si acabas de empezar y es demasiado halagador, excesivamente detallista o dice frases como eres el amor de mi vida”).

Uno de los términos que recientemente empezaron a popularizarse es el de “bombardeo amoroso” (“love bombing”). Un concepto que, como veremos, proviene del campo de las sectas y que ahora se incluyó dentro de las ‘relaciones tóxicas’, un terreno abonado ya por otros anglicismos previos como son el ‘ghosting’ (hacer en vacío a alguien en las redes sociales), el ‘breadcrumbing’ (dar migajas de amor, mantener en el candelero a la otra persona con pequeñas muestras de interés), el ‘benching’ (tener a la otra persona en el banquillo) o el ‘cushioning’ (la persona tiene varios cojines emocionales, aparte de la propia pareja). La imagen más repetida, en el caso del “love bombing” -aplicado al terreno de las parejas-, es la de un hombre -por lo general descrito como un psicópata o narcisista- que busca bombardear de afecto a la potencial víctima con la finalidad de enganchar a la persona. Aunque habitualmente se habla del «love bombing» en el contexto de las relaciones de pareja, también se aplica en los contextos de amistad. De este modo, algunos elementos del bombardeo de amor en la amistad incluirían una necesidad excesiva de pasar tiempo juntos y la insistencia en una comunicación continua a través de mensajes de texto, llamadas u otros canales sociales con poca o ninguna consideración por el tiempo personal o los horarios; además, el amigo que bombardearía amorosamente, se colocaría también en la posición de víctima y utilizaría predominantemente la proyección para ejercer control sobre el otro.

Si bien es cierto que buena parte de lo que se describe como “love bombing” dentro de estos canales, podría ser visto como momentos del proceso de abuso emocional entre dos o más personas, e incluso como un componente del ciclo de abuso emocional en la pareja, en la extensión que han tomado estas nociones en algunos lugares de las redes sociales, pueden terminar por englobarse comportamientos aislados que son tildados de “bombardeo de amor “o “hacer luz de gas” a otra persona cuando, quizás, tales comportamientos podrían ser mejor descritos de otra manera. Dentro de esta extensión del significado del “love bombing” en las relaciones tóxicas, se habría asentado cierta idea conforme el bombardeo amoroso sería una táctica de control que utilizarían deliberadamente personas con un trastorno narcisista de la personalidad. La experiencia clínica nos muestra que, si bien tradicionalmente este tipo de maniobras responden a un proceder desde el liderazgo, en la práctica, pueden darse situaciones a nivel de pareja o de grupo en las que pueden desplegarse niveles variables de “bombardeo de amor” sin una intencionalidad tan coordinada de entrada o como efecto del mismo proceso de grupo que comporta replicar el mismo comportamiento sobre los demás. Y, no siempre, ni tampoco exclusivamente, son personas con un trastorno narcisista las que pueden desplegar un estilo de relación basado en el “bombardeo de amor”.

Desde luego, es interesante observar estos cambios que se producen en el lenguaje,  en el que se estaría produciendo al decir de algunos especialistas, un deslizamiento conceptual, una expansión gradual del significado de los conceptos del ámbito de la psicología relacionados con el daño interpersonal (entre ellos, la idea de bullying, adicción, trauma, trastorno mental o abuso) que lleva a una cierta inflación semántica por la cual, y bajo un mismo término, terminan por englobarse una gran variedad de elementos bien distintos. Esa ampliación se produce en dos direcciones: los conceptos se expanden horizontalmente, al llegar a referirse a fenómenos cualitativamente nuevos; pero también verticalmente, al llegar a referirse a fenómenos cuantitativamente menos extremos. Por un lado, esa expansión enriquece y ayuda a ampliar el foco de análisis y de reflexión. Pero, al mismo tiempo, ha llevado a una cierta difusión del significado. En tanto que se aplican estos conceptos a comportamientos puntuales, se pierde su especificidad y, por tanto, pueden llegar a describirse comportamientos aislados como hechos clínicos. La extensión poco precisa de estos términos puede contribuir, además, a que se pierda la capacidad para discriminar entonces lo que constituye una dinámica de abuso.

El propio deslizamiento conceptual ha llevado a que dentro de estos términos terminen englobándose situaciones bastante dispares. De hecho, en los últimos años han saltado a las noticias casos de hombres que a través de algunas redes sociales habrían ido manteniendo relaciones con múltiples mujeres en paralelo, como es el caso del israelí Shimon Heyuda Hayut (más conocido como “el estafador de Tinder”) o el caso de West Elm Caleb, de quien también se dijo que bombardeaba de amor a las mujeres con las que mantenía citas en paralelo a través de TikTok. Posiblemente podríamos encontrar otros términos para describir el funcionamiento de este tipo de personas -quizá incluso malsonantes alguno de ellos-, pero rápidamente se describió la escena como que estaban bombardeando amorosamente a las mujeres y que su perfil era el de un narcisista que buscaba abusar de esas mujeres mediante el bombardeo de amor. 

Por estos motivos, me parece importante volver a recordar la especificidad del concepto «bombardeo de amor». En un testimonio de 1999 ante la Maryland Cult Task Force , el entonces director del comité de educación de la International Cultic Studies Association (ICSA), Ronald Loomis, indicó que el término <bombardeo de amor> se habría originado en la Iglesia de la Unificación, indicando al mismo tiempo que también las Iglesias Internacionales de Cristo empleaban esa expresión. En su descripción del proceso de «love bombing», indicó que consistía en que “un reclutador se acerca al estudiante y hace todo lo posible para que el estudiante se sienta especial y único. Rápidamente intentan transmitir el mensaje de que ‘soy tu mejor amigo’. Y fingirán intereses mutuos para dar la impresión de que comparten muchas cosas en común”. Este proceso se realiza a través de varios encuentros, sin que nunca se identifique que existen otros intereses, entre otros, que en definitiva quien se acerca representa a un grupo que busca incrementar el número de miembros, de forma que el interés personal no es tal, es tan sólo un interés de responder a los requerimientos del grupo de cara a atraer a más personas a sus filas». De hecho, Loomis especificó entonces que algunas sectas -como la Iglesia de la Unificación- llegaron a instruir a sus adherentes a detectar a personas vulnerables que salían o asistían a los servicios de orientación del campus, para a su salida bombardearles de afecto: “se les entrena para estudiar las caras de los estudiantes que se van o que vienen de una entrevista. Si están llorando, si evitan el contacto visual o si miran hacia abajo y parecen tristes, se ponen a caminar junto a esa persona y entablan una conversación sobre el clima, sobre lo que está pasando en el campus, miran los libros que están llevando y rápidamente pretenden que también están haciendo el mismo curso o lo hicieron”.

Ciertamente, el fundador de la Iglesia de la Unificación usó la expresión «bombardeo de amor» en un discurso del 23 de julio de 1978 (la traducción es mía) : “Las paredes están cansadas de ver vuestras caras sombrías. Están esperando al momento en que verán a los miembros de la Iglesia de la Unificación sonreír todo el tiempo, incluso a las cuatro de la madrugada. El hombre que está lleno de amor, debe vivir de esa manera. Cuando salgas a testimoniar, puedes acariciar la pared y decirle que esperas testimoniar bien y volver sonriente. ¿Qué cara podría representar mejor el amor que una cara sonriente? Por eso hablamos de bombardeo de amor: los Moonies tenemos este tipo de problema feliz. Estamos llamados por Dios para perfeccionarnos en ese amor”.

Es posible, no obstante, que también quizá antes hubieran podido utilizarlo Los Niños de Dios (actualmente conocidos como la Familia Internacional); los testimonios de ex miembros de los Niños de Dios, incluida la hija del fundador Deborah Davis, que abandonó el grupo en 1978, han señalado que la noción de bombardeo de amor ya estaba presente durante los primeros días de la organización: “en realidad, muchos de los niños perdidos y solitarios no buscaban tanto seguir a Jesús, sino un lugar al que pertenecer. Nuestra táctica de «bombardeo de amor» los golpeó justo donde eran más vulnerables. Aceptamos a las personas incondicionalmente y les ofrecimos algo que muchos nunca habían conocido: un hogar donde fueran amados y aceptados”. A diferencia de «la pesca coqueta» (es decir, el empleo que hacían de las chicas para ofrecer sexo de cara a evangelizar y atraer personas al movimiento), el «bombardeo de amor» sería de naturaleza no sexual.

Un año más tarde, en el libro testimonial “Crazy for God”, encontramos también la descripción de un momento de juego en equipo dentro del contexto de los Moon en donde aparece la expresión: “cada grupo se dividió en dos equipos. A cada equipo se le designó un capitán, que sugirió una ovación y un cántico para el equipo. Durante todo el juego, nuestro equipo cantó en voz alta: «Bomba de amor», «Explosión con amor», mientras las pelotas volaban de un lado a otro. Nuevamente, me sentí perdido y confundido, enojado e indefenso, porque el juego había comenzado sin una explicación de las reglas. Los invitados se movían por el campo como robots en patines. “Escucha, Chris”, me dijo Jacob desde un lateral. “Si no entiendes las reglas, simplemente canta o anima lo más fuerte que puedas. Lo importante es hacer lo que te diga alguien de la Familia. Recuerda: la unidad lo es todo aquí”.

El término fue más tarde popularizado por la difunta colega Margaret Singer, psicóloga que asimiló el bombardeo amoroso como un componente de la reforma del pensamiento. En su artículo de 1977  Singer también dijo que, si bien el bombardeo de amor podría interpretarse inicialmente como una muestra de bondad, o una manifestación de que los devotos tienen acceso a una verdad espiritual permitiéndoles irradiar amor y atraer a otros a su verdad, en la práctica, “entrenan a sus reclutadores para que se acerquen lo suficiente como para mirar la línea donde la parte coloreada del ojo toca el blanco del ojo: si la persona tiene un contorno ondulado, se les dice que eso significa que la persona es una persona abierta, cálida y amorosa que entrará fácilmente en el grupo; pero, si tienen una línea muy marcada, eso significa que les será difícil entrarlos y deberán dejarlos de lado”. Singer empleó más claramente el término en 1981 cuando testificó en una demanda en nombre del Daily Mail, periódico a quien la Iglesia de la Unificación había demandado por supuestas difamaciones. En su testifical durante el juicio, Singer dijo que había entrevistado a centenares de ex miembros de la Iglesia de la Unificación, encontrando que se había empleado sistemáticamente el bombardeo de amor como forma de atracción de nuevos miembros.

Más tarde, en su libro de 1996, “Las sectas entre nosotros”, describió el procedimiento de forma más específica: “tan pronto como los reclutas muestran algún interés, pueden ser bombardeados por el reclutador u otros miembros de la secta. Este proceso de fingir amistad e interés en el recluta se asoció originalmente con una de las primeras sectas juveniles, pero pronto varios grupos lo adoptaron como parte de su programa para atraer a la gente. El bombardeo amoroso es un esfuerzo coordinado, generalmente bajo la dirección del liderazgo, y ese proceso involucra a los miembros de largo plazo, que son entrenados para inundar a los nuevos miembros con halagos, seducción verbal, caricias afectuosas -generalmente no sexuales-, y mucha atención a cada uno de sus comentarios. El bombardeo amoroso, o la oferta de compañía instantánea, es una estratagema engañosa que explica muchas campañas de reclutamiento exitosas”.

El término pasó a ser de uso general para referirse a otras sectas que emplearían tácticas similares, si bien todas ellas no emplean tales maniobras del mismo modo. Una de las finalidades del bombardeo amoroso es drenar emocionalmente a la víctima, con el objetivo de unirla positivamente al reclutador. Se ha hipotetizado que el estado mental resultante se acercaría a una euforia como la que observaríamos en las drogadicciones, con un efecto euforizante que tendría efectos sobre los neurotransmisores, generándose un circuito de búsqueda constante de placer y gratificación que uniría todavía más a la víctima con el inductor, llevándola a un estado de dependencia ansiosa con un comportamiento compulsivo que termina dañando la estabilidad emocional y el equilibrio mental.

El definitiva, el «bombardeo de amor» es una maniobra que se da en el contexto de algunas sectas, con diferente intensidad, y que tiene como objetivo envolver a la persona en un manto de amor que le haga sentirse aceptada, reconocida, querida, buscando atraerla hacia el grupo con la finalidad de aumentar el número de devotos. Hablamos de un patrón de funcionamiento que se mantiene estable en el tiempo y que forma parte de una estrategia de grupo conducida desde el liderazgo.