El Tribunal de Setúbal (Portugal) ha condenado recientemente a 23 años de prisión al líder de un grupo pretendidamente religioso que abusaba sexualmente de menores de edad. Rui Pedro Neves Santos, de 35 años de edad, se hacía pasar por psicólogo en un centro educativo para niños en una granja de Brejos do Assa (Portugal), a pesar de no disponer de más estudios que el graduado escolar. Al mismo tiempo, se presentaba a si mismo como “maestro espiritual” de un pretendido grupo religioso internacional al que denominó Verdad Celestial.

En los alrededores de donde se reunían los miembros de este grupo, se le conocía como el «señor psicólogo”, del que se suponía que ofrecía consultas de psicología a niños que conocía de la localidad, ofreciendo incluso primeras consultas gratuitas para quienes no tuvieran suficientes recursos para pagar. También se sabía que invitaba a niños a sus actividades a través de un club de fútbol de Algeruz, en Setúbal, cuyo equipo de juveniles llegó a entrenar él mismo.

Entre los miembros del grupo, se le trataba como «gurú» o «maestro de los espíritus», prometiendo a sus seguidores que les libraría del Diablo. Ya eran conocidos en Lisboa de hace unos años, hasta que a inicios de 2014 se trasladaron a Setúbal. Una vez instalados aquí, el líder convenció a la novia de su primo para que impartiera diferentes enseñanzas, mientras que él ofrecía sesiones de psicología a los niños y ofrecía la casa que frecuentaban como un lugar de encuentro para los jóvenes, alguno de los cuales podía también quedarse a dormir allá si quería después de un día de actividades.

En ese contexto, se desarrollaron decenas de abusos sexuales dentro del edificio anexo que alquilaban en el municipio de Palmela. El líder obligaba a los niños a mantener relaciones sexuales con él y otros adultos bajo la amenaza de que podría pasarles algo malo espiritualmente hablando a ellos o a sus familias y que tan sólo él como «maestro de los espíritus» podría ayudarlos siempre que le obedecieran en todo. La «purificación» era aconsejable que empezara antes de los doce años de edad y si el niño lloraba o gritaba durante el abuso sexual, se le tapaba la boca.

El líder creó al mismo tiempo una red de perfiles sociales falsos, para contactar a otros paidófilos; en Internet, por ejemplo, podía ser el «Maestro Pablo» (representante del grupo en España) o el «Maestro Vitorino». Según la investigación realizada, el líder habría llegado a convencer para diversos encuentros entre paidófilos y menores que pasaban por la casa donde hacían las actividades, previo pago de una cantidad estipulada para participar en la actividad sexual con el menor. En un segundo momento, se dedicó a grabar tales encuentros o a fotografiarlos para poner más tarde a la venta ese material. De acuerdo con los datos de la investigación policial, los abusos sexuales a menores empezaron mucho antes de que formara este grupo en torno a su persona.

Esta situación de abuso espiritual y sexual se alargó unos cinco años, llegando a conocimiento de la policía a mediados de 2015, gracias a la denuncia del joven de 25 años André Silva Marques, que fue maltratado por el líder de la secta Verdad Celestial cuando expresó su intención de abandonar el grupo. De acuerdo con el relato de los que sufrieron tales abusos, los actos sexuales se presentaban como un “acto purificador”. Entre los niños «purificados», se encuentran también los hijos del líder del grupo.

Fruto de la denuncia de Silva Marques, un joven licenciado en derecho -que también participó en tales abusos-, el líder se enfrentaba a unos ochenta delitos penales que giraban en torno al abuso sexual de menores, la inducción a la prostitución y la venta de pornografía de menores.

A raíz de la denuncia, en junio de 2015 la policía judicial efectuó una operación policial que acabó con la detención de ocho personas, cinco hombres (Rui Pedro Neves Santos, David Pereira Martins, André Silva Marques, Claudio Jorge Santos Sousa y Bruno Daniel Fernandes) y tres mujeres (su mujer Nádia Campos, la madre de su hijo Tatiana Fernandes Carvalho y Ana Alexandra Santos). En la misma operación, la policía requisó ordenadores, colchones, material erótico, vídeos y fotografías que constituyeron elementos de prueba de los crímenes cometidos.

En el momento de la incautación de todo el material del grupo, la policía descubrió en los ordenadores de los acusados decenas de archivos de imágenes o vídeos, con imágenes pornográficas que exponían a los menores, de entre cinco y catorce años de edad. En las indicaciones que ofrecía el líder en los diversos materiales de estudio que manejaban, quedaban definidos claramente los cargos de los miembros de la comunidad (Ungidos Reales, Ungidos Especiales y Siervos Devotos), exigiéndose una obediencia incondicional hacia las indicaciones del líder.

La madre de dos de los niños que fueron víctimas en este proceso se encuentra en libertad, pero sin poder abandonar el país. Se entendió judicialmente que la acusada conocía tales abusos, aunque habría estado manipulada por el marido. Junto ellos, se detuvo también a otros cuatro hombres, conocidos también como «purificadores» (un recién licenciado, un hombre que se hacía pasar por abogado, un conductor y un amigo que debía enamorar a la hija de los dueños de la granja donde desarrollaban las actividades).

De los siete miembros que finalmente fueron acusados, cinco (cuatro hombres y una mujer) fueron condenados a penas de prisión entre los 7 y 19 años, mientras que otras dos mujeres (incluida la mujer del “maestro”) fueron absueltas. Durante el juicio, el propio líder entonó un mea culpa y pidió para si mismo la máxima pena de 25 años. Tal pretensión de arrepentimiento fue calificada por el juzgador como «teatral y falsa» , siendo condenado finalmente a 23 años de prisión en firme.

El juez João Rodrigues consideró además que se trató de un caso de gran perversidad, afirmando en diversos medios portugueses que «ni los animales eran capaces de tales prácticas de abuso». Asimismo, el juez añadió que «no era digno de desarrollar responsabilidades parentales», calificándolo en el escrito final como «un mentiroso patológico, egocéntrico, impulsivo y psicópata».