Ministros Voluntarios es una de las múltiples organizaciones de la Iglesia de Scientology que emplea la «tecnología» desarrollada por su fundador Hubbard; de acuerdo con la publicidad del mismo grupo, «los Ministros Voluntarios están […] en cualquier lugar y momento en que un desastre ocurra […] ofreciendo ayuda y técnicas prácticas para las víctimas». Scientology asegura que este programa «es el único paso efectivo para frenar y revertir el deterioro del mundo».
Los diversos programas de este grupo de Scientology persiguen dar publicidad al movimiento, a la vez que son una buena ocasión para reclutar a nuevos miembros. Adicionalmente, otros documentos aparecidos en los últimos años muestran que el propósito de este grupo no es el de ayudar a las víctimas, sino el de obstaculizar la presencia de profesionales de la salud mental.
Los cursos para los miembros de Scientology que se preparan para ser ministros voluntarios, se extienden por dos semanas, en las cuales se enseña a los miembros a «hacer cosas tales como preservar matrimonios, hacer que los jóvenes delincuentes vuelvan al redil, manejar a los elementos disidentes de la sociedad, ayudar a las familias a salir de los conflictos y alcanzar una mejor cooperación, resolver conflictos humanos y cualquier otro tipo de acciones positivas».
El programa deriva de otro previo, el Casualty Contact, orientado a recultar nuevos miembros (preclaros) en entornos hospitalarios, accidentes u otros lugares en donde las personas hayan sufrido un trauma. Los Ministros Voluntarios acuden a las zonas de desastre para distribuir el librito El Camino a la Felicidad, un texto que se emplea igualmente dentro del programa Criminon así como en el programa Narconon, ambos vinculados a Scientology. Además de distribuir su panfleto, aseguran ofrecer «terapia» a los supervivientes empleando técnicas como la Ayuda («Assists»), Locazionales («Locationals»), Ayuda Nerviosa («Nerve Assists»), la Ayuda del Asistente («Contact Assists») y la Ayuda por Contacto («Touch Assists»).
La actividad de los Ministros Voluntarios se hizo más visible a partir de los atentados a las Torres Gemelas. Las críticas hacia este grupo de Scientology se han centrado en las dudosas afirmaciones sobre múltiples curaciones que supuestamente realizan, así como en el aprovechamiento de desastres naturales para una mayor tarea de proselitismo. La Asociación Nacional de Salud Mental, a propósito del 11 de septiembre indicó que «están confundiendo a la gente de modo intencional […] presentándose a sí mismos como profesionales de la salud mental […] la población necesita saber que los scientólogos están empleando esta desgracia para reclutar a nuevos miembros». Más tarde, cuando acontecieron los dramáticos sucesos de la escuela Beslan el pasado año 2004, el Ministro de Salud ordenó sacar fuera del área a los miembros de Scientology «debido a que las diversas tácticas psicológicas que emplean, entre ellas la que denominan hipnosis, pueden no sólo resultar dañinas para los adultos sino también para los menores que han sufrido un tremendo shock emocional». Algo sucedido pasó con los ataques al metro de Londres de julio de 2005, donde miembros de Scientology se dirigían a las familias de las víctimas y a los responsables del servicio de emergencias, siendo finalmente sacados del área por sus esfuerzos proselitistas. El director de la rama inglesa de la Comisión Ciudadana por los Derechos del Hombre (CCHR), otra entidad ligada a Scientology, reconoció en una entrevista para la BBC que la tarea de los Ministros Voluntarios en los ataques a Londres fue «mantener a los psiquiatras alejados de la zona», llamando a este proecimiento «seguridad espiritual».
El pasado año 2007 los Ministros Voluntarios volvieron a estar en los sucesos de la masacre de Virginia, recogiendo en sus boletines internos que fueron llamados por la Cruz Roja y el Ejército de Salvación para ayudar en la tarea humanitaria; sin embargo, tanto la Cruz Roja como el Ejército de Salvación niegan tal hecho.
La organización asegura que disponen de 350.000 miembros -cifras seguramente infladas, dada la tendencia ya conocida de Scientology de distorsionar sus cifras- y que han «tratado» a 3,1 millones de personas alrededor de 185 territorios. Pero, ¿en qué consisten las «técnicas» de los Ministros Voluntarios?.
Las técnicas empleadas por los Ministros Voluntarios y aprendidas «en dos semanas», recuerdan mucho a la sanación a través de la imposición de manos, aunque Scientology insista en que «es un tipo de tecnología científica desarrollada por Hubbard». Estos procedimientos pseudocurativos se encuentran descritos en el Manual de Scientology, donde aseguran que con ellas logran que todos los dolores desaparezcan y que la persona se libere de sus traumas, a la vez que llegan a asegurar que pueden hacer que una persona borracha pasa a estar sobria en tan sólo pocos minutos. Con técnica de Locazionales «se intenta devolver a la persona al tiempo presente» a la vez que se aborda el daño físico mediante la Ayuda por Contacto consistente en que la persona se coloque boca a bajo o en posición supina mientras que el Ministro Voluntario le pasa sus dedos por la espalda y se le acariacian los brazos «para desbloquear la energía». Asimismo, la Ayuda del Asistente consiste en que una de las personas víctima de los sucesos reescenifique alguna escena traumática porque de este modo ayudará supuestamente a los demás supervivientes.
Los relatos fantásticos de las supuestas «curaciones» que se consiguen con estas «técnicas» no dejan de aparecer, como en el reciente libro After The Tsunami. En este texto escrito por un scientólogo se hace referencia a una niña «que no podía dormir desde el Tsunami y no dejaba de escuchar el ruido de las olas, con lo que había desarrollado un intenso temor al agua […] llevé a cabo una Ayuda por Contacto (que consiste en que el scientólogo toca partes del cuerpo de la niña mientras le pregunta si siente sus dedos) […] cinco minutos más tarde, la niña perdió la conciencia y se desplomó en la silla [..] tras 45 minutos, fue despertando lentamente y tras eso, ya no tuvo más miedo al mar».