Una reciente investigación auspiciada por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), sugiere que la mentalidad cerrada no se encuentra de forma exclusiva entre personas religiosas. El autor principal del estudio, Filip Uzarevic, indicó que la idea de realizar este trabajo partió de la observación conforme en el discurso público -y a pesar de que tanto los grupos religiosos conservadores como los grupos seculares liberales muestran una importante animadversión hacia el lado ideológico opuesto-, es sobretodo el primero de estos grupos (el religioso) el que a menudo tiende a etiquetarse como de mentalidad cerrada. También en la literatura especializada tienden a identificarse las perspectivas seculares como más tolerantes y abiertas.

El estudio se basó en una muestra de 788 adultos procedentes del Reino Unido, España y Francia. La mayoría de los participantes indicaron ser ateos (302) o agnósticos (143). Los restantes participantes se definieron como cristianos (255), musulmanes (17), budistas (17), judíos (3) u “otros” (51). De cara a explorar la mentalidad abierta vs cerrada, se tomaron en cuenta tres parámetros: (1) la percepción subjetiva del dogmatismo, (2) la intolerancia a la contradicción, y (3) la disposición para adquirir una posición diferente de la propia perspectiva.

Los investigadores encontraron que los participantes cristianos puntuaron más alto en una medida de dogmatismo en comparación con los participantes no religiosos. Los participantes cristianos, por ejemplo, eran más propensos a estar en desacuerdo con afirmaciones tales como: “hay tantas cosas que no hemos descubierto todavía, que nadie debe estar absolutamente seguro que sus creencias sean las correctas.”

Sin embargo, las otras dos medidas de mente cerrada ofrecieron otra imagen. Los ateos tendieron a mostrar una mayor intolerancia a la contradicción, es decir, que cuando se les presentaba dos afirmaciones aparentemente contradictorias tendían a clasificar una de ellas como muy cierta y la otra como muy falsa. Además, también mostraron menor propensión a poder imaginar argumentos contrarios a su propia posición o encontrarlos convincentes.

De este modo, los ateos, en comparación con los religiosos, parecían ser menos cerrados de mente cuando se trataba de medir de forma explícita la certeza en las propias convicciones. Sin embargo, cuando se trataba de explorar la inclinación a integrar puntos de vista divergentes y que fueran contrarios a los propios puntos de vista, eran los participantes religiosos los que mostraron una mayor apertura de mente.

Pese a las limitaciones del estudio, como por ejemplo que se ciñe a Europa Occidental o que los tamaños de los efectos fueron pequeños, los autores concluyeron que en cualquier caso una mente cerrada no es privativa de personas religiosas; es más, en algunos aspectos y de acuerdo con este estudio, la mente cerrada de los no religiosos podría incluso llegar a superar a la de personas religiosas.