Hace no mucho tuve ocasión de participar en un debate abierto en torno al conspiracionismo y su intersección con las sectas. Como he mencionado en otras ocasiones, desde la salida de la pandemia, hemos visto unos cruces bastante llamativos y el resurgir de ciertas teorías conspiracionistas que llevaban años en estado larvado.
Las teorías de la conspiración son conjuntos de creencias o explicaciones que atribuyen la causa de ciertos eventos significativos a complots secretos y malévolos orquestados por grupos poderosos y secretos de los cuales no sabríamos de su existencia. La mentalidad conspiracionista funciona a través de tal sistema de creencias que terminan retroalimentándose entre sí y que son difíciles de cambiar.
A menudo, las teorías conspirativas surgen en respuesta a eventos sociales significativos e incluso traumáticos, ofreciendo explicaciones alternativas que desafían las versiones oficiales o el conocimiento general. Si bien, en ocasiones, algunas de tales teorías de la conspiración pueden tener cierta base sobre la realidad, la mayoría se consideran inverosímiles o simplemente no respaldadas por evidencia empírica alguna, aunque continúen capturando la imaginación y la convicción de ciertos segmentos de la población.
Un reciente metaanálisis de 170 estudios en los que participaron un total de 158.473 participantes, con un conjunto global de 257 muestras y un total de 1.429 tamaños de efecto, ha descubierto que las creencias en las teorías de la conspiración no solo están influenciadas por los rasgos de la personalidad, sino también por necesidades más profundas, como la necesidad de certidumbre o el sentirse incomprendido por la sociedad.
Los resultados apoyaron firmemente un modelo motivacional tripartito de ideación conspirativa. Este modelo postula que el pensamiento conspirativo está impulsado por tres necesidades clave: comprender el entorno (necesidad epistémica), sentirse seguro (necesidad existencial) y mantener una imagen superior de uno mismo y de su propio grupo (necesidad social).
Uno de los predictores significativos que apuntan al desarrollo de una mentalidad conspiracionista fue la falta de pensamiento analítico. Las personas que exhibían niveles más bajos de pensamiento analítico estaban más inclinadas a respaldar las teorías de la conspiración. Esta relación sugiere que un enfoque menos crítico en el procesamiento de la información podría predisponer a las personas a aceptar ideas no verificadas o especulativas.
Un segundo conjunto de motivos predictores de esta mentalidad resultó ser de carácter existencial, en el sentido que la creencia en las teorías de la conspiración correlacionaba con sentimientos de impotencia, amenazas existenciales y una actitud cínica ante el mundo. Estos hallazgos apuntan a que las personas que perciben el mundo como un lugar más amenazante e incontrolable, terminan siendo más susceptibles al pensamiento conspirativo. Esta conexión podría entenderse como una respuesta emocional a la incertidumbre y a un entorno caótico, en donde las teorías de la conspiración proporcionan una sensación de comprensión y control.
Asimismo, los sentimientos de alienación y la baja autoestima estaban relacionados con una mayor probabilidad de respaldar teorías de la conspiración. Además, la percepción de los grupos externos como amenazantes y negativos, correlacionaba también con convicciones conspirativas. Estos hallazgos sugieren que la forma en que las personas perciben su relación con la sociedad y su entorno, pueden terminar influyendo en su susceptibilidad hacia teorías conspiracionistas.
Finalmente, este metaanálisis mostró que la ideación conspirativa correlaciona también con rasgos de personalidad que se sitúan dentro de la franja de la anormalidad, tales como la esquizotipia, la paranoia, la tendencia a tener experiencias inusuales, el rasgo de psicoticismo o la hostilidad. Estos rasgos parecen asociarse con un funcionamiento deficiente y una percepción negativa de los demás y de las situaciones de su alrededor. Por otro lado, los rasgos de personalidad de rango normal mostraron correlaciones muy pequeñas con la mentalidad conspiracionista.
Un hallazgo interesante fue el papel de la humildad, y más particularmente la honestidad, que correlacionó negativamente con la ideación conspirativa, lo que sugiere que la falta de humildad es un marcador notable del pensamiento conspirativo.