Las Doce Tribus de Winnipeg (Canadá) han defendiendo la forma en que se disciplina a los niños físicamente, utilizando una vara, aunque tal comportamiento pudiera ser considerado delictivo en Canadá. A inicios de esta semana, saltaba a los medios canadienses la noticia de posibles abusos sobre los menores en la comunidad de Canadá y los responsables de Bienestar Social están ahora investigando al grupo en cuestión.
Por su parte, el portavoz del grupo, Maurice Welch, dijo que la ley interfiere con la autoridad de los padres. En sus palabras, «basamos lo que hacemos en la palabra de Dios […] las Escrituras dejan muy claro que si alguien detiene un posible castigo es que en realidad odia a sus hijos, mientras que aquel que los ama es cuidadoso justamente con los castigos necesarios para disciplinarlos».
La preocupación sobre las prácticas disciplinarias del grupo es algo que preocupa desde hace tiempo en las Doce Tribus, pero también a observadores externos como es el caso de Michael Welch -sin relación directa con Maurice Welch-, que empezó a escuchar tales acusaciones y decidió unirse al grupo de modo encubierto para cotejar por si mismo tales informaciones.
Welch llegó a vivir durante seis semanas en la comunidad de las Doce Tribus de Winnipeg, que en estos momentos cuenta con unos 70 miembros más o menos estables (veinte de ellos serían menores de edad). Dijo que aunque sabía que estaba engañando al no decirles que estaba tratando de aprender la verdad acerca de la forma en que tratan a sus hijos, sentía que se lo debía a sus amigos, algunos de ellos viviendo dentro de la comunidad-.
Welch indicó que no se necesita mucho tiempo para encontrar los instrumentos críticos del grupo, aquellos que precisamente utilizan para disciplinar a los niños. «La primera tarde me las arreglé para encontrar cinco de las varas que fueron descritas por exmiembros de la comunidad. Son palos de madera delgados de aproximadamente 60 centímetros de largo. Encontré uno encima de un mueble en el baño de la planta principal, uno en el salón de clases y tres en el sótano».
De hecho, ha llegado a indicar que encontró hasta 20 varas para disciplinar repartidas por la comunidad. Welch dijo que mientras la gente de la comunidad se mostraba amable con él y que nunca vio en directo cómo disciplinaban a los niños, está seguro de que tales castigos físicos suceden. «Los miembros de la Tribu me han reconocido que se llevan a cabo tales azotes a los niños».
Se refirió igualmente a la práctica de las Doce Tribus denominada «flagelación», por la cual los niños son animados a golpearse mutuamente con un palo hasta el punto de hacerse moratones. Describió igualmente un día típico en la comunidad: se levantaban temprano, sobre las 6.00 am, para recibir la primera enseñanza del día, orando juntos y animando a todos a compartir abiertamente sus pensamientos y sus sentimientos. Después de una comida comunitaria, todo el mundo se pone en marcha para las tareas del día. La mayoría de los hombres trabajan intensamente durante todo el día, ya sea en el pequeño restaurante de que disponen o bien en el taller de maquinaria, la panadería del hotel o en la sala donde envasan la yerba mate (Winnipeg es uno de los principales sitios de distribución de este tipo de té en la zona de América del Norte). Después de una semana de esta allá, las tareas van incrementando: ordeñar las cabras, extraer la miel de las colmenas, siempre en combinación con extensas horas de «espiritualidad».
En una entrevista para el canal CBC el pasado miércoles, Michael Welch mantuvo los niños y adultos de la comunidad se encuentran en riesgo. «Los niños parecen estar muy aislados del resto del mundo y si algo sucede dentro de la comunidad no tengo la certeza que se maneje de un modo responsable […] Me parece que existe un riesgo para los niños y también para los adultos».
«Para algunas personas, la comunidad guarda un cierto encanto. La gente es muy amable y hospitalaria, y parecen poner mucho énfasis en las realidades trascendentes. Se esfuerzan por ser espirituales. Durante mi tiempo allí, llegué a conocer a miembros que parecían estar perdidos en el mundo exterior. Algunos provenían de familias dañadas. Un hombre, se enteró de que su padre tenía un romance con la madre de un amigo. Otro tenía un largo historial de abuso de drogas. Otra lucharon con la adicción sexual. Un tema común fue que sentían que el mundo exterior, y especialmente la religión, les había fallado».
«Aunque creo que hubo aspectos positivos en la comunidad que merecen ser reconocidos. Los padres pasan más tiempo con sus hijos en promedio que muchos de los padres en el exterior. No hay iPods, televisores u otros aparatos que interfieren con las relaciones entre dos o más miembros de la comunidad. Además, por mi parte, veo el mérito en la participación de los jóvenes en todos los aspectos de la vida comunitaria. Tengo un recuerdo particularmente intenso de participar en un partido de voleibol donde jóvenes y adultos estaban juntos».
«Por otra parte, las Doce Tribus defienden una visión muy fundamentalista de las enseñanzas bíblicas. La homosexualidad es un grave pecado. Y en base a pasajes del Evangelio, se espera que los nuevos discípulos vendan sus posesiones y contribuyan a la economía de la comunidad. Sé de al menos un caso en que una persona de la comunidad de Winnipeg contribuyó con miles de dólares cuando accedió a unirse. La comunidad, por algún motivo que desconozco, terminó por expulsarlo, dejándolo furioso por la pérdida de su dinero».
Welch describió, asimismo, que la comunidad vive muy aislada y considera a las autoridades externas con recelo. Añadió que diariamente iban a rezar por la comunidad de Alemania -en donde las autoridades retiraron la guarda y custodia de los padres a partir de un documental que apareció en los medios de comunicación en donde se mostraban con claridad los azotes-, con el sentimiento que al mismo tiempo ese tipo de control se había extendido hacia ellos en Canadá.
Indicó, además, que la comunidad controla la información que puede llegar a los miembros de la comunidad. No hay televisión, ni radio ni periódicos. Hay un acceso limitado a Internet, necesario para el funcionamiento de sus negocios. Del mismo modo, algunos miembros tienen acceso a teléfonos móviles, pero realmente su empleo es desaconsejado.
A la par, a los niños se les entrena para ser absolutamente obedientes a sus padres. Pero Welch describió un entorno en donde no se promueve el pensamiento independiente o crítico. Se espera una obediencia ciega a las autoridad del grupo y muchas personas entregan sus ahorros sin esperar luego que les sea compensado de ninguna forma si abandonan o son expulsados de la comunidad. A nivel de sus doctrinas, añadió, se suscriben a una visión fatalista del Libro de las Revelaciones, temiendo la profecía del Apocalipsis, «en donde se espera que los niños puedan hacer frente común con la Tribu para contrarrestar las fuerzas del Maligno».