Si preguntáramos a algún seguidor de la Ciencia Cristina cómo es posible que se hayan dado tantos fracasos en «la curación por la fe», seguramente nos responderían que el método de sanación no es efectivo al 100%. No obstante, algunos estudios apuntan más bien a que ciertos grupos de base religiosa (como el caso de la Ciencia Cristiana) habrían dejado morir a niños en nombre de la fe.
Por ejemplo, en un estudio publicado en 1998 con 172 niños fallecidos entre 1975-1995, concluyó que «en un 104 de los casos, los motivos del fallecimiento obedecieron a condiciones médicas que en un hospital al uso hubieran sido resueltas en un 90%. En otros 18 casos, se hubiera dado una esperanza de vida en más del 50% de los casos. Y aún 3 de esos 104 casos, se hubieran beneficiado de mejorías sustanciales si hubieran recibido algún tipo de ayuda médica». Los grupos religiosos que estaban incluidos en este estudio eran Ciencia Cristiana (28 niños muertos), Church of Firstborn (23 niños), End Time Ministries (12 niños), Faith Assembly (64 niños) y First Tabernacle (16 niños).
Las revistas de Ciencia Cristiana se encuentran repletas de citas y referencias a procesos de enfermedad que sanaron, siendo atribuible esa curación en buena parte a un proceso normal por el cual el propio paciente recuperó su condición; no obstante, desde la Iglesia se atribuyen continuamente tales curaciones a «la sanación por la fe». Otras razones serían atribuibles a la propia sugestión o el empleo mixto de técnicas que serían propias de un psicólogo clínico.
Volviendo a la escrituras de la Ciencia Cristiana, podemos encontrar algunas recomendaciones muy específicas al respecto en el libro Ciencia y Salud: «debemos abandonar los medicamentos y dar un salto a la ontología, la ciencia del ser humano real». O también «existen diversos métodos de tratamiento de las enfermedades que no están incluidos en los sistemas tradicionales; pero existe tan sólo uno que es fundamental que sea presentado al mundo, el de la Ciencia Cristiana, que sigue el ejemplo de Jesús».
De acuerdo con un artículo publicado por The New York Times en pasado 2010, a lo largo de la Historia, más de una cincuentena de miembros de la Ciencia Cristiana habrían sido imputados judicialmente en relación a la muerte de algún seguidor de la curación por la fe. Sin embargo, la política del movimiento es la de ni hacer preguntas ni dar respuestas, especialmente, cuando hay menores entre medio. Al mismo tiempo, numerosos ex miembros describen las presiones desde adentro del grupo para no buscar ayuda médica y dejarse guiar por la sanación espiritual. Las enfermedades o incluso las lesiones no son vistas como problemas reales, sino más bien como problemas que crea la mente y la respuesta ofrecida es la oración.
Pese a todas las ventajas que ellos mismos aseguran en relación a la sanación espiritual, lo cierto es que la fundadora del movimiento Mary Barker Eddy falleció de una neumonía en 1910. Además, y pese a que sostengan que su método de sanación no está incluido en el repertorio de ayuda médica, el trabajo reciente de un periodista de investigación ha mostrado que lejos de esa imagen, la Ciencia Cristiana ha alcanzado a lo largo de los años apoyos muy importantes que empezaron con la época de la presidencia de Nixon.
Richard Nixon es más conocido sin duda por su implicación en el escándalo de Watergate, pero se produjo otro escándalo en aquellos años que no trascendió tanto a los medios de comunicación: tres personas de comités muy cercanos al presidente de los Estados Unidos eran miembros de Ciencia Cristiana y fueron a prisión por su implicación en el tema de Watergate. Con el tiempo, se ha legado a conocer que al menos unas 30 personas muy cercanas a Nixon eran miembros de Ciencia Cristiana, lo que sin duda explicaría el cómo llegó la Ciencia Cristiana a quedar fuera de posibles penas judiciales por abandono de tratamientos médicos y poner en riesgo la vida. Cuando en los Estados Unidos empezaron a revisar la legislación sobre la prevención del abuso infantil, sorpresivamente, Ciencia Cristiana logró beneficiarse de importantes exenciones fiscales.
Si bien nadie testificó en las audiciones realizadas para la revisión de tales disposiciones legales, el trabajo del periodista Jarred Booth ha mostrado cómo justamente en aquellos años que empezaron a introducirse estas disposiciones, varios miembros de Ciencia Cristiana ocupaban cargos importantes en el Departamento de Salud, Educación y Bienestar Social. Más tarde, después que fueran detenidas varias personas en el escándalo de Watergate, se propusieron tales modificaciones legislativas por las cuales en ciertos estados de EEUU, aquellos padres que no consintieran facilitar el tratamiento médico a sus hijos por su fe, quedaban fuera de responsabilidad penal.
Aunque estas modificaciones fueran eliminadas más tarde en 1983, lo cierto es que en algunos lugares de los Estados Unidos tal exención de responsabilidad penal continua vigente (por ejemplo, en California, Iowa, Idaho, Alabama, Ohio o Virginia).
Junto a estos factores, el siguiente factor que parece haber jugado un importante papel a la hora de mantener estas disposiciones que eximen de responsabilidad en nombre de la fe, es el hecho de las importantes contribuciones económicas a campañas que hayan defendido en sus programas tal exención de responsabilidad. Aunque sería tedioso reproducir aquí en detalle las contribuciones económicas, el montante total entre el 2010 y el 2016 asciende a 1.520.000 dólares americanos.
De este modo, puede hablarse de una doble consecuencia de tal estado de cosas: la primera de ellas, sobre aquellos miembros que rechazan los tratamientos médicos en nombre de la fe y que pueden acabar muriendo; la segunda, el coste derivado de impuestos sobre los contribuyentes. Y es que Ciencia Cristiana ha estado recibiendo millones de dólares en los últimos 50 años, tanto de Medicare como de Medicaid; de hecho, cuando arranca la cuestión en 1965 acerca de la Seguridad Social en los Estados Unidos, Ciencia Cristiana ya aparecía como excepción: «el término hospital incluye asimismo los centros de Ciencia Cristiana certificados por la Primera Iglesia de Cristo Científico de Massachusetts, Boston». En 1996, esta exención fue declarada inconstitucional, pero en 1997 la Balanced Budget Act reemplazó la referencia a Ciencia Cristiana por la frase «instituciones de salud religiosas no médicas». De acuerdo con la misma web de Enfermería Ciencia Cristiana, «los pacientes de Ciencia Cristiana que acuden al servicio de enfermería escogen la oración para sanar, mientras que reciben cuidados físicos prácticos por parte de las enfermeras, sin emplear medicina, técnicas médicas, terapias o cualesquiera otros procedimientos médicos».
El programa de 60 Minutos del pasado 2000, indicaba al respecto que «en los últimos cinco años, Medicare ha pagado más de 40.000.000 dólares a Ciencia Cristiana». A lo que habría que añadir que cada vez que un miembro solicita ayuda a un practicante del grupo, debe pagar por tales servicios. Un vídeo de 2010 del propio canal de Ciencia Cristiana, indica que «habitualmente, los costes asociados para un practicante de Ciencia Cristiana suelen oscilar entre 20-40 dólares al día». Si bien un artículo del New York Times del mismo año indicaba que «los pacientes pagan entre 25-50 dólares por consulta, incluso por consultas telefónicas de tan solo cinco minutos o bien por un consejo dado por correo electrónico».
Los ex miembros de Ciencia Cristiana, indican que el proceso de curación se basa en la premisa que Dios creó al hombre de modo perfecto, de forma que la enfermedad es vista como una manifestación de falsas creencias que «necesitan ser corregidas». El método que desarrollan los practicantes de la curación por la fe en Ciencia Cristiana, se basa en las enseñanzas dadas en un curso de dos semanas, sin formación adicional alguna ni en Medicina ni en Biología. El paciente deberá primero identificar y reconocer sus falsas creencias, para más tarde reconocer y aceptar que esta situación es cierta y que tan sólo Dios les podrá salvar. Adicionalmente, se enseña que aparte que las «falsas creencias» creen enfermedades, también los «malos pensamientos» o las «críticas» dadas por otros o por la sociedad tienen efectos negativos sobre las personas («el magnetismo animal malicioso» o la «sugestión mental agresiva», en sus términos). Y aunque en teoría los miembros son libres de escoger lo que prefieran, los testimonios de exmiembros indican que existe una considerable presión dentro del grupo para rechazar tratamientos médicos convencionales.
De acuerdo con los estudios de Stephen Barret, el número de practicantes de Ciencia Cristina en los Estados Unidos habría descendido de 4.965 en 1971 a 942 en 2016. Igualmente, el número de Iglesias de Ciencia Cristiana habría descendido de 1.829 a 778 en ese mismo plazo de tiempo.