Jonathan Spollen, un irlandés de 28 años de edad, se encontraba en una encrucijada en su vida. Se había embarcado en su carrera como periodista corresponsal en el extranjero, trabajando primero como reportero en el Daily Star Egypt en El Cairo y luego como editor extranjero en The National de Abu Dhabi. Pero ahora era editor para el International Herald Tribune en Hong Kong y se preguntaba si le gustaba su vida. En octubre de 2011, tras la ruptura con su novia, compró un algo de material de trekking y reservó un vuelo a Katmandú (Nepal). A partir de ahí, Spollen se dirigió a la India, esta vez «por motivos espirituales», para pasar tiempo con un yogui octogenario llamado Prahlad Jani-que afirma su dominio de las artes antiguas le ha permitido vivir sin comida durante 70 años-. Spollen recorrió el subcontinente durante varios meses, visitando la ciudad santa de Varanasi, el más antiguo asentamiento habitado de la India. A principios de febrero, Spollen llamó a su madre, Lynda, para decirle que pensaba pasar dos o tres semanas de senderismo en el Himalaya, cerca del lugar de peregrinación de Rishikesh, la ciudad de los yoguis en el Ganges, donde los Beatles visitaron Maharishi Mahesh Yogi. Desde entonces, su familia no ha vuelto a saber de él.
Su familia decidió enviar a IndiaMike.com, un foro para los viajeros occidentales al subcontinente, una misiva con los detalles de su hijo, por si alguien podía ayudarles. A día de hoy, el hilo del post de los padres de Spollen ha crecido a más de 1.700 respuestas, algunas aseguran que seguramente está muerto, otros que sigue vivo y que seguramente se hizo miembro de alguna de las numerosas sectas hindúes.
Las historias de personas que van a la India en busca de la «iluminación» y terminan perdidas son numerosas, según recoge Scot Carney, un investigador del Instituto de Periodismo de Investigación Schsuster, que ha realizado un trabajo sobre el así llamado «síndrome de la India» publicado en Details. Algunos viajeros a la búsqueda de la iluminación se han dejado engañar por falsos gurus que los atraen con una falsa espiritualidad, tras vaciar sus cuentas bancarias y a veces terminar encarcelados, como el caso de una mujer eslovaca de 35 años de edad liberada por la policía nepalesa que al parecer había estado en cautiverio durante dos meses por los seguidores de un hombre que asegura ser la «reencarnación de Buda».
Y es que la India India es una superpotencia emergente global aunque con unos niveles de pobreza escandalosos. Y pese a ello, muchos todavía la ven como «la cuna del yoga y la meditación». Los occidentales han estado explorando la espiritualidad de la India desde finales del siglo XIX, pero los viajes empezaron después que los Beatles visitaran Rishikesh en 1968 para estudiar con Maharishi. En 2010, se estima que cerca de 5,8 millones de personas -incluidos unos 930.000 estadounidenses- ha viajado a la India por «razones espirituales».
Algunos se sienten atraídos por los relatos de los «poderes» de los dedicados-yoguis, que se supone son capaces de hacer «cosas extraordinarias» tales como levitar, respirar durante meses mientras están sepultados bajo tierra o derretir franjas gigantes de nieve con el calor de su cuerpo. Este afán por desarrollar capacidades sobrehumanas, junto con el choque cultural, el aislamiento emocional, el uso de drogas ilícitas y el desgaste físico de meditaciones intensivas, puede llevar a que los buscadores occidentales pierdan sus puntos de referencia. Personas aparentemente sanas pueden despertarse un día diciendo que han descubierto el continente perdido de Lemuria, que han activado su tercer ojo o que el fin del mundo está cerca. La mayoría se recuperan, pero otros caen en el delirio. Algunos desaparecen u otros incluso aparecen muertos.
Esta psicosis tiene un nombre: el síndrome de la India. En 2000, el psiquiatra francés Régis Airault escribió el libro definitivo sobre el fenómeno, Fous de l’Inde, que significa «Locos por la India». Tiene que ver con sus experiencias como psiquiatra del personal para el consulado francés en Bombay, donde atendió a decenas de sus compatriotas cuyos viajes espirituales se habían tornado trágicos.
Los antecedentes de este sídndrome los encontramos en 1817, cuando el escritor francés Stendhal describe cómo quedó de superado físicamente por la experiencia de ver arte florentino y un siglo y medio más tarde la psiquiatra Graziella Magherini acuñara el término «síndrome de Stendhal« -también llamado «síndrome de Florencia»- después de tratar a los pacientes que se había mareado o confundido -incluso con desmayos o alucinaciones- tras su visita a la ciudad italiana.
Ni el síndrome de Stendhal ni el síndrome de la India aparecen en los manuales diagnósticos al uso de los profesionales de la salud mental, aunque es uno de los 25 «síndromes ligados a la cultura». Otro de ellos es reacción psicótica Qigong, una reacción psicótica que ha sido descrita entre entre algunos practicantes de respiración y movimiento Qigong así como de las variantes extremas de yoga como Kundalini.
Kalyan Sachdev, director médico del Hospital de Privat en Nueva Delhi, dice que su hospital atiende unos cien pacientes delirantes occidentales al año, muchos de los cuales habían estado practicando yoga durante todo el día. Su tratamiento suele ser simple: devolverles a casa tan pronto como sea posible, una vez que el delirio y las alucinaciones hayan desaparecido.
Pero, ¿cómo una persona inteligente y aparentemente con los pies en el suelo, puede terminar delirando hasta el punto de querer quitarse la vida? Evidentemente, todo malestar que hubiera existido por estar en un lugar nuevo y extraño puede verse agravado por meditaciones en silencio intensivas, por ejemplo. El principio detrás de casi todas las formas de la meditación es que, al centrarse en la respiración durante un período prolongado de tiempo, una persona podrá aquietar su mente y descubrir elementos ocultos de la experiencia. Esto es generalmente considerado como algo bueno. Estas técnicas se han vuelto tan corrientes que la mayoría de las librerías ofrecen manuales de meditación en la sección de auto-ayuda. Muchos citan el extenso cuerpo de investigación sobre los beneficios de la meditación, como estudios de resonancia magnética con monjes budistas tibetanos en estado de trance que revelan que la meditación mejora la cognición.
Pero en general, se discuten menos los efectos adversos. Se han descrito casos en los que los practicantes creen ver moverse las paredes, cambiar los colores o incluso la aparición de ideación paranoide. Según Willoughby Britton, un neurocientífico de la Universidad de Brown que estudia los efectos de la meditación sobre el cerebro, los practicantes pueden percibir los sonidos pequeños como cacofonías y perder la sensación de control sobre sí mismos. Britton ha afirmado que esta experiencia, que algunos se refieren como la «noche oscura», ha dado lugar a que se cierren ciertas salas de meditación intensiva por el perjuicio que pudiera comportar. Especialmente si se toma en cuenta la forma en que algunos occidentales en la India suelen practicar: un poco de yoga Ashtanga aquí, un poco de meditación Vipassana allí …. Todo vale.
El síndrome de la India ni siquiera podría existir si no fuera por la comercialización concertada de las religiones orientales hacia Occidente y eso gracias a Madame Blavatsky, que en 1875 fundó la Sociedad Teosófica de Nueva York (que más tarde se trasladó a la India colonial), utilizando una metodología «cuasi-científica» para la construcción de una nueva escuela de esoterismo en la que se lograron empaquetar ideas y textos de religiones diferentes, incluyendo el Budismo, el Hinduismo, el Islam o incluso el Zoroastrismo.
Sin duda, muchos practicantes contemporáneos de la meditación están buscando la paz interior. Otros también pueden estar buscando para desbloquear algo parecido a los poderes Jedi de Luke Skywalker (de hecho, muchos de los fans de Star Wars creen que Yoda se basa en el Dalai Lama). Los Yoga Sutras, texto de más de 2.000 años de antigüedad que se pueden encontrar en casi todos los centros de yoga en el mundo, dedica un capítulo entero a cultivar «habilidades sobrenaturales». Otros libros hablan no sólo de las proezas físicas de los yoguis, sino también de las supuestas habilidades para conversar con los muertos y las vidas pasadas de sus alumnos. Así, la Meditación Trascendental promete que, con la concentración suficiente, los practicantes dedicados podrán «levitar». En la Universidad Maharishi Maharishi Mahesh Yogi of Management en Fairfield (Iowa), los seguidores han pasado casi 40 años practicando «la técnica del yogi volador», que consiste en saltar en el aire con las piernas cruzadas en un esfuerzo por llegar a levitar, ya que el Maharishi dijo una vez la técnica da resultados.