La Escuela Aquí y Ahora, Escuela de Integración Psico-corporal y Emocional, fue creada en el año 1998 por Itziar Torrecilla Gorbea, una licenciada en ciencias de la información reconvertida a maestra taoísta y terapeuta psicocorporal y por José Carlos Alvero Reina, psicólogo colegiado en Madrid con formación en terapia gestalt.  La Escuela en cuestión asegura que realiza formación en terapia gestalt y asegura poder tratar todo tipo de problemas. De hecho, la propia asociación española de terapia gestalt la tiene entre sus centros de formación acreditados; una Escuela de terapia que, en algunos lugares, aparece clasificada dentro del apartado de bares y restaurantes. Junto a la Escuela Aquí y Ahora, ambos comparten también la dirección de la empresa Alaveradedios SL, dedicada al cultivo de frutas, especias y frutos secos.

La Escuela Aquí y Ahora tiene su sede principal en Madrid capital, aparte de una delegación en Brunete (Madrid) y otra en Valverde de la Vera (Cáceres). Según la propia publicidad de la Escuela, este centro se presentaba en sus inicios como un grupo de apoyo y crecimiento personal “para quienes buscan un espacio de atención a la salud…para quienes sufren…para quienes ven la Vida como una Escuela de Crecimiento…para abrir la conciencia al Amor, empezando por el Amor a Uno Mismo”. Más allá de esta presentación idílica, y a partir del trabajo con antiguos pacientes-adherentes de la mencionada Escuela, la dinámica emergente es bien otra, ya que si bien el proyecto arrancó con el objetivo del crecimiento personal, con el paso de los años, ha derivado hacia una Escuela en la que se exige una dedicación creciente a todos los niveles, en donde se ha instaurado una cultura de grupo por la cual tan sólo los pacientes de la Escuela “se están trabajando” -por contraposición a aquellos que están afuera o que abandonan-, y en donde los terapeutas han ido desplegando un mayor control sobre sus pacientes, convertidos ahora en alumnos-devotos, cuyas vidas han pasado a girar en torno a la figura de la pareja de terapeutas que funcionan como guías espirituales.

De acuerdo con la experiencia vivida por antiguos miembros de la Escuela que han solicitado ayuda, la terapeuta funciona en la actualidad como una gurú, quedando el criterio del psicólogo siempre a la sombra, si bien ambos parecen conformar un tándem en el que uno pone su titulación de psicólogo y su reconocimiento como didacta en la AETG (Asociación Española de Terapia Gestalt), mientras que la periodista reconvertida a terapeuta, ofrece su carisma personal al servicio de liderar el grupo, que funciona como una deriva sectaria antes que como un centro de terapia psicológica al uso. En la actualidad, diversos adherentes del grupo han pasado a vivir conjuntamente con sus terapeutas en Valverde de la Vera (Cáceres), único lugar -según sus terapeutas- en el cual sus pacientes-adeptos estarán libres de contraer el COVID.

Las fuentes de la Escuela

En el material publicitario de la Escuela, los terapeutas mencionan las fuentes en las que se inspira su trabajo: “agradecemos la mano de otros Maestros en el Camino: Antonio Asín (Instituto Biogestalt), profesores y amigos de la AETG (Asociación Española de Terapia Gestalt); discípulos de Swami Sivananda, de B.K.S Iyengar, Iglesia del Santo Daime – Céu de Sâo Joâo, Uniâo do Vegetal, de los Chamanes de los 5 Continentes; a las enseñanzas de los Lamas, Norbu Rimpoché, Sogyal Rimpoché, y a sus seguidores; a los amigos de Omar Ali Shah (Agha), Familia Güvenç y amigos sufíes por el mundo. Agradecemos a ShiFu Tian Cheng Yang y a los practicantes del mundo taoísta… Cómo olvidar a Jesucristo, y sus enseñanzas que nos acompañan desde la infancia”.

Dentro de estas fuentes, podemos encontrar referencias a grupos con una deriva sectaria ya conocida, pero la referencia sin duda más significativa es la del terapeuta gestáltico Antonio Asín, “maestro y formador” de Itziar Torrecilla, como terapeuta y también supervisor de la misma. El mencionado Antonio Asín, fue el creador de la llamada “terapia Biogestalt”, un método creado por él mismo; fue miembro fundador y presidente honorífico de una asociación que llevaba el mismo nombre (AETB) y con sede en la isla de Tenerife, a la vez que también fue reconocido como miembro didáctica por la Asociación Española de Terapia Gestalt (AETG). Asimismo, fue también fundador del Instituto de Psicoterapia Emocional de Bilbao e inspirador del Instituto de Psicoterapia Emocional de Alicante. El citado terapeuta se refería a sí mismo como introductor en España del método del proceso de cuadrinidad de Hoffman, consistente en un “curso crash” de siete días del que se asegura, entre otras cosas, que sus participantes saldrán de la experiencia “como seres humanos enteramente nuevos”. La esencia del proceso de la cuadrinidad, radica en localizar la biografía negativa de la persona, estimular la regresión de los pacientes y llevarlos a buscar los momentos de rechazo de los padres, llevando a los participantes a un estado catártico en el que se revuelcan, lloran o duermen con osos de peluche bajo la convicción de que tal catarsis regresiva los sanará de todos sus males.

El citado terapeuta gestáltico Antonio Asín, fue condenado judicialmente por un delito continuado de abusos sexuales el pasado 17 de octubre de 2019, tras la denuncia de una antigua paciente que lo llevó a los Tribunales por haber abusado sexualmente de ella durante cuatro años, tras haberle suministrado previamente diversas drogas. Fruto de esta denuncia, se condenó al citado terapeuta a una pena de siete años y un día de prisión, inhabilitación para ejercer como médico y terapeuta durante tres años y medio, así como a 13 años de alejamiento de la víctima; además, la sentencia indicaba que tendrá que abonar una indemnización de 20.000€ a la víctima, y aún deberá permanecer otros siete años en régimen de libertad vigilada una vez salga de prisión. Este terapeuta, creador de “la terapia biogestalt”, llevaba a cabo talleres intensivos de una semana en donde se requería que el paciente expusiera su vida al completo, usándose psicotrópicos como el MDMA o la marihuana. Una vez drogada la paciente, se le convenció que “debía liberarse sexualmente, porque esa dimensión la tenía muy bloqueada”. En la sentencia penal, se subraya que “prevaliéndose del delicado estado mental y debilidad emocional que padecía la víctima, fue sometida a un fuerte tratamiento farmacológico que afectó de forma clara a su capacidad de decisión”. Una vez doblegada farmacológicamente, pudo avanzar en la relación terapéutica para terminar abusando sexualmente de su paciente.

La “Maestra de Maestros”

Por la información disponible, y sobre la base de la experiencia vivida por aquellos que durante años estuvieron vinculados a la mencionada Escuela, el criterio de los terapeutas es el único referente válido para los pacientes-devotos del grupo. De hecho, la propia terapeuta manifestó en algún grupo de formación que llegaría el momento en que ella pediría una obediencia ciega y sin cuestionamiento alguno hacia su persona, argumentando que los grandes maestros exigen obediencia incondicional a sus discípulos, puesto que esa es la única forma de alcanzar estados elevados de desarrollo personal.

Y es que, de acuerdo con la experiencia de varios antiguos adherentes, la terapeuta acostumbra a decir que ella es “una Maestra de Maestros”. Que su destino es “guiar y orientar a los grandes maestros del planeta”, porque al parecer así lo habría visto en sus meditaciones y en sus visualizaciones. Por esta misma razón, la terapeuta opina, corrige o cuestiona abiertamente al Papa, al Dalai Lama, a maestros sufíes actuales u otros maestros espirituales; la sensación que todo eso termina por generar en sus pacientes-adeptos, es que la terapeuta es alguien crítico, lo que desemboca en una mayor admiración, lo cual es empleado por la mencionada terapeuta como una vía de aumentar el ascendiente sobre sus pacientes-alumnos-devotos.

Los antiguos adeptos del grupo relatan numerosos ejemplos que ilustran esta obediencia y la dependencia hacia sus terapeutas, convertidos ahora en guías espirituales a tiempo completo. Veamos un ejemplo. La terapeuta afirma, en una de sus terapias, que un paciente-adepto está “negro, muy oscuro”; eso significa, en el argot del grupo, que “su energía está sucia o contaminada” y que, por tanto, está contaminando todo el trabajo del grupo. Aunque, en la práctica, el paciente no sabe distinguir cuándo está negro o cuándo está brillante, debido a que tal capacidad es prerrogativa exclusiva de la terapeuta; lo cual da lugar a situaciones en las que un paciente puede estar brillante en un momento dado y al instante, y casi sin solución de continuidad, pasar a estar negro. El paciente, obviamente, no ha notado ningún cambio importante en su persona. Pero la terapeuta sí. De este modo, el paciente pierde toda la confianza en su propia percepción, siente que su criterio no es adecuado y se convence de que necesita constantemente el feedback de los terapeutas para discernir lo adecuado de lo inadecuado.

Los antiguos pacientes-adeptos del grupo describen que, esta sumisión y dependencia hacia los terapeutas, fue aumentando progresivamente con el paso de los años, hasta el punto que son aquellos quienes deciden cuándo alguien está siendo él mismo o no siendo él mismo, en un discurso contradictorio y progresivamente confuso. En la experiencia de aquellos que estuvieron en la Escuela, la narrativa habitual incluía elementos como los siguientes: “tú no sabes lo que sientes, no sabes si estás triste o si estás contento porque tú no estás en contacto contigo mismo”, “tú no habitas tu cuerpo y por lo tanto no sabes nada de lo que está pasando dentro de ti”, “eso que estás pensando no es un pensamiento tuyo, tú en realidad no sabes lo que estás pensando” o incluso “eso que dices que te gusta, realmente, no te gusta; tú no sabes lo que te gusta”.

La cultura de grupo que se va creando gira en torno a la pareja de terapeutas, que pasan a funcionar como padres, desplazando a los propios padres biológicos, que “deben trabajarse” para “dejar de mover energía sexual con sus propios hijos”. Al cabo de los años, el trabajo pretendidamente terapéutico desarrollado en la Escuela, va introduciéndose en todos los aspectos de la vida de sus pacientes, creándose una completa dependencia hacia sus terapeutas, que pasan a monitorizar todos los aspectos de la vida de sus clientes.

El desarrollo habitual del trabajo terapéutico en esta Escuela contempla un proceso que empieza por una terapia individual, que se convierte luego en terapia de pareja y que termina desembocando en una terapia de familia; el siguiente paso es el espacio de terapia de grupo, en donde todos los aspectos privados tratados en terapia individual se sacan a la luz ante todos los demás. Los secretos más íntimos y personales revelados a los terapeutas en la dinámica propia de una terapia individual son ahora expuestos y aireados en los trabajos colectivos de grupo, de forma que la intimidad queda totalmente expuesta al público; y ello es utilizado con el fin de someter a los miembros del grupo a través de la culpa, el miedo y la vergüenza. Todas las familias participan de esos grupos, de modo que los hijos son testigos de las humillaciones y vejaciones públicas a los padres, o incluso se escenifican situaciones en donde los hijos deben repudiar o cuestionar a los padres, generándose dinámicas nocivas de relación que acaban por distorsionar los vínculos familiares.

Habiendo trabajado con algunos antiguos integrantes de esta Escuela, éstos describen un clima de grupo en donde las reacciones de la terapeuta responsable del proyecto eran continuamente imprevisibles, no sabiendo si les iba a caer una reprimenda por alguna acción u omisión, junto con desprecios verbales que podían acompañarse al mismo tiempo y en otro momento de comentarios en donde se alaba a la persona por alguna cualidad, por lo que muchos de ellos vivieron durante años atravesados por la confusión y el miedo. Cualquier opinión, actividad, pensamiento o idea puede ser apoyado o rechazado por la terapeuta sin ningún fundamento racional. Incluso una cosa puede ser maravillosa en un momento dado y al momento siguiente esa misma cosa se puede convertir en algo monstruoso y abominable. Con todo ello, se ha desembocado en un ambiente de completa inseguridad, pérdida de identidad y total dependencia de los terapeutas.

Adoctrinamiento

Según la experiencia de antiguos adherentes, en la Escuela se promueve una interpretación de la realidad propia y exclusiva del grupo, con pocas referencias objetivas a otras realidades externas, estimulándose de este modo una dinámica de progresivo aislamiento, que se acompaña de bucles de auto justificación de los cuales es muy difícil salir. Los mismos ex miembros relatan que hay temas que se repiten constantemente y que pasan a ser parte fundamental de la doctrina de la Escuela: la sexualidad, la salud y la enfermedad, la alimentación y las religiones.

La sexualidad. Los propios líderes del grupo manifiestan en la página web de la Escuela lo siguiente: “un eje fundamental de nuestro trabajo es la investigación sobre la energía sexual, y las relaciones afectivas y de pareja. Los talleres sobre sexualidad son un laboratorio vivencial”. Para ello, ”aplicamos técnicas milenarias (chi-kung, yoga, meditación, danzas y viajes chamánicos) para aprender a conocer y equilibrar la energía vital”. Por lo tanto, una de las piezas esenciales en el funcionamiento de esta Escuela de terapia gestalt, tiene que ver con la sexualidad; en sus palabras, “la energía sexual es sagrada y lo crea todo”. Y es que, nuevamente, y según el particular criterio de la mencionada terapeuta, las personas “mueven energía sexual” (nadie sabe qué es exactamente eso, sólo la terapeuta lo sabe). Y eso, “debe ser trabajado”.

En la práctica, y de acuerdo a las personas que salieron, la mencionada terapeuta detectaba en cualquier ocasión que la persona “movía la sexualidad”. Los antiguos pacientes describen un ambiente de paranoia en el que continuamente se les podía decir, en cualquier contexto, que “estaban moviendo energía sexual” sin darse cuenta, y que eso afectaba a todo el trabajo “terapéutico” que ella hace. La dinámica de relación que se daba, finalmente, pasaba porque el paciente confesara que, efectivamente, había “movido energía sexual”, aunque no tuviera nada que ver o no entendieran, por el miedo al castigo de la terapeuta y el temor a ser rechazado por todo el grupo al contradecir a la terapeuta.

Antiguos integrantes del grupo cuentan cómo, progresivamente, se llegó a un punto en que el miedo era la tónica dominante de todo el trabajo que se hacía. Uno de los mayores temores de los pacientes-adeptos era el miedo a “estar moviendo” sin saberlo. Este miedo llegó a ser tan persecutorio que aquellos con los que he podido trabajar a la salida, detallan cómo en los talleres y trabajos grupales, sentían auténtico terror simplemente por estar sentados cerca de un compañero o una compañera “por si se movía” entre ellos energía sexual invisible. El mero hecho de tener que decidir junto a quién estar sentado ya era causa de un estrés y ansiedad insoportable. El hablar o relacionarse con cualquier persona, especialmente si era alguien de fuera del grupo, se consideraba potencialmente peligroso porque toda relación, intercambio o contacto con cualquier ser humano del mundo exterior suponía un intercambio o movimiento de energía sexual que luego se traía al grupo y a la Escuela y tenía el efecto devastador de contaminar todo el trabajo realizado en la Escuela durante años de esfuerzo, dedicación y disciplina diaria.

Dentro de un discurso pretendidamente feminista, la terapeuta establece unas relaciones en las que ella es la que domina, y en donde el hombre debe quedar relegado, humillado o despreciado, porque “los hombres, son torpes” o incluso “primarios”, mientras que las mujeres son “malvadas” y “no se dan cuenta”. Todo ello daba como resultado la necesidad de hacer más terapia con el grupo para poder sanar todos esos problemas creados por la misma terapeuta. A su vez, la terapeuta estimula las relaciones sexuales entre algunos integrantes, o incluso estimula que se masturben delante de ella, como forma de “controlar la energía sexual”.

En cuanto a la homosexualidad, y según la experiencia de antiguos pacientes que abandonaron el proyecto, para esta terapeuta, la homosexualidad es una enfermedad, “porque los hombres han sido seducidos por su madre y al no tener sexo con ella debido al tabú del incesto, entonces enfocan la energía sexual hacia los hombres”. Y, en el caso de la homosexualidad femenina, según las particulares teorías de esta terapeuta, la causa de tal homosexualidad radicaría en el hecho de que en casa estuvieron escuchando las críticas de sus respectivas madres hacia los hombres, de ahí que finalmente hayan desembocado en la homosexualidad.

En relación a las parejas estables, las parejas y los matrimonios eran monitorizados hasta en lo más íntimo de su vida sexual. Los terapeutas llegaron a estimular la separación de matrimonios sugiriendo que durmieran primero en camas separadas, para después dormir en habitaciones separadas e incluso, en caso extremo, en casas separadas.

Y, en cuanto a la sexualidad entre padres e hijos, la terapeuta muestra cómo también los padres “mueven energía sexual” con sus hijos, llegando al punto de describirles como “violadores”, porque según su particular visión, los pacientes están llenos de lujuria y lascivia, de la cual ni se enteran, siendo su tarea mostrarles cómo “mueven energía sexual continuamente, con todo el mundo”.

Los terapeutas sugerían y, en muchos casos presionaban, para seleccionar la pareja adecuada para cada joven del grupo. Se llegó el caso de una joven adolescente que fue presionada para emparejarse con un hombre del grupo casi 20 años mayor que ella. La razón principal esgrimida por los terapeutas es que este hombre 20 años mayor es que era “buen alumno de la Escuela” y “siempre es mejor alguien de dentro de la Escuela, aunque no sea de tu edad, que alguien de afuera”. Los terapeutas informaban a los jóvenes que las relaciones sexuales debían desarrollarse sin preservativos ni otros medios de protección. Los jóvenes entienden que la mejor protección posible es la terapeuta y también estar dentro de la Escuela. De forma que, si el joven está en contacto con la Escuela y sus terapeutas, eso se convertirá en la mejor protección contra las enfermedades de transmisión sexual o ante riesgos de embarazo.

La salud y la enfermedad. En otro orden de cosas, cuando algún paciente-devoto tiene algún malestar físico, alguna dolencia o enfermedad, el ir al médico no servirá de gran cosa, “porque te marearán”, de forma que tan sólo el trabajo de la terapia en la Escuela podrá sanar por completo a la persona. En otras ocasiones, la mencionada terapeuta ha podido culpabilizar a la persona por un malestar o una enfermedad, como si fuera una estrategia de la persona para “poner a prueba al grupo”.

También se culpabilizaba a los devotos de las enfermedades y dolencias que pudieran sufrir los propios terapeutas. La enfermedad, el dolor y sufrimiento de los terapeutas siempre tenía su origen en algún comportamiento o actitud supuestamente negativo de cualquiera de los pacientes-devotos, llegándose al extremo que si a la terapeuta le dolía la cabeza, le sugería a la persona del grupo supuestamente responsable de ser el origen de ese dolor que se tomara un analgésico y entonces, y sólo entonces, la terapeuta lograba sanar su dolor de cabeza. Los devotos quedaban admirados ante el poder sobrenatural de la terapeuta y ante su incomparable capacidad para ver y manejar las “energías que se mueven en todo proceso de curación”; estas “energías” son invisibles para el resto de los mortales, pero totalmente accesibles al ojo inefable de la terapeuta.

Por otra parte, y en relación a las vacunas, los terapeutas promueven la idea de no vacunar en general y, sobre todo, no vacunar en el caso del COVID en particular. Como ya ha ocurrido en otras muchas sectas, el tema de la pandemia se ha utilizado para aumentar el grado de control de los terapeutas sobre los adeptos generando dinámicas de miedo y alimentando las conductas suspicaces y una dependencia explotadora. Ante la catástrofe de la pandemia, el grupo y los terapeutas, se constituyen como el único lugar seguro en donde encontrar refugio. De hecho, y de acuerdo a la experiencia vivida por aquellos que fueron pacientes-devotos, durante una temporada se bombardeó a los pacientes a través de mensajes de Telegram catastrofistas, para estimular la construcción del refugio en la finca, ya que tan sólo con el agua de ese entorno natural y con la huerta de allá, se podrá estar protegido de las hambrunas o de las persecuciones de los no vacunados.

Adicionalmente, los terapeutas de la Escuela promueven la idea de que no hay que confiar en los médicos. En general la medicina oficial no es digna de confianza. “Tú problema es que te crees lo que te dicen los médicos” dice la terapeuta a sus adeptos. Esta posición ha ocasionado múltiples problemas. De hecho, los adeptos que han salido del grupo manifiestan que han dejado de asistir al médico durante años y que en algunos casos han sufrido las secuelas de enfermedades graves que se han agravado al no haber tenido un seguimiento adecuado por parte de médicos especialistas. Recientemente, la terapeuta adquirió una máquina para realizar análisis epigenéticos en las propias instalaciones de la Escuela; con esto, pasó a convertirse también en el médico de sus pacientes-alumnos-devotos. Una vez recibido el resultado obtenido por la máquina, la terapeuta emite un informe con los complementos que el adepto debe tomar y la alimentación que debe seguir. En este mismo sentido, los terapeutas también elaboran sus propios remedios (v.g., flores de Bach) que venden a sus alumnos-pacientes.

Creencias y religiones. Se promueve el estudio de las principales creencias y religiones del mundo, esto es: cristianismo, judaísmo, budismo, islam, taoísmo, chamanismo y el sufismo. Los terapeutas utilizan los textos sagrados de todas estas religiones para hacer una suerte de sincretismo espiritual. Esto tiene el inconveniente de que los terapeutas filtran e interpretan todas estas fuentes sagradas y las utilizan para la consecución de sus fines e intereses particulares. En la práctica, ello facilita una dependencia espiritual de los terapeutas, que se convierten en la única guía espiritual y referente válido para orientarse en ese maremágnum inmenso que constituyen todos los textos sagrados de las principales creencias y religiones del mundo.

La imperfección siempre está en el paciente-adepto

Según relatan antiguos miembros del grupo, el trabajo de crecimiento personal realizado es muy estándar y generalizado, con poco respeto a las diferencias individuales de los seguidores ni a su autonomía personal. El programa que se propone vale para todos, puesto que el sistema es perfecto y las metas son muy elevadas y cualquier imperfección o fallo se debe siempre al paciente-devoto, nunca a la terapeuta ni al tipo de “terapia” que desarrolla. En este sentido, antiguos adherentes de la Escuela describen numerosos ejemplos de esta índole. Veamos algunas situaciones tipo:

Ejemplo 1. En esta Escuela se hacen talleres de ayuno en los que hay que permanecer encerrado y aislado en una habitación individual ayunando no solo de alimentos sino también de cualquier estímulo exterior ya sean libros o teléfonos. Sólo se podía salir de la habitación para participar en las actividades relacionadas con este ayuno de cuerpo, mente y espíritu que organizaban los responsables; incluso asomarse a la ventana se consideraba como un fallo o error en el ayuno. En estos talleres participan indistintamente niños, adolescentes, embarazadas, madres en periodo de lactancia, personas con obesidad, personas con trastornos alimenticios, etc. La diversidad de participantes es enorme y el programa del taller de ayuno es básicamente el mismo para todos. Hay pequeñas diferencias, pero son más bien superficiales y el objetivo o la meta a alcanzar es tan elevada que resulta muy difícil estar a la altura de las expectativas. Esto es especialmente significativo en los niños y adolescentes, para los cuales el ayuno continuado durante días resultaba una tarea completamente excesiva que nunca llegaron a comprender.

Ejemplo 2. En un taller intensivo en La Vera, Cáceres, por la mañana al amanecer se realiza la habitual sesión de Chi-Kung igual para todos, niños, adolescentes y adultos. La sesión dura una hora al aire libre en la cual es necesario tener un grado de concentración difícil de mantener para personas adultas entrenadas y prácticamente imposibles de alcanzar para los niños y adolescentes. Una niña pequeña de unos 4 años, se orina en mitad de la sesión. Aunque los que están cerca de la niña, sus padres entre ellos, se dan cuenta de ello, nadie se atreve a interrumpir los ejercicios de Chi-Kung para atender a la niña que está completamente empapada, sentada en el suelo y muerta de frío. El tiempo pasa y la niña sigue en el suelo empapada esperando estoicamente a que la clase termine. En estas, una alumna adolescente siente compasión de la niña y atravesando el círculo de chi-kung, se dirige a la niña para consolarla y para quitarle la ropa mojada y ponerle ropa seca. La terapeuta monta en cólera y se dirige a la alumna adolescente con insultos, gritos y humillaciones de todo tipo. La alumna se siente tan culpable y tan humillada y maltratada que también arranca a llorar y nadie se atreve a acercarse a ella por miedo a la reprimenda. Los terapeutas no se consideraron responsables de nada de lo que allí sucedió. Al contrario, se sintieron víctimas maltratadas por “unos alumnos desconsiderados” que “se habían confabulado contra ellos para boicotear la clase de Chi-Kung”.

Ejemplo 3. En un taller de varios días se realiza un ejercicio que consiste en lanzarse de espaldas desde una altura considerable, unos dos metros aproximadamente, para caer de espaldas sobre unas colchonetas colocadas en el suelo. Algunos alumnos y alumnas quedan lesionados de las cervicales después de realizar este ejercicio. Otros incluso confirman por resonancia magnética hernias cervicales que les dejan secuelas de por vida o permanecen con dolores durante semanas teniendo dificultades para ir a trabajar. Hay alumnos que se asustan y deciden no arriesgarse a realizar el ejercicio. Los terapeutas, una vez más, consideran que el error está en los alumnos, por no haber confiado en sus terapeutas, de manera que no están a la altura del trabajo que se está haciendo en la Escuela. La sensación de los “cobardes” es de fracaso y la sensación de los lesionados es de culpa y de incompetencia. La sensación de los que lo han conseguido es de superhéroes. En cualquier caso, el ejercicio es perfecto y nadie se atreve a cuestionar ni la precariedad de las colchonetas, ni la altura excesiva del salto, ni la dificultad excesiva del ejercicio, ni la enorme diversidad de alumnos que van a saltar, ni las pocas medidas de seguridad, ni la conveniencia de haber programado unos saltos previos a modo de progresión escalonada hacia el salto final, ni la gravedad de las lesiones causadas, etc.

De la seducción a la dominación

Como ya he descrito, el recorrido para la adhesión a la Escuela arranca en una terapia individual, para más tarde proponer la necesidad de una terapia de pareja y después, una terapia de familia, de manera que todos los miembros del conjunto familiar terminan vinculados a los mismos terapeutas. Una vez que toda la familia ya está dentro de las terapias de la Escuela, se proponen más actividades, pero ahora de carácter grupal: la asistencia a los grupos de conciencia, grupos de chi kung, talleres de fines de semana, talleres de vacaciones, etc. Además, dentro de todo ese compromiso creciente con la Escuela, se invita también a los adultos a formarse como terapeutas ellos mismos, de manera que también deben comprometerse a cursos de formación en este sentido.

Junto a estas actividades regulares, los terapeutas pueden proponer sobre la marcha cualquier otra actividad “voluntaria” como ir un fin de semana a la finca a desbrozar avisando sin casi tiempo o pasar la Fiesta de Navidad o la Noche Vieja o la Pascua juntos en el grupo. Estas actividades “extra” aparentemente son voluntarias, pero siempre se dan en un contexto de mucha presión sobre los que deciden no participar. El resultado es que algunos ex pacientes relatan que preferían abandonar a sus familiares durante las fiestas, antes que ser sometidos a la presión del grupo por no participar en estas actividades de grupo. A los adherentes se les inculca que son los mejores precisamente por estar en la Escuela, por estar llevando a cabo un proceso de crecimiento personal que los de fuera no llevan. De hecho, la cultura de grupo establecida por los terapeutas responsables de este proyecto gestalt, centraba el discurso en que los pacientes que están dentro de la Escuela son “guerreros”, con la misión de “salvar” a aquellos que se desvían del proyecto o lo abandonan, que desde ese momento pasan a ser tildados de culpables o personas dañinas, con las que mejor no mantener contacto alguno o, en cualquier caso, los contactos siempre deben ser reportados a la terapeuta quien, de facto, tiene siempre la última palabra acerca de las supuestas intenciones ocultas de los demás.

Los ex alumnos de esta Escuela que han pasado por mi consulta relatan que, los primeros meses de trabajo en el grupo, son de mucha seducción y toda la dinámica resulta muy placentera y gratificante. Los terapeutas miman y seducen al recién llegado para que se sienta querido, comprendido, amado, respetado y sobre todo confiado. Tras este bombardeo de amor, cuando ha pasado el tiempo suficiente para haber desarrollado un fuerte vínculo de dependencia hacia el grupo, cambian las tornas, y el trabajo de crecimiento personal se vuelve muy doloroso y difícil de sobrellevar. Si alguien se atrevía a cuestionar la actividad de grupo -diciendo, por ejemplo, que se parecía más a una secta que no a un grupo de terapia-, eso se seguía del enfado de la terapeuta que podía pasar a hacer un juicio sumarísimo a la persona ante los demás, u obligarla a ponerse ante un espejo para que se diera cuenta “de la energía tan oscura que desprendía” o bien que uno “se había vendido”.

Este momento es conocido por los terapeutas de esta Escuela como el momento de “bajar a cocinas”; es decir, el momento de arremangarse para ponerse a fregar y a limpiar la basura acumulada. Entonces ha llegado el momento de pasar de la seducción al abuso, al insulto e incluso al maltrato pretendidamente terapéutico. Una vez que los pacientes “se atreven a bajar a las cocinas”, esto es, “atreverse a enfrentarse a la parte más sucia de uno mismo”, las prácticas de grupo comportarán aguantar estoicamente todo tipo de maltratos verbales y emocionales ante los demás integrantes de la Escuela. Si los pacientes-devotos se resisten a aceptar que pudieran estar moviendo “energía sexual” sin ser conscientes de ello, o bien se resisten a participar en el proyecto comunal de dar dinero para constituir una “aldea terapéutica”, son denigrados ante los demás. En otros contextos de pretendida terapia de grupo, la terapeuta se dedica a abofetear a sus pacientes ante sus hijos o sus cónyuges, ridiculizándolos y argumentado tal conducta como una medida terapéutica para que avancen sus pacientes.

Los terapeutas se encargan de cortar la comunicación directa entre los padres e hijos del grupo de tal forma que, con el paso del tiempo, se corta totalmente la relación. Los hijos de la Escuela consideran que sus “padres espirituales” son los terapeutas y que sus padres biológicos no están haciendo el trabajo adecuado de desarrollo personal. Son padres deficientes y gracias a la ayuda la pareja de terapeutas, estos padres deficientes podrán complementar sus carencias y ayudar a sus hijos, pero siempre a través de los terapeutas.

Del uso de drogas en la Escuela

Al parecer, y junto a la cuestión de la sexualidad, otro elemento que se incorpora de las enseñanzas de su maestro Antonio Asín, tiene que ver con el empleo de drogas como recurso pretendidamente terapéutico. Y es que la Escuela ha promovido algún taller con empleo de MDMA (versión abreviada de 3,4-metilendioximetanfetamina), más conocida como éxtasis o Molly; es una droga fabricada en laboratorios que produce efectos psicodélicos similares a los alucinógenos como la mescalina o el LSD. A estos talleres, reservados a unos pocos pacientes “escogidos”, los terapeutas administraron esta droga bajo la promesa de que tal ingesta les ayudaría a su desarrollo espiritual, ya que facilitaría el trabajo terapéutico de tal forma que en poco tiempo se podrían conseguir grandes avances.

Al comienzo del taller, los terapeutas orientaron el trabajo hacia la exploración de posibles problemas y traumas relacionados con la sexualidad. De esta manera, y antes de consumir la MDMA, una mujer y un hombre escenificaron una violación. Aunque estaban vestidos y no hubo penetración, la escenificación fue tan real y tan violenta que todos los participantes quedaron traumatizados. En esta puesta en escena de la violación, estaban presentes las respectivas parejas del hombre y la mujer protagonistas de tal escenificación, de modo que ambas parejas quedaron profundamente conmocionadas al presenciar a su compañero o compañera en plena violación. Los terapeutas explicaron y justificaron la puesta en escena indicando que, desde hacía mucho tiempo, había una fuerte atracción sexual entre los protagonistas y que la violación había sido una suerte de “catarsis curativa”. Después de este episodio, se procedió a consumir el MDMA. En la práctica, los participantes con los que trabajé que participaron en estos talleres, no entendieron nada de todo lo que allí estaba ocurriendo bajo el efecto de la MDMA y desde luego no encontraron ningún efecto sanador o curativo en esa experiencia, sino más bien todo lo contrario.

En numerosos talleres, los terapeutas administraban también marihuana a los participantes “para facilitar el trabajo de conciencia”. Conviene anotar que también a algunos menores de edad también se les administraba la marihuana con la justificación de que su uso, “bajo la estricta supervisión de los terapeutas”, podría ser muy beneficioso para “el trabajo de conciencia” de los menores. Los padres de estos menores daban su consentimiento plenamente convencidos que el uso de la marihuana sería lo mejor para el crecimiento y desarrollo espiritual de sus hijos; la marihuana utilizada en los talleres, provenía de las propias plantas de marihuana que tenían los terapeutas en su casa. Se da el caso también que algunos antiguos pacientes-adeptos, iban a cuidar estas plantas durante las vacaciones de los terapeutas e incluso durante la pandemia; de hecho, algún antiguo adherente fue multado durante la pandemia, al saltarse el confinamiento, al dirigirse a cuidar las plantas de marihuana de su terapeuta.

La mayoría de los miembros de este grupo se caracterizan por ser personas productivas, buenos trabajadores, con un buen nivel de estudios, muchos licenciados, arquitectos o ingenieros. A todo esto, hay que añadir que se trata de personas muy altruistas, con muchas ganas de aportar algo valioso a la mejora de este mundo. Personas de buena voluntad dispuestas a sacrificarse por el bien de todos. Siempre dispuestas a ayudar, siempre dispuestas a esforzarse al máximo para mejorar.

En esta Escuela hay niños que han nacido dentro del grupo y en algunos casos la propia terapeuta ha realizado personalmente la atención al parto. Hay casos de padres que han abandonado el grupo, pero sus hijos no. Estos casos son especialmente traumáticos para los que abandonan, porque los hijos adeptos han cortado la comunicación con los padres “desertores”.

Los ex miembros del grupo refieren que, una vez fuera de la Escuela, resulta difícil de entender cómo personas con un alto nivel de estudios -casi todos ellos licenciados universitarios-, pudieron creer ciegamente en los líderes del grupo. La autoproclamada “Maestra de maestros” no fue cuestionada casi nunca. Nadie se preguntó nunca de dónde obtuvo su acreditación como «terapeuta psicocorporal». Tampoco ninguno de sus antiguos pacientes-adeptos se cuestionó cómo, tras el regreso de un viaje a China, esta autoproclamada terapeuta pasara a ser «maestra taoísta occidental», conocida ahora bajo el nombre de Tian Xin Xian.

La entrega a la Escuela

Trabajo. Cada miembro aporta su tiempo, su dinero, su devoción y sus capacidades para la consecución de los proyectos comunes del grupo. Proyectos que son siempre pensados, diseñados y organizados por los terapeutas, ya que son ellos los únicos que tienen la visión y sabiduría suficientes para discernir y determinar lo que resultará adecuado para la Escuela. De este modo, los pacientes, con sus respectivas carreras, se encargan de organizar una Sociedad Limitada para la compra de terrenos y construcción de locales en Gredos. Aquellos otros licenciados en arquitectura, se encargan de todos los aspectos de la construcción. Los ingenieros de los temas de infraestructura de riegos canalizaciones u otros aspectos. Y los estudiantes y “becados”, de la limpieza de los espacios comunes y privados de los terapeutas. De este modo, todos los pacientes trabajan pro bono para sus terapeutas y el proyecto comunitario promovido por ellos mismos.

Tiempo, dinero. Todas las actividades van ocupando más tiempo tanto entre semana, como en fines de semana e incluso en vacaciones aparte de disparar un gasto creciente en términos económicos. Hay que tener en cuenta que una familia de 4 miembros, puede llegar a gastar más de veinte mil euros al año en terapias, talleres, formación y demás actividades de la Escuela. Por otro lado, cuando alguno de los terapeutas se ausentaba por unas semanas o marchaban de vacaciones, o incluso durante el período de pandemia que no se podía trabajar, los pacientes continúan abonando las actividades y demás terapias.

En la Escuela se habla desde hace tiempo de poder vender las propiedades y con ese dinero comprar un terreno donde vivir en comunidad y “construir un pueblo terapéutico”. En un momento del desarrollo del grupo, los terapeutas estimulan a la compra de una finca en La Vera de Gredos (Cáceres), donde se continúan realizando más talleres, cursos y terapias. Fruto de esta compra la Escuela crea una Sociedad Limitada para gestionar todo este patrimonio y con todo ello comienza a desarrollarse una creciente actividad económica y financiera

Si alguno de los miembros de la familia, que ha entrado en bloque a la Escuela, no alcanza a poder pagar todas las terapias y actividades propuestas, se ofrecen “becas”, que se presentan como una gran oportunidad. Las becas en cuestión, consisten en que la persona puede ir a limpiar a casa de alguno de los dos terapeutas, o incluso cuidar de sus casas privadas cuando éstos se van de vacaciones o incluso ir a hacerles recados, de manera que esto ayudará a “trabajar su ego” a la par que abaratará los costes de los cursos y demás actividades que vaya promoviendo la Escuela. Los miembros del grupo realizan periódicamente donaciones voluntarias destinadas a crear un fondo para estas becas de tal forma que todo este sistema de ayudas no repercuta en el bolsillo de los terapeutas

La desconexión

Toda esta dinámica de trabajo supone un enorme gasto de tiempo, dinero, energía y dedicación. A eso hay que añadir la fuerte dependencia que se crea hacia los terapeutas en primer lugar y, en segundo lugar, hacia el grupo, lo cual se traduce en un importante desgaste económico y emocional. Todo ello, al final, termina por desembocar en rupturas en diversos ámbitos: con la familia, con amigos y relaciones anteriores, con el trabajo, con los estudios, con ideas y pensamientos previos, etc. Como describen los pacientes con los que he podido trabajar a la salida de la Escuela, se inculca una idea de conexión, de ayuda a todos los seres vivientes, de globalidad, de ecumenismo, de aceptación de todas las religiones y creencias. Todo el trabajo que se está haciendo es para el bien del adepto en primer lugar. Y en segundo lugar para el bien de todos los seres vivientes del presente, del pasado y del futuro, del universo actual y de todos los universos creados y por crear. El nivel de exigencia es tan elevado que el adepto se transforma en un guerrero capaz de sacrificar su vida, su familia, sus hijos y cualquier cosa en pos de ayudar a tan altos propósitos.

De este modo, el paciente se convierte en alguien muy especial, es un ser elegido y preparado para ayudar a la humanidad a ser mejor. Con esa idea en la cabeza, el adepto ya se coloca en un espacio y situación en el cual puede y debe soportar estoicamente cualquier abuso o humillación infringido por los terapeutas. Porque, da por hecho que ese insulto o ese maltrato verbal, es siempre para el bien del propio adepto; de este modo, el insulto y el maltrato, son interpretados por el devoto-paciente como un supremo acto de amor. “Penitencia, te la mereces” o ”la adicción a estar mal, es buena” son alguno de los eslóganes que pueden repetirse dentro de la Escuela. La propia terapeuta dice en el momento del abuso, que la bofetada o el insulto son para ella un sacrificio y un momento muy duro y doloroso, pero que es el propio paciente el que la arrastra sin piedad hasta esa situación límite para que ella, “obediente mensajera de los designios sagrados de un ser superior”, se vea obligada a cumplir la voluntad de los cielos y a insultar o gritar a su querido paciente por puro amor. “Me duelen las manos, los clavos de Cristo”, de modo que es un sacrificio supremo que la terapeuta hace para beneficio de su adepto.

La misma terapeuta de la Escuela repite muchas veces en el grupo: “Yo pido que incluso mis errores sean para beneficio vuestro” o “Que mis propios errores sirvan para avanzar y para crecer”. Ante esta suprema declaración de intenciones, al adepto no le queda otra opción que ponerse de rodillas y mostrar su respeto y admiración ante tan sublime maestra. Y entonces, la propia terapeuta reacciona diciendo: “No me llaméis maestra. Yo no soy maestra. Yo no soy Dios. Yo también me equivoco. La diferencia entre yo y vosotros es que yo todo lo hago con una intención. No hago nada de forma automática o inconsciente como vosotros. Todo lo hago con una intención. Y mi intención es que todo lo que yo haga, sirva para el beneficio de todos los seres”.

Sin embargo, una cosa es la teoría y otra cosa bien distinta es la práctica. El trabajo diario y la práctica de las actividades propuestas en la Escuela, termina por desembocar un mayor aislamiento y mayor desconexión con el mundo exterior. No se puede tener pareja fuera del grupo, y si lo acepta la terapeuta es porque quiere que entre en el grupo. Todo lo que está fuera de la Escuela es potencialmente peligroso para el trabajo de crecimiento y desarrollo que se está haciendo dentro. La terapeuta dirá, constantemente, que los adeptos tienen su energía muy trabajada por las muchas horas de meditación, de chi kung, de ayuno y de trabajo específico realizado en los cursos y talleres. “Yo no soy celosa, pero cuido mi energía, soy celosa de mi energía” dice la terapeuta para explicar esta cuestión de la relación (o más bien de la ausencia de relación) del adepto con el mundo exterior. No es una cuestión de aislarse del mundo: es una cuestión de “preservar la pureza” conseguida gracias al duro y largo trabajo realizado para poder devolver al mundo esa pureza en forma de Luz y Amor para el beneficio de todos los seres vivientes. Renunciar a padres, hermanos, hijos es un precio que el adepto de esta Escuela está dispuesto a pagar para preservar la integridad del trabajo del grupo y la pureza de los terapeutas.

Esta diferencia tan enorme entre la teoría y la práctica es muy llamativa. La doctrina externa es evidentemente seductora y envolvente, proporciona calma y sentido de pertenencia al adepto. Las ideas y las doctrinas de esta Escuela funcionan como una pantalla atractiva al mundo y crean una sensación de confianza y bienestar tanto para los de dentro como para los de fuera. Toda esta teoría busca seducir y envolver, calmar y dar sentido, hacer que el adepto se sienta como la persona escogida, que está a otro nivel y que está destinada a una tarea transcendente que tan solo podrá alcanzar a través de la vinculación con el grupo. Todo esto dará la explicación al adepto de las prácticas transgresoras que se pondrán en marcha dentro del grupo.

El nivel de aislamiento ha ido en aumento con el paso de los años. En una primera etapa de la Escuela, hubo jornadas de puertas abiertas en las que se exponía el trabajo del grupo a personas de fuera del grupo. También se invitaba a maestros y expertos de otras tradiciones y tendencias. Incluso se llegó a crear una página web abierta al mundo que era un espejo de la Escuela. Pero, poco a poco, se fueron cerrando y eliminando estos contactos con el mundo exterior y en el momento actual no hay página web ni jornadas de puertas abiertas, ni invitaciones a maestros ni nuevos integrantes. El aislamiento es tal que se han producido diversas situaciones de rupturas familiares, derivadas de la gran distorsión de la realidad que genera la Escuela, cambiando hasta los propios recuerdos y vivencias del paciente, interviniendo en la visión de sus seres queridos e incluso en la visión de sí mismos llegándose a rechazar su propio cuerpo por la suciedad y culpabilidad.

El abandono de la Escuela comportar “perder el alma”

La exigencia de la participación en todas y cada una de las actividades de la Escuela ha ido in crescendo con los años, de manera que si algún paciente-adherente decidía pasar las fiestas con su familia o en otro lugar que no fuera la Escuela, eso “ponía en peligro el trabajo grupal” o incluso “hacían que ego subiera demasiado”, y eso requería más terapia. Las actividades de la Escuela terminan por invadir toda la vida de sus pacientes, que pasan a secundar sus vacaciones a las actividades de la Escuela, a la par que los terapeutas van marcando que ven a los pacientes “con oscuridad” al regresar de vacaciones, de forma que es mejor que continúen realizando actividades y terapia en la Escuela. Además, los pacientes deben estar siempre disponibles telefónicamente, a cualquier hora y en cualquier momento, por si su terapeuta les llama, y responder rápidamente, so pena de recibir un mensaje culpabilizador.

Los antiguos adherentes describen también importantes sentimientos de culpa y malestar al no alcanzar el estándar establecidos por la terapeuta, estándar cambiante de modo caprichoso, y que podía dar lugar a situaciones como hacerse sentir culpable a algún integrante por el mero hecho de tener una cuenta en Facebook o por irse con la familia de vacaciones a la playa en verano.

La posibilidad de la expulsión aterra a los participantes, a los que se les ha inculcado reiteradamente que abandonar la Escuela llevará, indefectiblemente, a “perder el alma”. A los pacientes, convertidos en creyentes, se les inculca que abandonar la Escuela es dejar un trabajo inconcluso, que les afecta no sólo a ellos sino a toda la Escuela, por lo que antes de abandonar debe hacerse “una sesión de cierre”, que teóricamente tiene la finalidad “de no dejar una Gestalt incompleta”, si bien en la práctica se convertía en un juicio público por traición a quien decidiera marcharse: todos los miembros del grupo deben decirle en persona y ante los demás a quien quiere marcharse sus errores, sus fallos, que si se marcha se va “al mundo”, que pierde todo el “trabajo” que ha hecho en la Escuela, participando los menores de edad en esta actividad culpabilizante en grupo. Finalmente, lo que se consigue con estas dinámicas de grupo es inocular el miedo, de forma que todos saben por dónde deberán pasar si es que en algún momento se plantearan abandonar las actividades absorbentes de la Escuela.

Una vez que se abandona la Escuela, los terapeutas indicarán que es recomendable evitar el contacto con esa persona, porque “está perdida”, a la par que “es tóxica”, argumentando que ponen en riesgo el trabajo terapéutico de la Escuela. Como en algunos casos, son miembros de la familia quienes abandonan, esto termina por generar dinámicas de ruptura de la relación familiar. A partir de ese momento, esas personas que abandonaron pasan a estar muertas para los integrantes de la Escuela. Y en ese caso, no importa que el que se marcha sea un padre, una madre o un hermano de un miembro del grupo que sigue en la Escuela. Sea padre, madre o hermano la consigna es romper totalmente la relación con el que abandona. Algunas familias del grupo quedaron rotas y divididas como consecuencia de esta consigna.

Como los terapeutas se dieron cuenta muy pronto de que había un riesgo real de que familias enteras se marcharan y eso supondría un descalabro económico y afectivo-emocional para la Escuela, los propios terapeutas se dedicaron a entrenar a los niños a ser “guerreros”, debían defender el proyecto de la Escuela, lo que se traduce en presionar a los padres a que no lo dejen, generándose más tensiones si cabe, tensiones que “deben ser trabajadas”, cerrándose un bucle perpetuo en torno a la Escuela. En paralelo, los terapeutas serán quienes comenten algo sobre aquellos que abandonaron, siempre en la línea de estar perdidos, sin rumbo, desconectados y de que absolutamente nadie del grupo, a excepción de los terapeutas, debe mantener relación alguna con los desertores.

Muchos de los que abandonaron el proyecto pretendidamente terapéutico de la Escuela, salieron con mucha confusión, con dudas sobre sí mismos, con temor a cuestionar ciertas prácticas de la Escuela, desconectados de sus familiares que pueden continuar vinculados a la Escuela, con grados de sufrimiento y trauma variables, así como con pérdidas económicas o patrimoniales significativas.

Pese a todo lo descrito, la Escuela dice que “continúa en el Camino”, sosteniendo, en tono bíblico, que “la Verdad nos hace libres”. De hecho, desde el pasado 2019, su propia página web se encuentra en permanente construcción, al estar haciendo “un trabajo interno sobre el acoso, riguroso y en profundidad”; aunque un año más tarde, el motivo cambió y pasó a ser que estaban realizando “un trabajo profundo sobre el autoengaño y la mentira”. No parece que después de cuatro años, hayan llegado a conclusión alguna ni sobre el acoso ni sobre el autoengaño o la mentira. Más bien parece que los abandonos desde hace unos años de miembros de la Escuela, han sectarizado todavía más si cabe la dinámica de esta escuela de terapia gestalt, tildando a los pacientes que abandonaron como acosadores o mentirosos.