Las sectas siempre han existido, pero la historia nos enseña que tienden a proliferar, con mayor frecuencia y de un modo más visible, durante los momentos de incertidumbre y ansiedad generalizada, como los que derivan de una pandemia como la que estamos atravesando. Porque, en esos momentos, las personas pasan a necesitar con mayor urgencia cierto grado de certeza o esperanza. Y es que, experiencias con tal impacto social, como también lo fue el ataque a las Torres Gemelas, tienden a desencadenar una importante sensación de ansiedad e irrealidad. Cuando se anunció el confinamiento, la NBA suspendió su temporada en medio de un partido, y el dueño del equipo dijo algo que no pocos habrán pensado: «esto es como una película». La comparación con las pantallas alcanza también a la descripción que hacen algunos periodistas de las fases de la desescalada, refiriéndose por ejemplo a que “pasamos de pantalla”, como si de un videojuego se tratara.

Las autoridades sanitarias han emitido todo tipo de directrices para ayudar a la población a protegerse contra la propagación de Covid-19. Aunque, en paralelo, se ha desarrollado otro contagio más difícil de frenar: lo que la OMS ha descrito como una infodemia, en donde sin duda cabría incluir también no sólo la sobreabundancia de información cierta o falsa acerca del Covid-19, sino también la proliferación de teorías, técnicas, remedios o terapias milagrosas varias. Y es que, en términos generales, la pandemia está resultando un terreno fértil para todo tipo de teorías que introducen ideas en torno a posibles conspiraciones. Pese a lo loco de alguna de ellas, el hecho de interés es que, en momentos de incertidumbre, las personas necesitamos creer que existe una estructura en el mundo, que hay un orden, una cierta coherencia, aunque sea compleja o enrevesada. Eso nos simplifica las cosas como he descrito en ¡Captados!.

Dentro de esa corriente de infodemia, proliferan las teorías sustentadas en hipótesis conspiracionistas. Las teorías de conspiración en torno al Covid-19 tienden a seguir los mismos patrones que las teorías de conspiración sobre otros tipos de situaciones políticas, sociales o religiosas. Los sentimientos conspirativos se combinan con la pseudociencia o con las convicciones religiosas, dando entonces lugar a teorías de conspiración que hablarían del Covid-19 como un arma biológica china, o quizás hablarían de la tecnología 5G, las vacunas o los alimentos genéticamente modificados “como parte de un complot para propagar el virus con el fin de controlar a la población”. Lo preocupante de estas teorías de la conspiración es que tienen consecuencias para la sociedad, todavía más si son difundidas por personas de cierta relevancia social. En este sentido, y desde inicios de abril, se han producido diversos ataques en Inglaterra, Bélgica, Irlanda, Chipre y Países Bajos contra numerosas torres telefónicas y también contra ingenieros, después de que algunas personas se tragaron la fantasía conforme el Covid-19 se estaría propagando a través de la industria de las telecomunicaciones mundiales de redes 5G.

Esta es una de las teorías estrella en esta temporada. Un análisis reciente de los Tweets que mencionaban el tema de las redes 5G y Covid-19, encontró que sólo el 34,8% incluía una sugerencia de que ambos están vinculados, mientras que la mayoría o bien denunciaba la teoría o no expresaba una opinión. Aunque, en la práctica, tanto si los usuarios criticaban la idea como si explicaban por qué era falsa, seguían elevando el perfil de la idea. Posiblemente, por este motivo, entre otros, Facebook ha eliminado la página oficial del escritor conspiracionista David Icke, por publicar «información errónea sobre la salud que podría causar daño físico». El personaje en cuestión ha hecho varias afirmaciones falsas sobre el coronavirus, como sugerir que las redes de telefonía móvil 5G están vinculadas a la propagación del virus. Algo que también va acorde a las declaraciones de un médico antropósofo que vino a indicar lo mismo, cuyo video también se hizo viral. En otro video, Icke sugirió que también que un grupo judío estaría detrás del virus. El Centro para Contrarrestar el Odio Digital (CCDH) ha publicado una carta abierta en la que decía que tanto Amazon, como Facebook, Twitter o YouTube, habrían amplificado «el racismo y la desinformación de Icke sobre Covid-19 a millones de personas». Y es que los videos de este demagogo conspiracionista … han recibido la friolera cifra de treinta millones de visualizaciones.

El confinamiento derivado de la pandemia, además, ha aumentado la preocupación de las personas por su salud física, mental y económica, tanto a corto como a largo plazo. Ante un escenario atravesado por la incertidumbre, la ansiedad y la impotencia, las teorías de conspiración no se limitan a entretenernos, sino que son empleadas para consolarnos. Se constituyen como convicciones que guardan muchas similitudes con las convicciones religiosas. Más allá del contenido explícito de tal o cual teoría, plausible o descabellada, la función esencial de este tipo de construcciones parecería pasar por su efecto calmante. Aunque, al final, tampoco está tan claro que sostener teorías conspirativas proporcione el alivio emocional que la gente puede requerir inconscientemente, porque terminan por generar una nueva ansiedad ante tal cúmulo de escenarios creados basados en la paranoia.

En este contexto de infodemia, las sectas se mueven en un entorno que les resulta favorable para la extensión de sus propuestas. Porque, como he indicado en otras ocasiones, una de las dimensiones esenciales de las sectas pasa también por la paranoia. Las teorías conspirativas sostienen el edificio doctrinal de muchos grupos, pero sobretodo funcionan como material inflamable para las mismas sectas. Pueden dar soporte, por ejemplo, a los aquellos voceros que a modo profético anunciarían el final de los tiempos apoyándose en el libro del Apocalipsis. El coronavirus, entonces, pasaría a ser una señal de que nos encontramos en el «fin de los días» o, en cualquier caso, posiblemente sean “señales” conforme “estamos cerca”. Muchas de estas lecturas apocalípticas pasan por una comprensión inexacta del mismo Libro del Apocalipsis. Y es que, durante siglos, el Libro del Apocalipsis ha sido el libro fundamental para numerosos profetas del Día del Juicio Final, día fatal que supuestamente vendría precedido las plagas del fin de los tiempos y de patrones climáticos alterados. Muchos estudiosos de la Biblia, sin embargo, aseguran que el libro del Apocalipsis no trata realmente sobre el fin del mundo. Más bien, parece tratar del fin del mundo de su propio autor, un judío devoto y antiguo seguidor de Jesús.

Pero eso poco importa a efectos prácticos, ya que estamos en el terreno de las convicciones, donde los argumentos racionales no caben. Así, la Historia nos enseña que muchos cristianos de la Europa del siglo XVII predijeron que el mundo terminaría en 1666, supuestamente porque la cifra del 666 representaba la marca de la Bestia mencionada en el Libro del Apocalipsis. Además, cuando ese mismo año estalló el gran incendio de Londres que se alargó por cuatro días, muchos consideraron tal desgracia como una señal clara y evidente del cumplimiento de la profecía. Algo similar sucedió con la llegada del año 2000, así como también con el tan manido Apocalipsis Maya, que, según ciertas interpretaciones de sus calendarios, suponían que el 21 de diciembre de 2012 se producirían toda una serie desastres naturales, como maremotos o la colisión de nuestro planeta con otro. De hecho, en aquél entonces, las ventas de equipos de supervivencia se dispararon, e incluso un hombre en China llegó a construir un arca de Noé moderna por si llegaba el tan vaticinado final.

Sin embargo, muchos grupos se ven obligados a cambiar sus narrativas, ya sea por predicciones pasadas clamorosamente fallidas, o bien porque deben encontrar nuevos recursos interpretativos para justificar que sus propios remedios no funcionen en esta situación. En este sentido, algunos gurús aprovechan para una puesta en escena histriónica en la que buscan una mayor notoriedad, como es el caso del charlatán Alberto Varela, gurú del negocio Inner Mastery, quien sostiene que “yo soy el creador del coronavirus y quiero hacerme cargo públicamente de mi responsabilidad”. Su declaración «¡Coronavirus, te acepto. Sí, gracias, bienvenido”, va orientada a buscar el titular y atraer la atención, al mismo tiempo que se reinterpreta la pandemia como una oportunidad única para un cambio de conciencia. En un juego de palabras huecas, indica que «las ACTITUDES INCONSCIENTES son el VIRUS que se propaga con mucha mayor violencia que cualquier otro. La CONSCIENCIA tiene el potencial de detenerlo a través de la observación desidentificada del mecanismo que lo genera. Atrevámonos a mirarnos por dentro y descubrir esas instrucciones dominantes para liberarnos de ellas”. El virus pasa a ser entonces todo aquello que nos limita y que en su forma de funcionar tiene que ver con pretendidos patrones limitantes inculcados por la familia y la sociedad en su conjunto.

En otro terreno, y dentro del contexto de los grupos cristianos de carácter fundamentalista -como pudiera ser el caso de los Testigos de Jehová u otros similares-, por «amor a la gente» y «obediencia a las autoridades sanitarias», se ha suspendido el proselitismo puerta a puerta. Pero la variación, en este y otros casos, ya no es mencionar el Apocalipsis, sino transmitir un rayo de esperanza conforme la pandemia Covid-19 vendría a ser una prueba más de que sus profecías se estarían cumpliendo, argumentando entonces que «las enfermedades y problemas que vemos en el mundo de hoy, identifican el tiempo en que vivimos como muy cercano al fin de todo sufrimiento«. Adicionalmente, la lectura de la pandemia como castigo divino es otro de los elementos centrales en este tipo de congregaciones, como puede leerse en una reciente columna de prensa de un predicador jehovista:” el mundo está en medio de la crisis del COVID-19, y como consecuencia vienen el miedo y las preocupaciones. Antes de la crisis, Dios le extendía su mano a las personas para asistir a una iglesia donde se predique fielmente su palabra, pero las personas invitadas por Dios rechazaban dicha invitación. Por causa de esto Dios envió esta plaga”.

La interacción del Covid-19 con grupos con un funcionamiento sectario arrancó ya en la misma Corea. Recordemos que el pasado 17 de febrero, Corea del Sur parecía tener bajo control su número de infecciones por coronavirus. Pero, al día siguiente, llegó la paciente número 31, una mujer que era miembro de una secta coreana, la Iglesia de Jesús de Shincheonji. Se cree que la paciente 31 pudo transmitir su infección de manera tan eficiente gracias a algunas de las prácticas de la iglesia que incluían rezar en estrecha proximidad en un espacio cerrado, donde además se prohibía el uso de gafas o máscaras faciales. Según el Centro Coreano para el Control y la Prevención de Enfermedades, a fecha 7 de marzo, el 63,5% de todos los casos confirmados en el país estaban relacionados con la iglesia de Shincheonji. Algo más tarde, el 17 de marzo, y también en la propia Corea, alrededor de 79 devotos de otra iglesia protestantes escindida, se infectaron con la enfermedad después de que se les rociara agua salada en la boca bajo la creencia de que esto los protegería del virus.

Hasta el momento, no disponemos de vacunas o medicamentos aprobados para tratar o prevenir Covid-19, tan sólo tratamientos bajo investigación. Eso no ha impedido que se desarrollen por doquier todo tipo de propuestas que aseguran haber encontrado un remedio. Los profesionales de la salud de la India, por ejemplo, cuestionaron las afirmaciones del popular gurú del yoga y empresario Baba Ramdev, quien dijo haber encontrado un remedio ayurvédico que ayudaría a prevenir el coronavirus. En una serie de tweets, Ramdev también instó a los indios a practicar el yoga para supuestamente aumentar la inmunidad. A otros gurús les ha dado bastante igual el estado de alarma, como fue el caso del gurú sikh Baldev Singh, quien tras viajar por Italia, epicentro europeo de la pandemia, estuvo predicando en una quincena de aldeas de Punjab antes de caer enfermo y fallecer. Antes de fallecer, incluso, este gurú asistió a una reunión masiva para celebrar un festival anual de seis días al que asistieron seguidores de todo el mundo, encuentro que dio como resultado la propagación del virus sobre unas 40.000 personas.

El movimiento sectario conocido como Iglesia de la Salud y Curación Génesis II, ha promocionado durante años un blanqueador como una solución mineral milagrosa, convirtiéndolo al mismo tiempo en un sacramento dentro del funcionamiento eclesial de este grupo. El fundador de la Iglesia Génesis II, Jim Humble, un ex miembro de Scientology, ha afirmado que es un Dios de mil millones de años de edad y que viene de la Galaxia de Andrómeda. Esa misma galaxia ha dado luz a diversos visionarios y gurúes. Humble lleva años promoviendo esta solución mineral milagrosa, conocida bajo las siglas de MMS, anunciándolo como un tratamiento posible para el VIH, el cáncer o el autismo, aparte de para todo tipo de enfermedades comunes. En nuestro país, tenemos al folclórico Pàmies que, actuación tras actuación, en un tono claramente provocativo y orientado a obtener los focos de la prensa como en el caso del mencionado Varela, va consiguiendo mayor notoriedad en su defensa de esta misma sustancia. De hecho, este pasado fin de semana reunió en Balaguer (Lérida) a un centenar de personas sin respetar las medidas de seguridad necesarias, con la finalidad de celebrar “un acto de desobediencia», pretendiendo demostrar así “que los medios y los gobiernos engañan a los ciudadanos con las informaciones que ofrecen sobre la pandemia”. Aunque tiene asuntos legales pendientes con la Fiscalía General del Estado y el Departamento de Salud de Cataluña, este mismo charlatán de la salud considera que el confinamiento es «absurdo” y anima a sus acólitos a la desobediencia sanitaria.

En esta misma línea, la Iglesia Génesis II sostiene que está curando el coronavirus. Al menos así lo predica su arzobispo Mark Grenon, quien en sus redes sociales o en su muro de Facebook afirma que «el coronavirus es curable». Su remedio: el sacramento de la iglesia, el MMS. Pero el MMS está compuesto de químicos potencialmente tóxicos, incluyendo el clorito de sodio. La Agencia de Medicamentos de los Estados Unidos ha advertido durante años que cuando se mezcla con ácido cítrico, se convierte en dióxido de cloro y eso viene a ser lo mismo que beber lejía. La misma FDA ha documentado reacciones adversas al MMS, incluyendo fallos respiratorios, fallos hepáticos, vómitos y diarreas severas. Lo cual no ha impedido que sus acólitos defiendan hasta la saciedad las bondades de tal sistema. De hecho, la misma Agencia de Medicamentos (FDA) emitió una nueva advertencia a esta iglesia marginal a mediados de marzo, describiendo sus productos de dióxido de cloro como «fraudulentos y dañinos» y dándoles 48 horas para retirar sus reclamos de Internet. En una reciente entrevista con una empresa danesa que opera bajo el nombre de Age of Truth, se le preguntó a Grenon acerca de su afirmación de que el coronavirus fue creado por el hombre. Su respuesta: «sí, fue creado a propósito. Se ha creado para despoblar el mundo». En otra emisión, Grenon dijo a sus seguidores de forma muy explícita: «creo que lo están rociando y agregando a las vías químicas… por supuesto, para matar a todos los ancianos, porque son débiles. Así ya no hay que pagar más». El Covid-19 pasa a ser entonces una estrategia genocida planeada por los gobiernos para reducir gastos sanitarios derivados de la atención a las personas de edad avanzada.

En otro orden de cosas, también varios pastores prominentes vinculados a Donald Trump han afirmado tener el poder de curar el coronavirus a través de la oración, promocionando curas milagrosas en medio de la pandemia. Tomemos el caso del ministro evangélico de Texas Kenneth Copeland, quien visitó la Casa Blanca en 2018 para una cena para líderes evangélicos. Este pastor ha afirmado tener una cura de coronavirus: las pantallas de la televisión. A través del propio canal de YouTube que opera su iglesia, el ministro Copeland sostuvo el pasado 12 de marzo que curaría a los televidentes infectados por coronavirus que tocaran sus televisores mientras visualizaban su canal.

Tal es el caso también del apóstol Guillermo Maldonado, quien también visitó la Casa Blanca y fue anfitrión de Trump en su enorme iglesia El Rey Jesús, lugar donde el mismísimo presidente arrancó su campaña «Evangélicos para Trump» en enero de este año. Maldonado ha instado a sus feligreses a presentarse personalmente en su iglesia de Miami, pese al estado de alarma, bajo siguiente argumento: “¿Crees que Dios traería a su pueblo a su casa para contagiarse con el virus? Por supuesto que no”. En una grabación publicada en su canal de YouTube el 17 de marzo, Maldonado declaró también que había ordenado, por el poder que le confiere Jesucristo, que el virus «se disolviera, se desintegrara, muriera en el poderoso nombre de Jesús», diciendo incluso a sus adherentes que «se curarán en el poderoso nombre de Jesús».

El elenco de pastores que sintonizan con Trump y aseguran poder vencer al Covid-19 es importante, e incluye también al pastor Rodney Howard-Browne, líder de la iglesia The River de Florida, que se encontraba entre los líderes evangélicos que impusieron las manos al presidente en una ceremonia de la Oficina Oval en 2017, afirmó que podía curar todo el estado de Florida del coronavirus . En uno de sus sermones, se burló de las personas preocupadas por la enfermedad, refiriéndose a que debían cambiar esos “pensamientos” e insistió en que solo cerraría las puertas de su iglesia «cuando se produzca el Arrebatamiento». Por lo que continuó ofreciendo sus servicios multitudinarios en su iglesia, hasta que, finalmente, lo arrestaron acusado de reunión ilegal y de violación de una orden de emergencia de salud pública. Aunque Howard-Browne no ha sido el único que se ha negado a restringir los servicios de culto en persona, a pesar de las órdenes de salud pública destinadas a detener la propagación del virus.

El pastor Ronnie Hampton de la Iglesia Comunidad Nueva Visión en Shreveport, Louisiana, murió también de Covid-19 el pasado mes de marzo, después de decir a sus seguidores que el virus “es una prueba de Dios”. Hampton pasó a vociferar teorías de la conspiración sobre el coronavirus, sugiriendo que todo era una excusa para que el gobierno creara un estado policial e implantara microchips en la población. Otro pastor de Nueva Zelanda interpretó esta situación de pandemia como el resultado directo del alejamiento de las personas de Dios, aunque aseguró a sus acólitos que con él estarían protegidos, porque el pago del diezmo asegurará contrarrestar la influencia del Maligno, quien supuestamente estaría detrás del Covid-19.

Por su parte, en un sermón que se transmitió en vivo por Facebook, Tony Spell, un pastor norteamericano de la congregación Life Tabernacle Church, aseguró que iba a pasar entre los asistentes “pañuelos ungidos a las personas que tengan miedo, porque la propiedad curativa de estos pañuelos recaerá sobre ellos”. Y es que, según el pastor, “en esta iglesia hemos visto curaciones del cáncer o del SIDA”. Aunque luego muriera uno de sus feligreses por Covid-19, el pastor negó que tal fallecimiento fuera por el virus, a la vez que también ha lanzado pelotas fuera ante el contagio de otro de sus adherentes, ya que según el pastor Spell “nuestra iglesia es como un gran hospital y la gente viene aquí a sanar”.

No todos los pastores se comportan imprudentemente, por supuesto, y no todos los feligreses en estos tiempos inciertos se presentan a los servicios religiosos sin tener en cuenta las recomendaciones sanitarias. Pero lo cierto es que desde que se empezaron a tomar medidas en diversos puntos de planeta, una buena parte de la oposición ha provenido de grupos fundamentalistas cristianos. En una entrevista el 13 de marzo en el programa Fox & Friends, Jerry Falwell Jr., abogado y actual presidente de la Universidad de Liberty, calificó la respuesta al coronavirus como «un bombo» y «una reacción exagerada». Por eso mismo tomó la decisión de dejar abiertos sus centros educativos pese al estado de alarma. En consonancia con lo que la misma Scientology transmitía en una circular interna, en donde describían la actual crisis sanitaria como resultado de “una histeria colectiva”.

En la otra parte del mundo, en Brasil, los evangélicos son una fuerza creciente, con unos 42 millones de creyentes en sus filas. La máxima de «Dios es brasileño» se aplica a la perfección con el gobierno de Bolsonaro. Y es que los evangélicos políticamente poderosos de Brasil ayudaron a llevar al presidente al poder en las elecciones de 2018, por lo que ahora Bolsonaro les tiene muy en cuenta. En las redes sociales, algunos pastores evangelistas minimizaron los riesgos para la salud planteados por Covid-19, alegando que uno no puede contraer el virus dentro de una casa de Dios, pero podría infectarse en el hogar si no asiste a los servicios. Los pastores dicen que el coronavirus “es una prueba enviada por Satanás y que todos necesitamos reunirnos y rezar y podremos repelerlo». Aunque las muertes en Brasil continúan en un crecimiento exponencial, hasta el punto que en estos momentos ocupan el segundo lugar dentro del ranking mundial de mayor prevalencia del Covid-19.

También en Brasil encontramos a la Iglesia Universal del Reino de Dios, dirigida por el millonario obispo Edir Macedo, quien durante años se ha dedicado a distribuir sus aceites y demás productos milagrosos para todo tipo de males y enfermedades. En el contexto de la pandemia mundial, se dedicaron también a “ungir a los fieles con el aceite consagrado por Jesús, que inmuniza contra el coronavirus”. La Iglesia Universal del Reino de Dios, por ejemplo, vendía en Inglaterra por casi 91 libras esterlinas «kits de protección contra la plaga», hechos de una botella de aceite y cordón rojo. Y, si bien el miedo es el principal elemento para determinados grupos de cara a reforzar la adhesión o el control de sus seguidores, al mismo tiempo, se emplea el contexto del Covid-19 para dar una repuesta a la situación de incertidumbre global; de este modo, se presentan como un Arca de Noé, de modo que la idea final que es destila es “con nosotros o la muerte”.

En Inglaterra, el profeta Climate Wiseman, responsable espiritual de la Iglesia del Reino en Camberwell, al sur de Londres, prometió a sus seguidores que una pequeña botella de aceite y un trozo de hilo rojo los protegería del Covid-19. En el sitio web de la Iglesia del Reino, afirma que “miles de personas han sido curadas de todo tipo de enfermedades y dolencias desde su fundación en 2005”. Aparte de este aceite, ha comercializado también otros muchos aceites de unción para una variedad de problemas, incluido el aceite para la paz, el aceite de éxito ilimitado y el aceite de unción para buenos matrimonios. También se puede comprar aceite milagroso para la bendición de la casa del dinero y aceite ungido para casos judiciales.

Muchos cristianos carismáticos son conservadores social y políticamente, y desarrollan diversas prácticas basadas en la curación por la fe, convencidos de que la sanación puede ser implementada vía remota. De este modo, los cristianos carismáticos intentan orar para combatir el coronavirus. Y están convencidos de que la curación por teléfono es efectiva, porque «en el ámbito espiritual, no hay distancia ni tiempo, y confío en la poder de Dios”. A diferencia de los miembros de otras denominaciones religiosas, los cristianos pentecostales y carismáticos creen que cualquier cristiano convencido puede ser un profeta o un sanador capaz de realizar milagros o dar muestras de dones como el hablar en lenguas, resucitar a las personas de la muerte o revertir enfermedades. En países como Francia o Gran Bretaña, existe también la preocupación de que se abuse de los menores en nombre de la fe debido al brote de coronavirus, llevándose a cabo un mayor número de exorcismos. Es probable entonces que se vea un repunte en los exorcismos, bajo la idea de que los síntomas de Covid-19 sean interpretados como signos de posesión diabólica.

Esta situación de Covid-19 toca también a grupos como Ciencia Cristiana o los Amigos de Bruno Gröning, que tradicionalmente han desarrollado sus propios sistemas curativos. La Ciencia Cristiana, si bien no de forma explícita, ha publicado un libro online, “Libre de Contagio”, en donde encontramos aseveraciones de la siguiente magnitud: «Las declaraciones de una emergencia de salud pública y de una pandemia han sido ampliamente reportadas, lo que provoca temor…La oración puede ayudar a erradicar el miedo y a tratar cualquier síntoma… [un testimonio del libro:] durante anos, me había preocupado el hecho de contraer un resfrío o tal vez una gripe durante el invierno. Y a veces así fue. Pero al profundizar mis propias “declaraciones de la Verdad” y mi comprensión mediante la oración, he podido contrarrestar ese temor y vencer la sugestión de que el contagio es inevitable, al ver y aceptar únicamente la creación perfecta de Dios…[de forma] que ya hace varios años que no tengo ningún síntoma de enfermedades relativas a las estaciones o contagiosas». Por tanto, el poder de la oración será capaz de contrarrestar todo tipo de enfermedades, revertirlas incluso. Por su parte, los seguidores del autoproclamando sanador ya fallecido Bruno Gröning, quienes sanan a través de la canalización de la energía su Maestro, aseguran que son capaces de curar trastornos mentales, enfermedades físicas derivadas de la radicación, cuadros respiratorios severos, encefalomielitis mialgica, anginas de pecho, hemiparesia derivada de un derrame cerebral … Su propia página web está repleta de pretendidos testimonios de sanación. Y es que, según el grupo, “los seres humanos se han deformado, se han alejado de lo natural, muchos han perdido la fe en Dios. Pero el que se aleja del camino divino, también se desprende de su salud. Confía y cree. La fuerza de Dios ayuda y sana”.

La extensión de la pandemia ha tocado también a los grupos basados en el odio racial. Las organizaciones que monitorean Internet para rastrear los mensajes de supremacía blanca, han comprobado que han aumentado los contenidos que culpan a los judíos tanto por el coronavirus como por la respuesta global. Según recogían diversos medios hace unos días, basándose en los datos recopilados por el FBI, los grupos extremistas racista (incluidos los neonazis y otros supremacistas blancos), alientan a los miembros que contraen el coronavirus a propagar el contagio a policías y judíos. La alerta del FBI incluía también la advertencia a los diversos cuerpos de policía locales, que los extremistas animan a sus seguidores a emplear botellas de spray para esparcir fluidos corporales a los policías en la calle. Los extremistas también están dirigiendo a sus seguidores a propagar la enfermedad a los judíos yendo «a cualquier lugar donde puedan congregarse, incluyendo mercados, oficinas políticas, negocios y lugares de culto».

El Covid-19 ha afectado de forma significativa a la economía global, situación que también ha dado lugar a la mayor visibilización de ciertas empresas basadas en esquemas multinivel. Conviene recordar que se trata de una situación que no es del todo nueva, ya que en el pasado Amway vendió refugios antiaéreos durante la Guerra Fría. Pero, más allá de usar Covid-19 para atraer a las personas a unirse a empresas multinivel como distribuidores, algunos vendedores también están promocionando los beneficios para la salud de sus productos frente a esta pandemia global. Aunque, en la práctica, la gente no gana dinero nunca con la venta, sino siempre con la introducción de nuevas personas dentro del sistema piramidal.

Las propuestas van desde los conocidos Telares de Sueños, que en estos meses han experimentado cierto empujón en su frenesí para que gire el telar, hasta todo de propuestas piramidales. El Covid-19 es el último motivo esgrimido dentro de una larga serie de estafas que aseguran a la gente que tal o cual esquema de venta piramidal satisfará por completo sus necesidades. Las empresas multinivel han encontrado un mayor nicho de negocio en este escenario en el que se reduce la jornada laboral, se pasa a trabajar desde casa o el sector de mujeres o estudiantes que buscan unas horas de trabajo extras para obtener algún dinero. Y este es el contexto laboral en que muchas personas se encuentran en estos momentos de incertidumbre, contexto que aprovechan estas propuestas para atraer a mayor número de potenciales distribuidores.

El Covid-19 también ha incidido sobre los preparacionistas (“preppers”), movimiento de personas y/o grupos que se preparan activamente para sobrevivir una posible futura alteración del orden político o social. Se preparan anticipándose a estos acontecimientos, recibiendo entrenamiento médico, almacenando agua o alimentos, preparándose para la defensa propia o el autoabastecimiento, o construyendo edificios que los ayudarán a sobrevivir y a refugiarse. En 2017, el cofundador de LinkedIn, Reid Hoffman, le dijo a The New Yorker que estimaba que más del 50% de los multimillonarios de Silicon Valley ya habían comprado algún tipo de seguro de apocalipsis, como una habitación segura, un búnker o un lugar en el extranjero. Una de las mejores opciones parecía ser, en el pasado, América Central, aunque a medida que el Covid avanza por Latinoamérica este destino pierde fuerza. Aunque a medida que Covid-19 se extiende, algunos empresarios de estos recintos han observado que se ha producido «un aumento en las consultas» sobre tales refugios, lo que no necesariamente se ha traducido en un aumento de la ventas de los mismos. Incluso, muchas personas recurrieron a subreddits prepper en busca de asesoramiento. Tanto es así que, uno de los más populares entre ellos, r / Preppers, emitió una declaración alentando a los usuarios a no entrar en pánico. Cuando todos se dirigieron a los supermercados para abastecerse masivamente, los preparacionistas advirtieron que eso no era aconsejable, porque se produciría el tan temido desabastecimiento (hecho con el que los preparacionistas están en desacuerdo frontal).

Todo grupo sectario contiene, en sí mismo, la idea de contagio y pureza. En este contexto, la existencia objetiva de un virus externo y el riesgo de contagio, confirma muchas de las doctrinas de algunos grupos, pero sobretodo refuerza la idea de que tan sólo en contacto con el grupo podrá uno purificarse o sanarse de toda la contaminación o intoxicación del mundo. En esta situación, florecen numerosos terapeutas autoproclamados y gurús que enseñan a sus acólitos recetas mágicas para no contagiarse, desestimando el seguimiento de las recomendaciones sanitarias. Esto puede llevar a situaciones como la que reiteradamente se extiende entre grupos de corte new age, que sostiene que el Covid-19 es un virus de laboratorio y que no es mortal. Sobre este punto, publiqué hace unas semanas un artículo sobre los seminarios de Access, que van en esta línea.

En nuestro país, el gurú de la antigua comunidad sectaria Arco Iris, Emilio Fiel, sostiene esto mismo, a la vez que remarca que el peligro esencial no es tanto el virus como “el pánico que están generando los medios y las decisiones políticas de la oscuridad para hacer descender la frecuencia vibratoria de la humanidad que se estaba elevando progresivamente”. Es decir, que el Covid-19 aparece para evitar que las personas evolucionen en su progreso espiritual. El remedio que nos propone este gurú afincado en Aragón, “es hacer pranayama yóguico todos los días (respiración de fuego, bastrika o fuelle, pero aún mejor kriyas de kundalini yoga en el canal central)… También es importante activar diariamente su envoltura luminosa y realizar decretos desde la Presencia Yo Soy para mantener la perfección de nuestro cuerpo y la defensa contra toda fuerza negativa o depredadora... Ordenar al Aliado o ‘animal de poder’ que nos defienda de cualquier intromisión externa y mantener elevada la frecuencia del corazón, con alegría y vitalidad, sin miedo y con confianza en el Espíritu de vida. No os olvidéis de la risa sanadora”.

Desde mediados del pasado mes de mayo, todo un conjunto de cursillistas new age se vieron confinados en grupo al estar realizando unos talleres al mismo tiempo que se decretó el estado de alarma nacional. Su impulsor, una persona reconvertida a profesor de meditación y fundador de Vacaciones en Gredos (o Mundo Consciente), describe así la experiencia: “esto es como vivir en el paraíso. Se hace una conexión muy fuerte con la naturaleza. Vivimos en medio de un bosque y logramos una armonía realmente preciosa. Muchos se quieren quedar aquí para siempre”. En la otra punta del mundo, en Rusia, la Iglesia del Último Testamento, un movimiento fundado por Vissarion Cristo el Maestro, un antiguo policía cuyos miles de seguidores creen que es la reencarnación de Jesús de Nazaret, continúan cantando y cogiéndose de las manos, y si bien cerraron su comunidad a los extranjeros una vez se decretó la alarma sanitaria, entienden que la pandemia “es un síntoma de que el planeta está enfermo, la naturaleza necesita ser sanada. Nuestro estilo de vida resuena con eso. La cuarentena y el aislamiento es una bendición para nosotros”.

Las conexiones, por tanto, entre la pandemia y las sectas son múltiples y variadas. Sin olvidar las más tradicionales, y que hemos visto en tantas otras situaciones de convulsión social. Me refiero al incremento de tareas de proselitismo y difusión aprovechando la situación de sufrimiento, Hace unos días sucedía nuevamente con Scientology, quien sistemáticamente tiende a presentarse en lugares de crisis, catástrofe natural o provocada o ataques terroristas para ofrecer sus servicios sin identificarse claramente como miembros de Scientology. En esta ocasión, en Florida, se encargaron de hacer una distribución masiva de sus panfletos en los packs de comida para estudiantes, aunque cuando se destapó el asunto el grupo se excusó diciendo que «debió ser un error». Cometer un error es humano, qué duda cabe, pero en el caso de Scientology -y, en general, en todas las sectas- este tipo de acciones se encuadran dentro de su programa de relaciones públicas (en el caso de Scientology, dentro del programa Safe Pointing), para que sus voluntarios desarrollen campañas orientadas a insertarse en la sociedad para buscar alianzas, hacer proselitismo y conseguir donaciones.

Esta situación de confinamiento, con su aislamiento y el temor al contagio, no deja de ser una reproducción de lo que sucede en el interior de una secta, donde uno termina convencido del riesgo de contagio exterior, viviendo confinado en un grupo que aísla e incomunica de los demás. Pero, para muchos grupos, el confinamiento obligado al que nos hemos visto abocados, es empleado para desviar la atención de ese otro confinamiento en que se encuentran regularmente los adeptos. Colocando todo afuera (es la sociedad la que contamina), se consigue que el propio adepto no atienda precisamente a ese estado mental confinado en el que ha quedado recluido, en el que se les inocula un virus mucho más silencioso y difícil de erradicar: el fanatismo, que lleva a estar continuamente viviendo en un estado de alerta.