Un reciente estudio realizado desde  la Universidad de Miami (Florida), contradice el pensamiento popular sobre el aumento de las creencias en ciertas teorías de la conspiración gracias a Internet y el empleo de las redes sociales.

La creencia en una teoría de la conspiración implica sostener la convicción de que un pequeño grupo de personas se habría coordinado de forma secreta para causar un determinado evento o circunstancia, a pesar de la falta de pruebas adecuadas que sostengan tal teoría.  Numerosos estudios han evidenciado que las creencias de la teoría de la conspiración se asocian positivamente con comportamientos no normativos (como pueden ser los actos delictivos) y se asocian negativamente con comportamientos prosociales (como la vacunación).

En cuanto al público en general, y con muestras poblacionales de los Estados Unidos, el estudio cita otros trabajos en los que se ha observado que el 73 % de los estadounidenses cree que las teorías de la conspiración estarían actualmente “fuera de control”; adicionalmente, un 77 % de los estadounidenses estaría convencido que las redes sociales e Internet serían las responsables de tal aumento. Muchos académicos están de acuerdo con esta idea y ven las teorías de la conspiración como indicativas de una «crisis» moderna, citando de manera similar las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación como la causa principal. Los periodistas sostienen que vivimos en la “edad dorada” de las teorías de la conspiración, una era de “post verdad” en la que las teorías de la conspiración nunca se habrían difundido con tanta rapidez ni habrían penetrado tan profundamente en la mente de los ciudadanos.

Con el empuje de la pandemia, la percepción de que las teorías de la conspiración habrían aumentado, se ha extendido entre el público en general, así como entre los académicos, los periodistas y los responsables políticos. Y muchos apuntan a las redes sociales. Sin embargo, pocos estudios han examinado si tales percepciones se corresponden con la realidad.

Para ayudar a aclarar si las creencias en teorías de la conspiración están aumentando realmente, los investigadores realizaron cuatro análisis de encuestas diferentes. En el primer análisis, investigaron si las creencias en determinadas teorías conspirativas -incluidas las teorías relacionadas con el COVID-19 y el asesinato de Kennedy- habrían aumentado entre los estadounidenses. El segundo análisis evaluó las creencias en teorías conspirativas (como la idea que el calentamiento global provocado por el hombre es un engaño) en seis países europeos. El tercer análisis abordó las creencias de los estadounidenses acerca de qué grupos específicos estarían conspirando. Y el cuarto análisis que realizaron se orientó a evaluar las líneas generales de pensamiento en Estados Unidos vinculadas a la creencia en las teorías de la conspiración.

En los cuatro análisis que realizaron, los investigadores no encontraron pruebas estadísticamente significativas que evidencien que las creencias en teorías conspirativas hubieran aumentado con el tiempo. Más bien, observaron un descenso significativo de ciertas  teorías conspirativas y, de las que aumentaron, ninguna tenía que ver con la pandemia COVID-19 ni tampoco con QAnon.

Los investigadores subrayan la importancia de ser prudentes a la hora de hacer inferencias basadas en sus hallazgos y señalan que se necesitarán más estudios para confirmar los resultados y para comprender mejor las creencias en las teorías de la conspiración, tales como sus fundamentos psicológicos y cómo se promueven tales construcciones conspirativas. No obstante, estos resultados sugieren que las creencias en las teorías de la conspiración existen en ciertos niveles de base que pueden ser preocupantes, y que lo que está pasando es que tales niveles basales de convicción en posibles conspiraciones se estarían visibilizando más en actualidad, sin que ello comporte que hubieran aumentado en cantidad.

Tampoco observaron evidencia alguna que respalde que las creencias en las teorías de conspiración o el pensamiento conspirativo generalizado hayan aumentado durante la era de Internet y la extensión de las redes sociales. En cambio, sus hallazgos concuerdan con ciertos argumentos conforme Internet, en realidad, podría ser menos hospitalario para las teorías de la conspiración de lo que a menudo se supone. Los resultados de su estudio también concuerdan con otros estudios que demuestran que las teorías de conspiración on line, la «infodemia» y las «cámaras de eco» pueden no estar tan extendidas o ser tan influyentes como a veces se afirma, en sintonía con algunos estudios que argumentan que las personas no se involucran tanto para compartir teorías de conspiración en línea como a veces se supone. En otras palabras, lo que vienen a sugerir es que es posible que las teorías de conspiración en línea no convenzan tanto como refuercen las opiniones existentes. 

El estudio no abordó, sin embargo, las tendencias en la cobertura de las teorías de la conspiración por parte de los medios de comunicación o en el uso retórico de las teorías de la conspiración por parte de las élites políticas, al igual que tampoco el empleo de las teorías de la conspiración por parte de los proveedores de noticias falsas (fake news).

El estudio no niega la existencia de múltiples teorías de conspiración en línea, así como tampoco la gran cantidad de personas que están convencidas de la verosimilitud de determinadas teorías conspirativas ni tampoco niega las consecuencias negativas de la asimilación de tales convicciones; tampoco excluye la posibilidad de que pudieran aumentar en el futuro, bajo otras modalidades no contempladas en su estudio o bien en otros contextos sociopolíticos fuera de los Estados Unidos.

Lo que viene a indicar, no obstante, es que puede ser que las teorías de la conspiración hayan sido una constante desde siempre, pero que los académicos, los legisladores y los periodistas solo en estos años están empezando a prestarles la atención adecuada. Y, en este punto, la pandemia habría hecho emerger un fenómeno que data desde inicios del siglo XX. Es decir, que las teorías de la conspiración pueden ser una característica más persistente y ubicua de la sociedad humana de lo que sería esperable.