Hace un par de días, The Daily Mail recogía una noticia en la que aparecían varias mujeres del Opus Dei ofreciendo su testimonio de vinculación con el Opus Dei y en defensa de la mortificación corporal como manera de «alejar las tentaciones, suprimir sus deseos y purgar sus pecados».
Tras la publicación del libro El Código DaVinci en que se presentaba al Opus Dei como una organización secreta, el Opus Dei parece haber iniciado una campaña de defensa de su imagen. En el pasado, ha sido un grupo criticado por su secretismo, su elitismo, su misoginia y sus prácticas para reclutar nuevos miembros;aunque sin duda han sido las diversas prácticas de mortificación corporal del grupo las que han atraído mayor atención de personas externa a la Obra.
El movimiento, centrado en los católicos ordinarios bajo la idea de que todos podemos a llegar santos en nuestro trabajo diario, asegura tener 87.000 miembros repartidos por todo el mundo; se calcula que un 60% de ellos son europeos, entre ellos la anterior ministra laborista Ruth Kelly. Aproximadamente un 70% de los miembros del Opus Dei son supernumerarios, hombres y mujeres casados con sus trabajos y que contribuyen económicamente al sostenimiento de la organización, aunque no tienen la obligación de practicar la mortificación corporal (aunque muchos de ellos la terminen realizando). Más involucrados están los numerarios, que hacen votos de celibato, suelen vivir en casas del Opus Dei repartidas por todo el mundo y trabajan para el movimiento; en el caso de los numerarios, el empleo de cilicios y ayunos es habitual.
En la entrevista publicada, las miembros del Opus Dei aseguran que de hecho el empleo de cilcios «es menos doloroso que la depilación y es una buena manera de saber que estás haciendo penitencia»; las miembros reconocen que escogen ciertas zonas del cuerpo que no sean tan visibles para el empleo de los cilicios para que las marcas no sean tan evidentes en el caso de, por ejemplo, tener que ir a la playa. Por estas prácticas, a la vez que por su estricta obediencia de las reglas marcadas por la Obra, el grupo ha sido calificado en diversas ocasiones de ser una organización tipo secta.
Los testimonios de las entrevistadas recogen los conflictos que tuvieron con sus familias, al haber «pitado» (decidido entrar) antes de la mayoría de edad, habiendo llevado en secreto «su vocación», siempre de la mano de otra amiga de mayor implicación que progresivamente les fue introduciendo en el grupo. Esta manera de entrar, tan empujada por otra persona de mayor implicación sobre una preadolescente es característica de la manera de hacer del Opus Dei y es una de las prácticas más criticadas; también la reubicación geográfica de los futuros miembros -enviarles a España unos meses, como reconocen las entrevistadas y aún sin saber nada de español- ha sido criticada por lo que puede suponer de ruptura de lazos familiares y dejar a la persona en un estado emocional más fácilmente influenciable.