Aunque a la Iglesia Católica, como cualquier otra institución, no le guste reconocer públicamente los escándalos internos, hace unos días el Presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, el Arzobispo Georges Pontier , respondió formalmente a un grupo de cuarenta víctimas de desviaciones sectarias de diferentes movimientos eclesiales y congregaciones religiosas católicas. Pontier apeló a los obispos presentes en la última reunión que tuvieron en Lourdes, según se hacía eco Le Figaro, «a que denuncien los daños humanos que han sufrido muchas personas en las denominadas nuevas comunidades», refiriéndose a las nefastas consecuencias para sus seguidores que «pasan a vivir situaciones que van desde la depresión al suicidio o a la destrucción de la personalidad «.

La novedad de estas declaraciones no radica tanto en la denuncia de los abusos sexuales que algunos de los demandantes han sufrido, sino más bien en la mención a situaciones de «abuso espiritual», un concepto poco utilizado todavía. Con la noción de «abuso espiritual», se remarca el hecho de el poder espiritual que puede llegar a tener el fundador o superior de estas «nuevas comunidades» sobre sus seguidores, que puede desembocar en una coartación de la libertad individual y el fomento de una dependencia absoluta y acrítica; aparte, la introducción de los votos de silencio, puede terminar por dañar más a las personas, que se ven impedidas así de denunciar tales abusos espirituales.

Además, estas declaraciones son relevantes por el hecho que por primera vez se habla de estas «nuevas comunidades» -símbolos al mismo tiempo de la nueva evangelización de la Iglesia Católica- en términos de riesgos para sus fieles. Entre las comunidades que fueron objeto de discusión en este encuentro episcopal, destacaron la Comunidad de las Bienaventuranzas (cuyo fundador el Hermano Efraín fue suspendido canónicamente el pasado 2008), los Legionarios de Cristo (cuyo fundador fue suspendido el pasado 2006 por abusos sexuales, entre otros), la Comunidad Points-Couer (cuyo fundador Thierry de Roucy fue suspendido en 2011 por abusos de poder y sexuales) o la Comunidad de San Juan (que acumula los cargos penales contra su fundador Philip, ya fallecido).

En su carta, el Arzobispo Pontier intenta evitar el riesgo de amalgama y confusión con respecto al valor que pudieran tener nuevas comunidades frente a estas situaciones de abuso espiritual, remarcando que la conducta de algunas personas no debería desacreditar cualquier nueva comunidad eclesial. En sus palabras, «el Evangelio de Cristo debe ser una escuela de libertad espiritual» y ya no de sometimiento o de abuso de la debilidad. Recordó igualmente que en el pasado los obispos «han alertado no sólo a los fieles, sino también a las familias, de los riesgos de ciertos grupos».

Uno de los firmantes, el profesor emérito de civilizaciones rusas, Yves Hamant, cuya familia se vio afectada por las acciones del Padre Thierry de Roucy, indicó que el deseo de estas cuarenta personas a dar un paso al frente en la denuncia de abusos espirituales «no se ha hecho para interferir con la Iglesia, sino para advertir y proteger a los jóvenes […] porque hay que denunciar la manipulación de las conciencias […] y la destrucción de las vidas en silencio».

El presidente de la Conferencia Episcopal de Francia se ha comprometido, igualmente, a ayudar a las víctimas en su «reconstrucción», exigiendo a todos los obispos prestar atención a estas situaciones, a la vez que animando a las víctimas de tales abusos a denunciarlos ante los organismos eclesiales competentes.