Que el cambio climático es un problema central que debería ser revertido con políticas claras orientadas a ello, es un hecho incontrovertible. En este sentido, durante los últimos años han aparecido toda una serie de movimientos sociales que están haciendo presión para promover tales cambios, ofreciendo soluciones alternativas e impulsando políticas basadas en planteamientos ecologistas. Dentro de estos movimientos activistas, han emergido también algunas propuestas que han tendido a una mayor radicalización en sus planteamientos o en sus acciones. La radicalización, en si misma, no es negativa -«radical» es ir a la raíz-, e incluso puede ser transformadora como hemos podido comprobar a lo largo de la Historia, donde se han alcanzado derechos y libertades que de otro modo no hubieran sido posibles alcanzar. En los sesenta, por ejemplo, todo el movimiento de la contracultura promovió cambios sin igual, aunque también en esa época las sectas se acercaron a aquellos jóvenes idealistas para atraerlos hacia sus filas, con el resultado que quedaron sometidos a un liderazgo autoritario contrario a los valores mismos de la contracultura. Ahora, en el actual contexto de ciertos discursos radicales del activismo ecologista, pueden aparecer derivas o un culto a la personalidad que comparte muchos elementos con el funcionamiento sectario.

Zion Lights es una mujer que, durante los últimos dieciséis años, formó parte de diferentes organizaciones ecologistas como activista comprometida. Primero, fue miembro de Camp for Climate Action, un movimiento activista que promovía protestas contra las empresas; en una de aquellas manifestaciones ante un banco de Edimburgo, los manifestantes se pusieron bolsas de basura y se pintaron con miel, asaltando la sede del Royal Bank of Scotland, donde la detuvieron. Recientemente, ha manifestado que, si bien en 2011 fue madre y se planteó no ponerse más en riesgo, continuó su compromiso con el activismo ecologista, esta vez con el movimiento Rebelión contra la Extinción (XR), movimiento con el que empezó a colaborar en 2018 durante un par de años. Sin embargo, esta activista, que llegó a ser portavoz de la asociación Rebelión contra la Extinción, y que antes era una firme opositora nuclear -en consonancia con el ideario de XR-, ha dado un giro de 180 grados y ahora está convencida que el átomo es indispensable para alcanzar los objetivos climáticos. ¿Qué le llevó a dar tal giro?.

Rebelión contra la Extinción (XR) es un movimiento cuyo objetivo es influir sobre los gobiernos y las políticas medioambientales globales mediante la resistencia no violenta y la desobediencia civil. Esta organización fue establecida en el año 2018 por Julian Roger Hallam, Gail Bradbrook y Simon Bramwell, con el apoyo de unos cien académicos que firmaron un llamamiento a la acción. El movimiento XR se ha distinguido de otros movimientos ambientales de varias maneras, especialmente por su lenguaje apocalíptico. Después volveremos sobre este punto. Desde su fundación, el movimiento XR ha llevado a cabo numerosas acciones en diversos que tuvieron un eco mediático muy importante: en Inglaterra, en donde bloquearon puntos neurálgicos durante bastantes días (con el resultado de miles de detenciones por vandalismo); en Francia, donde también fueron apoyados por Greenpeace; en la sede de Repsol en Madrid para reclamar al gobierno que «diga la verdad» sobre el cambio climático y apruebe políticas para reducir las emisiones de carbono; en Berlín, donde movilizaron a miles de manifestantes en un acto de desobediencia civil; o en Australia y Nueva Zelanda -por citar tan sólo algunas ciudades de Europa- en donde los activistas de XR bloquearon carreteras, lo que terminó con el arresto de una treintena de personas por la policía. Todas estas historias han sido protagonizadas por jóvenes miembros de un movimiento que pretende luchar contra el cambio climático desde la no violencia, exigiendo a sus gobiernos que dejen de utilizar y producir combustibles fósiles y empleando el arresto como táctica para ganar atención mediática.

Uno de sus fundadores, Roger Hallan, en su libro “Sentido común para el siglo XXI”, escribió al respecto del activismo del movimiento XR: «necesitamos solo unos cientos de miles de personas que violen activamente la ley y/o apoyar tales actividades para ponernos en el estadio del cambio estructural”. Por su parte, otro cofundador, Simon Bramwell, definió la tarea de XR en los siguientes términos, “es como si necesitáramos que los activistas se subieran a las colchonetas de yoga y la gente de la colchoneta de yoga salga a la calle”.

El caso es que Zion Lights empezó colaborando como activista, participando en muchas de estas acciones, si bien al poco tiempo, y dada su implicación, pasó a desempeñar funciones de portavoz de la organización en el Reino Unido. Según ha relatado, se pasaba muchas horas al día escribiendo para la prensa nacional, facilitando citas e información a los periodistas, así como editando el periódico de XR, The Hourglass. Recientemente, echando la vista atrás, Lights ha visto que ya en esos años de activismo se dieron algunas señales de alarma que desatendió. En su primera formación XR para lidiar con los medios de comunicación, por ejemplo, la instruyeron para que llorara ante la televisión “porque la gente necesita ver madres llorando, necesitan que se les despierte y que valoren lo que realmente es importante”. Además, recuerda que desde un primer momento se sintió presionada para llevar a sus hijos a las acciones reivindicativas, “todo aquello era una clase magistral sobre cómo manipular las emociones”. En su experiencia, toda la instrucción recibida giraba en torno a remarcar cómo los políticos están fallando, sin ofrecer soluciones concretas o datos científicos que pudieran ayudar a revertir el proceso. Si bien ella se comprometió con el movimiento XR atraída por el lema de “no nos crean a nosotros, crean a la ciencia”, en su experiencia, los datos científicos no tenían tanta relevancia como el discurso de sus fundadores.

Pero no fueron tan sólo estas contradicciones las que le hicieron replantearse su adhesión al movimiento activista, así como tampoco ciertas actuaciones llevadas a cabo por el movimiento contrarias a sus propios principios, sino especialmente determinados comportamientos de grupo y en torno a uno de sus fundadores, lo que la llevaron a cuestionarse su implicación con el movimiento XR. En este sentido, de sus años de adhesión al movimiento, recuerda que en las oficinas en donde preparaban sus acciones, existía una “sala de curación”, donde la gente podía echarse la siesta, meditar o recibir masajes de voluntarios. En una ocasión, la antigua activista recuerda que se la convocó en la mencionada sala de curación, convencida que iba a hablar sobre temas relacionados con “el fin del mundo derivado del cambio climático”, si bien se encontró en una reunión en la que “debíamos formar parejas y darnos afirmaciones mutuamente [práctica espiritualista de la nebulosa new age por la que se supone que repitiendo tales afirmaciones la mente y la realidad cambiarán], se hablaba continuamente de “unidad” y se nos dijo que debíamos meditar y conectarnos con algún poder superior antes de compartir nuestros sentimientos”. En esos momentos, si bien ya se sintió rara en ese contexto, no le dio mayor importancia, atribuyéndolo a caracteres particulares de alguno de sus integrantes. No obstante, a medida que pasó el tiempo, la activista empezó a observar ciertos comportamientos que apuntaban a uno de los fundadores, el antiguo agricultor biológico Roger Hallam, que se volcó en el activismo tras la quiebra de su granja (quiebra que atribuyó a las condiciones meteorológicas extremas que concluyó derivaban del cambio climático).

En la experiencia de Lights, y si bien el movimiento vino impulsado por tres personas, “fue el ego de Hallam el que le propulsó a la cima”. Se refiere a que los demás colaboradores lo consideraban un héroe, lo comparaban continuamente con Martin Luther King o con Gandhi, a la vez que se consideraba a si mismo “un profeta”, presentándose como un “mártir” -alardeando de sus detenciones o sus períodos en prisión como actos heroicos- y con un discurso en donde la Humanidad se enfrentaba a una muerte segura fruto del cambio climático, una muerte inminente que implicaba “cambiar la conciencia”. En palabras de la misma Zion Lights, parafraseando a otros portavoces del movimiento, “[Hallam] es un genio, es la única oportunidad que nos queda”. Un genio al que, al decir de Zion, “le gustaba decir que la guerra, los asesinatos o la violación de las mujeres a escala mundial, son un problema que tenemos a la vuelta de la esquina”. De hecho, la controvertida personalidad de su fundador trajo una oleada de indignación especialmente en Alemania, después que en noviembre de 2019 calificara el Holocausto como «otra jodienda más en la historia de la Humanidad» en una entrevista con el medio alemán Die Zeit , en la que además indicó que los genocidios han ocurrido regularmente, minimizando así el impacto del Holocausto y apuntando que los países ricos estarían permitiendo un futuro Holocausto de sus jóvenes al no cambiar su política medioambiental. Eso llevó a que la rama alemana de XR se distanciara públicamente de Hallam, al tiempo que la delegación inglesa también expresó su malestar y se desmarcó de tales declaraciones.

Aunque Hallam ha reiterado en numerosas ocasiones que está salvando a la especie humana del Armagedón, no hace las cosas que hay que hacer para evitarlo, como presionar para que se legisle, apoyar a políticos centrados en la sostenibilidad o luchar por soluciones reales. Más bien al contrario, y en la experiencia de esta antigua portavoz del movimiento XR, la dinámica resultante se acercaba más al funcionamiento de una secta, en donde Hallam presiona a sus seguidores incidiendo en la culpa y la ansiedad, ofreciendo un lugar de pertenencia, una ideología extrema y un proyecto de salvación; al mismo tiempo, el fundador estimulaba que los activistas incurrieran en acciones que los condujera a una suerte de martirio –“hay que llenar las cárceles”- y utilizaba el miedo y el control para desplegar su poder, particularmente en relación a un Apocalipsis inminente. Ahora, y  desde la distancia, Lights recuerda que en aquel entonces “los periodistas me preguntaban a menudo si XR era una secta. Y yo decía que no. Pero lo era”. También la socióloga Jutta Ditfurth , una de las cofundadoras del partido verde Die Grünen , el principal partido verde de Alemania, describió al movimiento XR “como una secta esotérica que cree en la extinción temprana de la humanidad y aboga por el autosacrificio”.

Pero no sólo Hallam mostraría estas particularidades, sino que también otra cofundadora, la bióloga molecular Gail Bradbrook, llegó al movimiento de un modo que recuerda a una iluminación. Y es que, tras un retiro en Costa Rica el pasado 2016 donde fue a tomar ayahuasca, iboga y kambó, “para encontrar cierta claridad en su trabajo”, tuvo una experiencia reveladora “que hizo que cambiara mi enfoque”; después que Bradbrook regresara de su incursión psicodélica, se divorció y empezó a trabajar con Roger Hallam, un encuentro que se dio en un contexto que la propia bióloga describe como mágico. En su experiencia, cuando estaba en la toma de ayahuasca “lancé una oración al Universo para que me mostrara los códigos para el cambio social” y, cuando se encontró por primera vez con Hallan, “éste me dijo que me había dado los códigos que había estado buscando”. Esta coincidencia fue interpretada por Bradbrook como una señal espiritual conforme debía dedicarse por completo al del movimiento XR.

Junto a esta pátina mesiánica compartida por ambos cofundadores, el otro aspecto que esta antigua portavoz del movimiento XR ha señalado como central, es que su fundador tiende a una estrategia basada en el miedo y en la devoción. En su criterio, además, la misma Greta Thunberg sigue la misma línea, como cuando manifestó en el foro de Davos del pasado 2019, «no quiero tu esperanza, ni quiero que la tengas. Quiero que entres en pánico, que sientas el miedo que yo siento todos los días, y luego quiero que actúes (…) Quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas, porque eso es lo que está pasando». De hecho, la misma Thunberg está fuertemente influenciada por el movimiento XR: en 2018, a sus 15 años, fue invitada a asistir a su primera asamblea, que atrajo a más de 1.000 personas a la Plaza del Parlamento de Londres para una «Declaración de Rebelión.» Desde entonces, ha amplificado el mensaje del Apocalipsis climático inminente a sus prácticamente seis millones de seguidores en Twitter, construyendo un cierto culto en torno a su propia personalidad en este proceso.

El siguiente punto de inflexión de la antigua portavoz del movimiento XR sucedió en octubre de 2019. Fue cuando XR entró en el metro de Londres, en donde finalmente una turba de personas lanzaron a un activista por los suelos propinándole patadas. Una acción que, al mismo tiempo, contradecía el mismo ideario del movimiento, ya que el metro es el transporte eléctrico más antiguo del mundo. Si bien en las declaraciones públicas se sostuvo que el movimiento estaba en contra de la violencia, al mismo tiempo, Gail Bradbrook, la otra cofundadora de XR, manifestó que «la disrupción es lo que hacemos. Esto es a lo que nos llevará el cambio climático de todos modos, y la gente tiene que verlo”. La interrupción del Tube londinense hizo perder al grupo un apoyo público muy importante, a la vez que también perdieron mucho dinero y terminó por dividir al movimiento. Unas semanas más tarde, la antigua portavoz aparecería en el programa televisivo The Andrew Neil Show, “me presionaron para que defendiera la afirmación de que billones de personas morirán a finales de siglo a causa del cambio climático, una cifra inventada por Roger Hallam. Sabía que no podía desmentir a Roger en la televisión nacional, pero tampoco podía mentir. El presentador continuó: ¿Con qué, exactamente, pensaba XR que deberíamos reemplazar el gas?. Quise decir energía nuclear, pero no pude. Finalmente, le dije la verdad a Andrew Neil: <No estoy aquí para hablar de soluciones>”.

Este hecho precipitó que la activista se replanteara su adhesión, abandonando a mediados del año 2000, después de otras situaciones que aumentaron sus dudas: el proyecto del fundador de cortar el aeropuerto de Heathrow sobrevolándolo con drones, el hecho que la propia hija del fundador abandonara el movimiento tras esa propuesta o los planes del mismo fundador de financiar un viaje a los Estados Unidos (con un jet privado, nada ecológico) para impulsar el movimiento. Debido a la controversia que se generó con las declaraciones acerca del Holocausto por parte del fundador, la organización empezó a distanciarse, si bien Hallam continuó frecuentando las oficinas de la organización, hasta que pondría en marcha su nueva plataforma Just Stop Oil. Cuando la antigua portavoz abandonó definitivamente la organización, el movimiento emitió un comunicado indicando que Zion era en realidad una negacionista del cambio climático y que los medios de comunicación no deberían hablar con ella. De acuerdo con el testimonio de Zion Lights, cuando empezó a centrarse en la energía nuclear como una posible solución, dos portavoces actuales del movimiento XR le enviaron mensajes de móvil llamándola “traidora”, “negacionista” y “vendida”, manifestándole que se avergonzaban de ella y de su posición, “que había traicionado al grupo”, motivos por los cuales decidió bloquearlos y eliminarlos también de sus redes sociales, por donde también la estaban criticando.

Las recientes declaraciones de esta antigua portavoz de XR se dan en el contexto de las actuaciones promovidas por Just Stop Oil, tras las cuales continúa estando Roger Hallam, ahora con un discurso todavía más radicalizado. Just Stop Oil cuenta con el apoyo del Fondo de Emergencia Climática, financiado por el oscarizado director Adam McKay y Rory Kennedy, la hija de Robert F. Kennedy, entre otros. De hecho, el movimiento activista Rebelión contra la Extinción (XR) es el precursor directo de Just Stop Oil, el grupo que está detrás de la reciente avalancha de acciones vandálicas contra diversas obras de arte, desde los ataques a los Girasoles de Van Gogh en Londres  hasta los ataques contra La maja vestida y La maja desnuda en el Museo del Prado de Madrid, pasando por las acciones contra un cuadro de Claude Monet en Alemania  o el lanzamiento de una roca contra el cristal antibalas de La Gioconda del Museo del Louvre en París. Aparte de estas acciones, llevaron a cabo otras como el joven que se prendió fuego en un brazo en un torneo de tenis, llevando una camiseta en la que se leía «Fin a los jets privados del Reino Unido» o la joven que se subió a una grúa en la autopista sollozando «estoy aquí porque no tengo futuro».

En estos momentos, la retórica apocalíptica de Roger Hallam se ha vuelto todavía más escabrosa. En uno de sus escritos panfletarios del pasado 2019, intitulado “Consejos para los jóvenes, mientras se enfrentan a la aniquilación”  -que al parecer escribió mientras pasó cuatro semanas en prisión por posibles delitos de conspiración- explica que, de hecho, el mundo es una cámara de gas y que ese gas ha sido enviado por las tuberías durante los últimos treinta años a todo el planeta. En su visión, “el cambio climático destruirá el clima” (?),  entraremos en un colapso mundial que se traducirá en guerra, violencia desatada, asesinatos, pero sobretodo en “la violación masiva de las mujeres a escala global” . Textualmente, lo que afirma es que cuando tal colapso se produzca, “una pandilla de chicos irrumpirá en tu casa exigiendo comida. Verán a tu madre, a tu hermana, a tu novia, y la violarán en grupo sobre la mesa de la cocina. Te obligarán a mirar, riéndose de ti. Al final, te acusarán de disfrutarlo. Tomarán un cigarrillo y te quemarán los ojos con él. No podrás volver a ver nada. Esta es la realidad del cambio climático”.

Junto con el hecho de que resulta, cuanto menos, éticamente cuestionable promover el cambio social a través de inyectar el miedo en sus seguidores, lo que se hace evidente es que la deriva sectaria de Hallam poco tiene que ver con salvar el medio ambiente o con despertar la conciencia de las personas ante la emergencia climática. Más bien parece que, efectivamente, se ha organizado un culto a su personalidad, dominada por la ambición de poder y protagonismo, en un contexto de grupo ideológico en el que adoctrina y empuja a los jóvenes para que ejecuten sus órdenes, basadas muchas de ellas en dañar elementos de la cultura y del arte, antes los cuales costaría entender qué tendría que ver todo ello con una protesta ecológica.