Muchos recuerdan al fundador de la Meditación Trascendental (MT) como el gurú de los Beatles, los Beach Boys o el mismo gurú de la autoayuda Deepak Chopra, entre otras celebridades. Pero Susan Shumsky, fruto de sus veinte años de vinculación (seis de ellos trabajando dentro del personal directo de Maharishi), ofrece otra imagen muy distinta.

En general, las personas no identifican a la Meditación Trascendental con una secta destructiva. En otros momentos he hablado en este mismo espacio del impulso por parte del cineasta David Lynch en la aplicación de la MT en personas traumatizadas, así como de su extensión hacia las escuelas libres del Reino Unido. En sus inicios, a finales de los años cincuenta, se difundía como una técnica a practicar dos veces al día en el propio domicilio, de forma que cualquiera podía hacer esta meditación. De entrada, no existía una obligación de cambiar el estilo de vida o la visión de la realidad, simplemente los practicantes esperaban practicar y que su vida cambiara. A nuestro país llegarían a inicios de lo setenta, a raíz de la escuela de instructores que celebraron en la isla de Mallorca.

La Meditación Trascendental, de acuerdo con ellos mismos, «es un nuevo hinduismo. Es el anuncio de una nueva era espiritual; quiere hacer conocer al Occidente enfermo las fuerzas salvadoras de la autorrealización de sí mismo a través de la meditación».

Shumsky, que en la actualidad se dedica a escribir libros de autoayuda de corte new age, reconoce que su práctica de meditación durante sus años de vinculación le proporcionó «algo previamente desconocido: la verdadera felicidad de la paz interior […] mis experiencias de meditación no fueron más que edificantes y maravillosas». Reconoce, asimismo, que le fascinó Maharishi, «su aura carismática y su personalidad hipnótica». Todo ello le fue conduciendo progresivamente hacia el equipo del personal directo de Maharishi en Europa.

Durante los años que estuvo en Meditación Trascendental, «soporté una montaña rusa emocional increíblemente intensa que iba desde el cielo hasta el infierno. Era como la administradora de una especie de «cirugía del ego» y Maharishi me hacía sentir alternativamente como la persona más importante del universo, salvando el planeta, o el gusano más despreciable, inútil y sin valor». Esas alternancias emocionales la llevaron a quedar expuesta ante una audiencia de 400 miembros del grupo o a ser testigo del maltrato emocional y espiritual que podía llegar a desplegar Maharishi.

Los primeros problemas públicos en torno a Maharishi empezaron a aparecer en torno a 1979 en Amherst (Massachusetts). Si bien dos años antes ya habían perdido un pleito legal en donde se confirmaba que la Meditación Trascendental era un grupo de naturaleza religiosa, ya no «una auténtica ciencia» como reiteradamente insistían en su publicidad. Y un año más tarde, en Suecia, la Sociedad para la Promoción del Uso Médico de la Meditación Trascendental vio rechazada su solicitud de incluir la MT en los sistemas de atención sanitaria.

Pero fue en en Amherst donde Maharishi reunió a 2.600 meditadores para una Asamblea Mundial de la Paz. Allí hizo la increíble afirmación conforme la «Madre Divina» le había dicho que el crimen, la guerra y las toxinas ambientales habían contaminado la tierra. El «Plan Mundial» de Maharishi para alcanzar la paz mundial, no estaba funcionando lo suficientemente rápido, y por lo tanto, la Diosa amenazaba con aniquilar a toda la población de la tierra. Después de que Maharishi le suplicara, supuestamente ella accedió a dar una última oportunidad a la Humanidad.

Más tarde, Maharishi diría que el tiempo se había acabado y que había una emergencia mundial. Shumsky recuerda que entonces «todos debíamos hacer las maletas, reubicar a nuestras familias en Iowa en el plazo de una semana y meditar juntos para prevenir la aniquilación global». Es en 1984 que se congregan miles de personas en la Universidad Internacional Maharishi en Fairfield (Iowa), un «parque de la utopía» donde la secta terminó apoderándose de sus adeptos, que renunciaron a su vida y dilapidaron su economía en cursos y más cursos de la organización.

De hecho, se construyeron dos gigantescas cúpulas geodésicas en pintura dorada en el campus de la Universidad de Miami, una para hombres y otra para mujeres, donde los miembros practicaban la meditación en grupo dos veces al día. Shumsky recuerda de esos años que «en cada conversación telefónica con Maharishi, se nos aterrorizaba convenciéndonos de que si no nos adheríamos a este programa, seríamos responsables del holocausto nuclear o del fin del mundo».

Sus tácticas manipuladoras de miedo e intimidación demostraron ser motivadores extremadamente efectivos. Pero también empleaba la seducción de forma regular, haciendo creer a los adeptos que eran escogidos para esa gran tarea, otorgándoles nombres o supuestos títulos de lo más extravagante como «gobernadores ejecutivos» o similares.

Al final, la vida en la Universidad Internacional Maharishi de Farfield se convirtió en una asfixia, «con reglas que determinaban qué comer, qué ponerse, dónde vivir, qué creer, qué decir, qué leer y qué no leer o qué actividades eran aceptables». A medida que el culto a la personalidad de Maharishi creció y la exigencia de adherencia ciega fue efectiva, se estableció un límite bien claro entre «estar dentro del programa» o bien quedar fuera del mismo, donde entonces el adepto sería rechazado por la comunidad por haber abandonado tan elevada tarea de salvar a la Humanidad. Shumsky recuerda que ciertamente «creíamos que la MT era el único camino hacia la iluminación y Maharishi era el único verdadero maestro espiritual. Vivíamos aterrorizados por la expulsión del presunto paraíso celestial de MT. Nuestra única posibilidad de iluminación espiritual desaparecería, y nos perderíamos».

La dinámica de Maharishi fue derivando progresivamente hacia un claro funcionamiento sectario. Se eliminaron de la biblioteca de la Universidad Internacional Maharishi todos los libros «negativos» y los libros de autoayuda que no incluían a la MT, incluidos los libros sobre yoga, meditación, enseñanzas de la Nueva Era y los autores hindúes. Igualmente, se prohibía a los miembros a visitar a cualquier maestro espiritual, tomar clases sobre cualquier tema que no hubiera sido oficialmente aprobado por la organización o irse de vacaciones a la India.

Tanto en la Universidad Internacional Maharishi, como en la Escuela Maharishi para la Era de la Iluminación, los profesores se enfadaban con los estudiantes por expresar sus opiniones. Los niños que dibujaban imágenes «negativas» (como monstruos) o que escribían historias «negativas», tenían tarea extra. Si los alumnos mostraban problemas con el alcohol o las drogas, no se aconsejaba buscar ayuda profesional, sino que se atribuía ese enganche a no meditar lo suficiente.

Shumsky recuerda que empezó a replantearse su vinculación con Maharishi en torno a 1986, pero que no fue hasta tres años después que abandonó definitivamente Fairfield. Después de su abandono definitivo, se la denigró dentro del grupo y se le retiró la palabra.

En nuestro país, la Meditación Trascendental intenta reiteradamente introducir sus programas de meditación en centros educativos, especialmente a través de la plataforma Educación basada en la Conciencia, argumentando siempre con pretendidos estudios que demostrarían su efectividad, si bien la gran mayoría de tales estudios han sido promovidos por la misma Universidad Maharishi.

En nuestro país lanzaron también la propuesta el pasado 2007 de alzar «una torre de invencibilidad», con la idea de construir un cento de meditación conformado por practicantes de la MT que «dotaran al país de una protección infranqueable»

A otro nivel, es habitual también el que voluntarios de la MT ofrezcan sus cursos para los reclusos de prisiones, lugares en donde es posible encontrar actividades que van desde el reiki hasta la meditación de Brahma Kumaris o las técnicas de la MT. A nivel europeo, hace unos años saltaba a los medios el curso de MT en que participaron un centenar de funcionarios de la Comisión Europea dentro de un programa de formación interna para los mismos trabajadores, que finalmente se quejaron al descubrir la naturaleza comercial y publicitaria de tal actividad.

Sin duda, en la actualidad es el cineasta David Lynch quien más ha difundido la práctica de la MT, a través de la Fundación David Lynch que puso en marcha el pasado 2005, con el fin de ofrecer formación sobre técnicas de Meditación Transcendental a jóvenes en riesgo de exclusión social. Hasta la fecha, la Fundación Lynch ha organizado cursos de meditación para unas 300.000 personas jóvenes y adultas en 30 países.