El pasado 14 de octubre, fallecía Phillip George Zimbardo, una de las figuras más influyentes en la psicología contemporánea, cuyo trabajo ha tenido un impacto profundo en la comprensión del comportamiento humano en contextos sociales extremos. Zimbardo nació el 23 de marzo de 1933 en Nueva York, creciendo en el barrio del Bronx en el seno de una familia italoamericana de bajos recursos. Desde joven sufrió el estigma social y la discriminación, lo que despertó su interés en la psicología social y el comportamiento humano. Estudió en la Universidad de Brooklyn, donde se graduó en psicología en 1954. Posteriormente, obtuvo su doctorado en psicología en la Universidad de Yale en 1959, llegando convertirse en un destacado psicólogo social estadounidense, conocido principalmente por su trabajo sobre los efectos del poder y la conformidad en el comportamiento humano, especialmente a través de su famoso «experimento de la prisión de Stanford».
A lo largo de su carrera, Zimbardo recibió numerosos premios y reconocimientos por su trabajo en psicología social. Fue presidente de la American Psychological Association (APA) y publicó más de 50 libros y 400 artículos científicos. En 2012, fue galardonado con el Premio a la Contribución Científica Distinguida de la APA. Phillip Zimbardo es considerado c0mo una de las figuras más influyentes en la psicología contemporánea, y su trabajo ha tenido un impacto profundo en la comprensión del comportamiento humano en contextos sociales extremos.
El experimento de la prisión de Stanford, llevado a cabo por Philip Zimbardo en 1971, es sin duda uno de los estudios más famosos de la psicología. Sin embargo, ha sido objeto de numerosas críticas que a menudo son ignoradas en los libros de texto, perpetuando así una percepción errónea de su validez científica. Zimbardo argumentó que su experimento demostraba el poder de la situación para influir en el comportamiento individual. Sostuvo que el entorno de la prisión simulada fue tan potente que obligó a los participantes a actuar de formas que nunca hubieran anticipado. Reiteró que el experimento proporcionaba evidencia científica acerca de cómo las personas pierden de vista su identidad individual y llegan a sucumbir a las presiones del entorno; lo cual, según él, daba cuenta de la brutalidad exhibida por los guardias y la sumisión de los prisioneros. Las conclusiones de Zimbardo sobre este experimento se han utilizado sistemáticamente a la hora de argumentar que las fuerzas situacionales tienen un impacto profundo sobre el comportamiento humano.
El experimento de la prisión de Stanford de Phillip Zimbardo tiene varios paralelismos con el comportamiento observado en sectas, especialmente en cuanto a la dinámica de poder y el control de los individuos por parte de líderes o estructuras de autoridad. Ambos casos, el experimento de Standford y los contextos sectarios, exploran cómo la influencia del entorno y la presión grupal pueden llevar a las personas a actuar en contra de su propia moral o comportarse de manera que no lo harían en circunstancias normales.
El experimento de Standford, del que llegó a realizarse incluso una película, fue diseñado originalmente para durar dos semanas, aunque por indicación de la que más tarde sería su esposa, lo interrumpiría durante la primera semana. Y es que el estudio fue muy criticado por la falta de control ético y el daño psicológico causado a los participantes, aspecto que más tarde reconocería el mismo Zimbardo. Años más tarde, en 2007, Zimbardo publicó un libro titulado El efecto Lucifer: el por qué de la maldad, donde explora cómo las situaciones pueden influir en las personas para que terminen perpetrando actos crueles, utilizando tanto el experimento de Stanford como eventos históricos como la tortura en la prisión de Abu Ghraib.
Un trabajo de hace algunos años realizado por Thibault Le Texier (2019), revisó el estudio de Zimbardo en relación a la prisión de Standord. Para llevar a cabo su análisis, accedió a los archivos del experimento de la Universidad de Stanford y los Archivos de la Historia de la Psicología Americana en la Universidad de Akron. Ademas, el autor se entrevistó en profundidad con 15 de los participantes del experimento y llevó a cabo una comparación entre las publicaciones de Zimbardo sobre el experimento desde 1971 y la información real revelada por los archivos. El análisis de los archivos del experimento revela información previamente desconocida que cuestiona la validez científica del estudio. Zimbardo afirmó repetidamente que los resultados del experimento de la prisión de Stanford se basaban en «un registro sistemático y una recopilación exhaustiva de datos». Sin embargo, el análisis de los archivos del experimento, tal como lo describe Le Texier, revela una realidad mucho más compleja y problemática en cuanto al uso de los datos para respaldar las conclusiones de Zimbardo. Le Texier llegó a la conclusión de que el modo en que Zimbardo utilizó los datos del experimento para respaldar sus conclusiones fue cuanto menos cuestionable; ademas, la recopilación incompleta y la selección sesgada de los datos, junto a la falta de información individual y la ausencia de comparación con prisiones reales, debilitan la solidez de sus afirmaciones. El autor concluyó que la narrativa construida por Zimbardo se basaría, en parte, en una presentación manipulada de la información. Fruto de esta revisión, el autor remarcaba que, si bien es cierto que la situación influye en el comportamiento, la evidencia sugiere que existieron otros factores que también jugaron un papel importante en el renombrado experimento.
El diseño del experimento tomó elementos clave de un experimento estudiantil, «el experimento de Toyon Hall», dirigido por David Jaffe, estudiante de Zimbardo, tres meses antes. Solo en un par de ocasiones dio crédito a Jaffe como el creador del experimento y, a menudo, lo presentó como uno de los voluntarios del experimento, en lugar de uno de los experimentadores. El experimento de David Jaffe se desarrolló durante un fin de semana en la residencia de estudiantes Toyon Hall de la Universidad de Stanford, involucró a seis guardias, seis prisioneros y un director (el mismo Jaffe). Zimbardo se interesó mucho en los resultados de este experimento estudiantil y tomó prestados varios elementos clave para el diseño de su propio experimento, incluyendo: el procedimiento formal de arresto de los prisioneros; la colocación de una cadena en el tobillo de los prisioneros; el proceso de desnudar a los prisioneros y obligarlos a usar un uniforme con un número al llegar a la prisión simulada; y la implementación de un horario estricto que incluía recuentos, ejercicios físicos y limpieza de las celdas. Además, 11 de las 17 reglas del experimento de la prisión de Standford fueron copiadas directamente del experimento de Toyon Hall (las seis reglas restantes fueron simples adaptaciones al espacio y la duración del experimento de Zimbardo). Lo cierto es que, a pesar de su papel fundamental en la inspiración del experimento de la prisión de Satandford, Zimbardo raramente reconoció el experimento de Toyon Hall en sus publicaciones.
Por otra parte, Le Texier reveló que, contrariamente a la afirmación de Zimbardo de que los guardias actuaron espontáneamente, recibieron instrucciones claras y entrenamiento sobre cómo crear un ambiente carcelario. Para empezar, durante la orientación, Zimbardo y sus asistentes les dijeron a los guardias que debían generar aburrimiento, frustración, miedo y una sensación de arbitrariedad y falta de poder en los prisioneros. Además, se les proporcionó a los guardias un horario diario detallado que incluía elementos diseñados para humillar y controlar a los prisioneros, como recuentos nocturnos y tareas sin sentido. Por otra parte, Jaffe, actuando como director de la prisión, les dio a los guardias recomendaciones específicas sobre cómo comportarse, incluyendo el uso de sarcasmo, la imposición de silencio forzado durante los recuentos y la privación de privilegios. E, incluso, los experimentadores intervinieron directamente en el experimento para dar instrucciones precisas a los guardias, incluso diciéndoles que debían ser «duros» con los prisioneros.
Estos hallazgos demuestran que el comportamiento de los guardias no fue para nada espontáneo, sino más bien una respuesta a las instrucciones y al entrenamiento proporcionado por los experimentadores. Le Texier descubrió que Zimbardo engañó a los guardias haciéndoles creer que no eran sujetos del experimento. Zimbardo los incluyó en el grupo de los experimentadores durante la orientación, diciéndoles «nosotros podemos crear aburrimiento… vamos a quitarles su individualidad… tenemos el poder total». Se les pidió que completaran informes diarios y se les hizo creer que su papel era ayudar a los experimentadores a obtener resultados científicos. Zimbardo nunca reveló públicamente que había engañado a los guardias sobre su participación en el experimento. Este engaño distorsiona la interpretación del comportamiento de los guardias, ya que estaban actuando bajo la impresión de que estaban ayudando a los experimentadores a llevar a cabo una investigación legítima.
Le Texier también evidenció que los participantes en el experimento de la prisión de Standford nunca estuvieron completamente inmersos en la situación y que las características de la demanda jugaron un papel importante en su comportamiento. El ambiente artificial de la prisión, con sus paredes de cartón y los ruidos de las oficinas, recordaba constantemente a los participantes que estaban en un experimento. Las cartas y entrevistas revelan que tanto los guardias como los prisioneros eran conscientes de estar participando en un experimento y nunca perdieron completamente la perspectiva de la realidad. La combinación de elementos realistas (arrestos por policías reales) y elementos poco realistas (medias de nylon en la cabeza de los prisioneros) creó una situación confusa para los participantes. El hecho de que se les pagara por participar reforzó las características de la demanda, ya que los participantes querían mantener su «trabajo» y, por lo tanto, se sentían presionados a comportarse de la manera que creían que se esperaba de ellos. Estos hallazgos demuestran que la influencia de la situación en el experimento fue mucho menor de lo que Zimbardo ha afirmado.
Le Texier reveló que la recopilación y presentación de datos en el experimento de la prisión fueron muy deficientes, lo que socava aún más la validez de sus conclusiones. La información sobre los participantes era escasa, lo que limita la posibilidad de analizar la influencia de variables individuales. Los datos no se recopilaron de forma uniforme, y gran parte de la interacción entre guardias y prisioneros no se registró. Zimbardo seleccionó los datos que apoyaban su narrativa, centrándose en los incidentes más dramáticos y violentos. No se utilizaron datos de prisiones reales para contextualizar los resultados. La falta de rigor en la recopilación y presentación de datos dificulta la evaluación objetiva del experimento y la validez de sus conclusiones.
En lugar de un análisis riguroso y objetivo de datos completos, Le Texier encontró que la recopilación de datos fue incompleta y sesgada; contrariamente a la imagen de un estudio meticuloso, la realidad es que solo se registraron menos del 10% de las 150 horas del experimento. Es más, las 6 horas de video disponibles no son representativas del total del experimento, ya que se enfocaron en eventos dramáticos o inusuales, como los recuentos o la visita del sacerdote, dejando de lado la cotidianidad de la interacción entre guardias y prisioneros. Por otra parte, al parecer, Zimbardo seleccionó los datos que respaldaban su narrativa; priorizó los incidentes más impactantes y violentos, creando así una imagen distorsionada de la dinámica del experimento. Esta selección sesgada de la información, presentando una versión más dramática y vendible a los medios de comunicación, contribuyó a la popularización del experimento y a la validación de las conclusiones de Zimbardo sobre la influencia situacional.
En otro orden de cosas, Zimbardo recopiló poca información personal sobre los participantes. Esto impide un análisis más profundo sobre la influencia de factores individuales, como la personalidad o las experiencias previas, en el comportamiento de los participantes. Al descartar estas variables, Zimbardo pudo argumentar que la situación era el único factor determinante, lo cual refuerza su conclusión sobre el poder del entorno. Y, finalmente, no se utilizaron datos de prisiones reales para contextualizar los resultados. Zimbardo no comparó los datos del experimento con datos de prisiones reales, a pesar de que esta información estaba disponible en ese momento. La ausencia de un punto de referencia real dificulta la evaluación de la validez ecológica del experimento y de si las conductas observadas eran realmente representativas de un ambiente carcelario real.
A pesar de las controversias, el experimento continúa siendo una referencia clave en Psicología Social. Ha sido utilizado para entender comportamientos en situaciones reales de poder y abuso, como los abusos en la prisión de Abu Ghraib durante la guerra de Irak. Sin embargo, revisiones del estudio de los sesenta de Stanley Milgram acerca de la obediencia a la autoridad y este mismo de la prisión de Stanford, muestran que algunas personas se resisten con éxito a la presión situacional para actuar en contra de sus valores, lo que sugiere que la personalidad desempeña un papel importante en la toma de decisiones morales y a la hora de contrarrestar la influencia contextual. Tanto Milgram como Zimbardo aportaron una comprensión más profunda de la obediencia y el poder, aunque desde diferentes ángulos: Milgram desde la perspectiva de la obediencia ciega a la autoridad, y Zimbardo desde el análisis de cómo las personas internalizan y actúan bajo roles de poder en contextos específicos. Ambos experimentos siguen siendo fundamentales en el estudio del comportamiento humano en situaciones de autoridad y sumisión.
Sin embargo, y siguiendo el trabajo de Le Texier, es necesario reevaluar la presentación del experimento de la prisión de Standford en los libros de texto de psicología, incorporando las críticas y presentando una visión más precisa de la investigación. Asimismo, el autor remarcaba que futuros estudios sobre el comportamiento humano en situaciones extremas, deberían tomar en cuenta la complejidad de las interacciones entre las variables situacionales y disposicionales de la persona. Lo mismo puede indicarse con respecto al estudio de las sectas, en donde los procedimientos de manipulación eclipsan los aspectos individuales, obviando así un análisis de la interacción y de la subjetividad, lo que da cuenta de la particularidad de cada experiencia sectaria más allá de los patrones comunes que comparten las sectas.